En el primer tercio del siglo XX, Viena fue un caldero de creaciones filosóficas, artisticas y científicas expresadas en labores que hemos revisado ya, como la filosofía de la ciencia de Ernst Mach, la teoría psicoanlítica de Freud o el descubrimiento de la acetilcolina como un primer neurotransmisor por Otto Loewi. Al torrente creativo vienés habrá que sumar la dorada plástica art nouveau de Gustav Klimt, la intensidad de las figuras humanas pintadas por Egon Schiele, las novelas de Stephen Zweig o las sinfonías de Gustav Mahler y de Arnold Schoenberg. Enfocados en aquella capital cultural, en el presente y el siguiente capítulo visitaremos a una célebre agrupación de pensadores, el llamado Círculo de Viena, y a un allegado de vida y obra excepcionales: Ludwig Wittgenstein.
El Círculo de Viena fue un grupo heterogéneo de filósofos dedicados a la filosofía de la ciencia surgida en los trabajos del vienés Ernst Mach, físico y filósofo empirista interesado en las sensaciones. El grupo se congregó hacia 1922 alrededor de Moritz Schlick (1862-1936) y, a pesar de las diferencias entre sus miembros, forjó una doctrina reconocible plasmada en su manifiesto de 1929. Entre sus postulados hay que mencionar de entrada al empirismo lógico, la idea que el conocimiento científico válido proviene no sólo de los sentidos, sino de la observación dirigida y la intervención metódica sobre el mundo real guiada por una lógica que garantice la veracidad del procedimiento y el razonamiento. Esto aplica no sólo en el quehacer práctico, sino tambien a las teorías, pues no todo en ciencia es observación y experimento. Ahora bien: los datos sólidos generados por la observación y la medición son los que determinan la formulación de la teoría y en caso necesario su corrección o refutación.
Otro principio empirista distintivo del Círculo de Viena se refiere a que cualquier cuestión que no pueda ser puesta a prueba mediante la observación y el experimento no es científica, ni tiene sentido. Las cuestiones tradicionales de la metafísica, como la existencia de Dios o del alma deberían dejarse de lado no solo de la ciencia, sino del conocimiento en general, pues se trata de cuestiones vacías y sin significado porque no tienen contenido fáctico, pues no se pueden ubicar sus elementos físicos y empíricos, como sería el caso del espíritu o, en el tema del problema mente-cuerpo, la conciencia. En suma: la verificación es la piedra angular no solo de la ciencia, sino del significado lingüístico.
Subyace a todo esto un realismo crítico que con certeza mantiene la existencia de un mundo independiente de los seres humanos y al que la ciencia tiene acceso mediante una observación objetiva independiente de las creencias y sentires subjetivos del observador. Se ha dicho que la filosofía del Círculo es neopositivista, pues establece una separación tajante entre observador y observación, entre sujeto y objeto. Esto tiene relevancia para el problema mente-cuerpo pues la mente es algo subjetivo, propio del sujeto, y no podría ser objeto de observación. Este escollo a la investigación científica de la mente, en particular de la conciencia, ha sido un tema de discusión y de polémica constantes desde entonces.
Otro principio asociado a la escuela vienesa es que las hipótesis científicas, aquellas conjeturas lógicas y formales sobre la posible respuesta a un enigma o a un problema científico particular, deben ser puestas a prueba mediante la observación, la medición o el experimento de tal forma que si son confirmadas y verificadas por investigaciones independientes se constituyen en leyes científicas. Es un principio metodológico, pues se refiere a un método científico cuya estructura para el Círculo de Viena debe ser común para todas las ciencias. La unidad de las ciencias se definiría entonces por un método riguroso y común para verificar hipótesis. En todo trabajo de ciencia formal publicado en las revistas especializadas los pasos del método se plasman así: el planteamiento del problema, la hipótesis a probar, el uso de materiales, métodos y procedimientos para poner a prueba la hipótesis, la obtención de datos resultantes y finalmente su interpretación lógica. Hay disciplinas que cumplen bien con estos requisitos, como la física, la química o la biología, ciencias llamadas exactas o duras, en tanto que otras, como las ciencias sociales, no se plantean en términos tan precisos ni los requisitos se cumplen cabalmente. El caso de la psicología es especial, pues si se concibe como la ciencia de la psique, los conceptos de mente y sus actividades son de difícil definición y verificación. En vista de esto, una corriente de estudiosos reorientó el objetivo de la psicología al estudio de la conducta, un proceso observable y mesurable. Así, la doctrina del conductismo no sólo dispuso una metodología de anlálisis de la conducta, sino una filosofía empírica de la psicología como una ciencia. Volveremos al conductismo con más detenimiento.
Otro principio metodológico del empirismo lógico es que el objeto de estudio debe ser analizado en sus partes para determinar sus elementos constitutivos y cómo se articulan. A esta forma de enfocar y concebir un objeto científico se le conoce como reduccionismo, pues pretende explicar una estructura o un fenómeno por sus componentes. Quienes aprueban esta estrategia conciben a un organismo biológico como un conjunto de órganos y sistemas, a estos como una colección de tejidos a su vez compuestos y explicables por sus células, las cuales son estructuras de moléculas y estas de átomos. En el caso del problema mente-cuerpo el reduccionista diría que la mente se verá explicada satisfactoriamente por el estudio del cerebro en sus niveles sucesivos y cada vez más finos de operación, hasta llegar a las neuronas y a los neurotransmisores que las comunican. Al final de la reducción científica estaría la física como la reina de las ciencias. En los años que fue dirigido por Rudolf Carnap (1891-1970) el Círculo adoptaría una recia filosofía materialista respecto al problema mente-cuerpo que tomó el nombre de fisicalismo pues la noción de materia estaba puesta en entredicho por la física. En 1932 Carnap publicó “el lenguaje fisicalista como el lenguaje universal de la ciencia” donde elabora un giro linguistico de la filosofía que tiene relación con el primer gran trabajo de Wittgenstein.
El empirismo lógico, el neopositivismo y otras nociones de Círculo fueron analizadas y criticadas durante todo el siglo XX. Algunas se consideraron rebasadas por juzgar a la ciencia empirista como la única fuente de conocimiento válido, algo que fue denominado cientificismo. En referencia al reduccionismo, presiste la utilidad de examinar y explicar el todo por sus partes, pero se valora tambien el estudio de la estrcutura íntegra por sus propiedades emergentes que no explican sus secciones. Nos acercaremos pronto al trabajo de Herbert Feigl (1902-1988) sobre “lo mental y lo físico” realizado en el exilio en EE.UU. en 1958.
Las doctrinas del Círculo de Viena agitaron las instituciones académicas y fueron adoptadas tácita o deliberadamente por muchos científicos, en especial en las ciencias exactas y experimentales, aunque cuestionadas y rebatidas por las sociales y las humanidades. Estas ideas no sólo cuestionaron la posibilidad de investigar a la mente y la conciencia, sino incluso a la argumentación sobre su relación con el cuerpo como una labor metafísica de escasa o nula utilidad, fuera de la definición precisa de los términos, una aportación muy valiosa de su enfoque. Iremos viendo las réplicas planteadas a estos obstáculos y la manera como las interdiscipinas llamadas psicobiología, psicofisiología o neurociencia cognitiva abordaron los aspectos mentales, conductuales y fisiológicos con dificultades y resultados muy pertinentes al problema mente-cuerpo. Seguiremos tocando tanto a los esfuerzos filosóficos como a los científicos relevantes al problema.