Cimientos de neuroquímica, psicofarmacología y anestesia

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Si bien los términos neuroquímica y psicofarmacología surgieron hacia mediados del siglo XX, los orígenes de estas interdisciplinas se remontan a curiosas investigaciones de notables pioneros que laboraron en la gestación y proliferación de diversas ciencias y especialidades, primordialmente en Alemania, Francia e Inglaterra.

El primer estudio conocido sobre la química del cerebro apareció en 1719 por obra del médico alemán Johann Thomas Hensing, quien aisló el fósforo del tejido nervioso con la fúlgida idea de que estaba relacionado a los “espíritus animales” por sus propiedades luminiscentes. Un siglo más tarde el químico francés Louis-Nicholas Vauquelin publicó en los Anales del Museo de Historia Natural de París el primer análisis cuantitativo de otros constituyentes inorgánicos, aparte del fósforo. En 1834 el psiquiatra B-P Courbe reportó el primer análisis de grasas del cerebro y la primera hipótesis psiquiátrica, al postular que una escasez de fósforo en cerebros de deficientes mentales era la causa de su retardo.

El heraldo de la psicofarmacología moderna se puede atribuir a un sobresaliente alienista, el médico francés Jacques Joseph Moreau de Tours (1804-1884). Moreau realizó estudios detallados de los efectos mentales del hachís, un preparado resinoso de la Cannabis sativa que había sido introducido a Francia por el ejército de Napoleón, al regreso de su campaña en Egipto. En su libro Du Hashish et de l’Alienation Mentale de 1846, Moreau de Tours detalló el efecto de esta sustancia sobre las funciones mentales y llegó a la conclusión de que constituye una “psicosis modelo”, es decir, un cuadro que semeja en cierta medida a las alteraciones de la enfermedad mental que en aquella época se denominaba demencia precoz y hoy se reconoce como esquizofrenia.

Esquizofrenia
Retrato de Jaques-Joaseph Moreau de Tours, psiquiatra francés (Tomado de Wikimedia).

Moreau analizó el efecto del hachís en el famoso grupo de intelectuales conocido como “Le Club des Haschichines” entre quienes estaban Víctor Hugo, Baudelaire, Gautier y Dumas. Para estos célebres protagonistas del segundo romanticismo en Francia, la inducción de estados ampliados de conciencia mediante fármacos fue considerada un atajo privilegiado a mundos imaginarios, pletóricos de metáforas y símbolos trascendentales. Estos constituyeron los paraísos artificiales, soberbio y elocuente título de Charles Baudelaire sobre el opio y el hachís aparecido en 1858.

Baudelaire
Retrato de Charles Baudelaire fumando Hashís, por Etiene Carjat, 1862 (Tomado de Wikipedia).

Pasemos a otro acontecimiento farmacológico relevante al problema mente-cuerpo por implicar sustancias químicas que, administradas en dosis y formas adecuadas, abaten la conciencia sin alterar las funciones vitales: se trata de la anestesia. La accidentada historia se inicia en la Nueva Inglaterra de 1844, cuando Horace Wells, modesto y tímido dentista de Hartford, asistió a una función en la que un merolico suministraba óxido nitroso o “gas hilarante” a voluntarios del público quienes, tras inhalar el gas, perdían momentáneamente el sentido, reían o vociferaban para deleite del auditorio. Wells le preguntó a un voluntario que se había derribado al bajar del escenario, si se había lastimado. Cuando el hombre le replicó que no había sentido molestia alguna, Wells pensó en aplicar gas hilarante en sus pacientes para evitar el intenso dolor de las extracciones dentales. Antes de intentarlo, convenció al merolico que le administrara óxido nitroso para que un colega le extrajera una muela deteriorada. Al despertar del proceso sin haber experimentado dolor comprendió que se iniciaba una nueva era en la cirugía. Tenía razón, pero el descubrimiento de los gases anestésicos resultaría funesto a muchos de los implicados, pues diversas ambiciones y debilidades humanas hicieron que llevara a agrias disputas y tragedias personales.

gas tóxico y droga
“La vida facilitada” dibujo satírico de 1830 que muestra la administración de gas hilarante a una mujer como “prescripción para esposas regañonas”.

La primera demostración del gas falló en el prestigioso Hospital General de Massachusetts y fue un odontólogo de renombre, William Thomas Morton, quien posteriormente probó sus propiedades anestésicas y las del éter en el sitio del famoso hospital que se conoce como el “Domo del Éter”. Dado que Horace Wells ansiaba ser reconocido como el inventor de la anestesia, experimentó con diversos gases sobre sí mismo y llegó a desarrollar adicción al cloroformo. Bajo el efecto embriagante de este gas arrojó ácido sulfúrico a dos transeúntes y fue arrestado. Al salir bajo fianza fue presa de una intensa depresión. Entre vapores de cloroformo se cercenó la arteria femoral y se desangró una noche de 1848 a los 33 años de edad.

Éter y drogas
Daguerrotipo de aplicación de éter en el Massachusetts General Hospital de Boston en 1846.

Visitemos a una personalidad científica muy distinta. En 1854 apareció un tratado de química del cerebro firmado por el científico, explorador y aristócrata alemán Ernst von Bibra (1806-1878). El libro contiene información sobre diferencias químicas entre regiones del cerebro, individuos de distintas edades y de diferentes especies, con lo que se perfila la neuroquímica regional, del desarrollo y comparada. Un año más tarde, en 1855, el mismo von Bibra publicó un tomo sobre sus extensos viajes por todo el mundo en busca de las drogas y plantas llamadas genéricamente “narcóticas” en esa época. El libro contiene capítulos sobre el café, el té, el mate, el chocolate, el kat de los árabes, la coca de los andes, el opio y el hachís, entre otros. La fascinante personalidad académica de von Bibra liga la neuroquímica con la psicofarmacología como un heraldo de teorías que cundirían un siglo más tarde.

En 1884 se publicó el primer estudio extenso y sistemático sobre la composición química del cerebro, firmado por un otorrinolaringólogo alemán afincado en Londres de nombre Johann Ludwig Wilhelm Thudichum (1828-1901). Además de ejercer su especialidad, este bioquímico competente y polifacético fue un experto en la química de los vinos y del cerebro. En el sótano de su casa organizó un laboratorio en el que analizaba la química de sesos obtenidos en el rastro de la ciudad, además de algunos humanos provenientes de autopsias. Usando solventes orgánicos, aisló, caracterizó y bautizó diversos lípidos cerebrales con nombres tan sugerentes como esfingomielinas o cerebrósidos. Al final del tratado propuso una hipótesis neuroquímica de un padecimiento psiquiátrico, heraldo de doctrinas que prevalecieron en la psiquiatría mundial en la segunda mitad del siglo XX y que en su momento veremos con algún detalle.

Hoy se conoce que la composición química del cerebro es fundamental para entender sus funciones, entre ellas las que fundan o integran actividades mentales. Un ejemplo contundente es el efecto que tienen los psicofármacos sobre las emociones, las percepciones o los pensamientos, pues estas moléculas químicas, muchas de ellas aisladas de plantas mágicas y sagradas de México y otras partes del mundo, afectan la mente modificando la transmisión química de información en el cerebro por su interacción con diversos receptores o enzimas.

La noción de receptores a fármacos se debe al médico alemán Paul Erlich (1845-1915), premio Nobel de 1908 por introducir el salvarsán para tratar la sífilis, importante causa de locura en el siglo XIX y con ello la noción de quimioterapia. También descubrió la barrera que filtra las sustancias químicas que tienen acceso al sistema nervioso a partir de la sangre, y los receptores, macromoléculas celulares que se ligan por afinidad química a los fármacos. Hoy se sabe que desde ese nanométrico abrazo molecular los psicofármacos desencadenan sus efectos mentales y conductuales, operación psicoquímica cuya dilucidación científica resolvería en alguna medida el enigma conciencia-cerebro. Reincidiremos sobre los avances y las dificultades de semejante empresa.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).

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