Orígenes de la neurología y el empirismo en la Restauración inglesa

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Una de las controversias más célebres del pensamiento occidental fue protagonizada desde el siglo XVII por los racionalistas del continente europeo y los empiristas británicos. Los dos bandos están representados por figuras tan extraordinarias como Descartes, Spinoza y Leibniz, quienes resaltaron la importancia de la razón, o Locke, Berkeley y Hume, defensores del protagonismo de la percepción, la experiencia y la práctica.

Ya hemos visitado al lord inglés Francis Bacon y sus requerimientos prácticos y empíricos del método expresados en su Novum Organum de 1646. Esta escuela continúa en su expresión más aplicada con Thomas Willis (1621-1675), médico oriundo de Wiltshire al sur de Gran Bretaña, quien, influido por la lectura de Bacon y la anatomía de Vesalio, se aprestó a analizar más a fondo la constitución del cerebro, convirtiéndose en el primer neuroanatomista de la historia. Willis estudió medicina en Oxford donde fue discípulo de William Harvey (1578-1657), quien, según hemos visto, descubrió la circulación de la sangre y la fisiología cardiaca aplicando los principios de Bacon. Poco después de la Restauración de la monarquía en 1664, Willis publicó Cerebri anatome (Anatomía del cerebro), el primer tratado de la historia dedicado íntegramente a la morfología del cerebro humano.

Thomas Willis y cuerpo anatómico
Imagen de la página 75 de “Cerebri anatome: cui accessit nervorum descriptio et usus” (1664) de Thomas Willis. Vista de la cara inferior del cerebro donde aparece el sistema vascular que hasta hoy lleva el nombre de “polígono de Willis”.

En este libro no sólo se disfrutan las detalladas figuras y las descripciones precisas del órgano maestro, sino que el mérito del autor se ve ampliado al adelantar tres disciplinas que han sido necesarias para comprender sus funciones: la neuroanatomía comparada, la neuropatología y la neuroanatomía del desarrollo. La primera se aboca a las disparidades del cerebro humano con el de otras especies animales para inferir las funciones de las partes cerebrales al cotejar sus diferencias. En lo que se refiere a la neuropatología, Willis inauguró el estudio del cerebro de pacientes que habían fallecido con enfermedades neurológicas para comprender los síntomas en razón de las lesiones encontradas. En el siglo XIX este camino germinó en la neuropsicología, una de las interdisciplinas más relevantes al problema mente-cuerpo y que acompañaremos en sus escaños más significativos. Finalmente, el estudio del cerebro humano en diversas edades del infante constituye el primer esfuerzo para comprender los fundamentos orgánicos de la mente en desarrollo.

Además de todo esto, Willis acuñó el término “neurología” como “doctrina de los nervios” y que hoy no se restringe a la importante especialidad médica que estudia y trata las enfermedades del sistema nervioso, sino al estudio de ese sistema tanto en la salud como en la enfermedad, de manera que, por ejemplo, es de gran actualidad analizar las bases neurológicas de la conciencia. En el marco de esta labor, Willis contribuyó al conocimiento de varias enfermedades que ahora se denominan “neuropsiquiátricas” porque afectan las funciones mentales teniendo como causa una patología cerebral. Escribió sobre las cefaleas, la epilepsia, la narcolepsia, el retardo mental, las demencias y sobre la histeria como una enfermedad nerviosa y no uterina, como lo indicaba su nombre y se creía en su tiempo.

Thomas Willis no sólo era un destacado médico, sino un hombre religioso, conservador y comprometido con su fe y su iglesia. Su principal motivación era defender la autoridad de la iglesia anglicana en la Restauración de la monarquía en 1660 y suponía que sus descubrimientos sobre el cerebro clarificarían los beneficios de la religión en términos de la conexión entre mente y cuerpo. Adoptó entonces la noción platónica de un alma animal corporal responsable de las sensaciones, los movimientos o las memorias y un alma racional inmaterial. Para sustanciar el alma corporal, Willis comparó las partes proporcionales del cerebro entre varias especies animales y el humano. De esta manera distinguió las funciones del cerebro y del cerebelo, asignando al primero la imaginación, la memoria y la sensación, en tanto que el segundo sería responsable de las funciones automáticas; el movimiento voluntario se alojaría en la corteza cerebral, la memoria en la sustancia blanca y la sensibilidad en los cuerpos estriados. A pesar de sus coincidencias con el dualismo de Descartes, criticó acertadamente al francés por asignar un papel crucial a la glándula pineal como asiento del alma o de la mente, pues en sus disecciones no encontró que la pineal tuviera conexiones con el resto del cerebro que garantizaran esta conclusión.

La figura de Thomas Willis no sólo destaca por su aportación a la anatomía del órgano clave de la mente y por la fundación de la neurología, sino porque fue maestro de John Locke (1632-1704), el médico nacido en Sumerset que convirtió el empirismo en una doctrina de importancia capital en la filosofía. En su trascendental Ensayo Sobre el Entendimiento Humano (1690), Locke adelantó la tesis empirista sobre la mente y el conocimiento afirmando que las ideas sólo se adquieren mediante la experiencia en el mundo. De esta manera retoma el concepto de “tabula rasa:” la mente como una pizarra en blanco al nacer y sobre la cual la experiencia irá grabando las ideas.

Locke nunca abandonó la práctica médica y la compartió cercanamente con su colega y amigo, Thomas Sydenham (1624-1689), llamado el Hipócrates inglés, quien estableció la necesidad de clasificar las enfermedades humanas en clases naturales de manera similar a la forma en la que se clasifican las plantas. En su ensayo Ars Medica de 1669, Locke manifiesta que algunas nociones de su profesión fueron fundamentales para desarrollar la filosofía empirista, tales como la perfectibilidad de la ciencia y el método de registrar y describir hechos observables, como hace el médico en la historia clínica para establecer la semiología, el conocimiento sistemático de los signos de cada enfermedad.

Thomas Willis y John Locke
Dos destacados médicos del tiempo de la Restauración de la monarquía en Inglaterra. A la izquierda Thomas Willis (1621-1675), pionero de la neuroanatomía y la neurología. A la derecha John Locke (1632-1704), fundador del empirismo británico.

En referencia al problema mente-cuerpo, Locke fue uno de los primeros filósofos en ocuparse de la identidad y la autoconciencia humanas. Su tesis fundamental argumenta en contra de que la identidad humana se base en la existencia continua de una sustancia particular, como sería un alma personal inmaterial e inmutable, y argumenta a favor de que la identidad consiste en una continuidad de la conciencia, en particular de la autoconciencia. Asigna a la conciencia la identidad del individuo porque es continua a través de su vida, mientras el cerebro es cambiante. Esta noción implica que la conciencia propia de una persona teóricamente podría migrar entre diversos cuerpos o incluso diversas materias, una forma extendida de dualismo a la que no llegó el propio Descartes.

La idea de que una conciencia puede implantarse en otro cuerpo sin perder la identidad personal puede parecer absurda, pero es un recurso frecuente en la literatura fantástica y el cine. Hay docenas de comedias cinematográficas en las que la conciencia de un personaje emigra al cuerpo de otro sin perder su identidad personal, usualmente por una intervención mágica y reversible. El género se llama en inglés body-swap (intercambio de cuerpos) e implica que el traslado de identidad es concebible desde una perspectiva dualista, aunque pocos crean que sea realizable. Recomiendo al respecto la excepcional película “¿Quieres ser John Malkovich?” (Spike Jonze, 1999, con guion de Charlie Kaufman).

Película John Malcovich
La película “¿Quieres ser John Malkovich?” plantea la posibilidad de entrar en la conciencia de este actor, tema típico del género cinematográfico de intercambio de cuerpos (body-swap). La posibilidad de migración de la conciencia y la identidad a otro cuerpo fue planteada siglos atrás por John Locke.

Como revisaremos pronto, el empirismo británico de Locke fue acentuado por sus principales seguidores, el obispo George Berkeley y el filósofo escocés David Hume. Veamos antes porqué Spinoza y Leibniz, racionalistas del continente europeo, no admitirían conciencias migratorias, pero tampoco el dualismo interaccionista de Descartes.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).
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