Andanzas vitales y semánticas de un filósofo inusitado

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Si alguna figura del siglo XX se acerca al arquetipo del filósofo amante de la sabiduría, del rastreador de la verdad cuya vida gira sobre esa meta, ese personaje bien puede ser Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Nacido en Viena en el seno de una familia judía acomodada y educado de chico por profesores privados, el joven Ludwig estudió diseño aeronáutico que derivó en un marcado interés en las matemáticas y sus fundamentos lógicos. Este interés encontró su mayor venero en la magna Principia Mathematica de Alfred Whitehead y Bertrand Russell y lo motivó a consultar a este último quien, impresionado por su potencial y talento, lo disuadió de estudiar aeronática para dedicarse a la filosofía. Pero en vez de tomar este camino avalado por el destacado filósofo inglés, en 1913 construyó una cabaña en Noruega y visió aislado en ella, aunque mantenidendo correspondencia con su mentor. Al año siguiente se alistó como voluntario en el ejercito austriaco y por cuatro años llevó una libreta de notas filosóficas en su mochila de soldado. Al caer prisionero de los italianos logró hacer llegar a Russell los apuntes con el título de Tractatus logico-philosophicus. Al final de la guerra discutió con él detalladamente el escrito y lo publicó en 1921, llegando con el tiempo a ser uno de los libros de filosofía más influyentes del siglo XX.

Restos de cabaña-Wittgenstein
Restos de la cabaña que Wittgenstein construyó en Luster (Noruega) y en la que vivió hacia 1913.

Luego de recibir un doctorado en Cambridge con el Tractatus, Wittgenstein abandonó de nuevo el trabajo filosófico y de regreso en Austria fue sucesivamente un duro maestro de primaria en varias aldeas, jardinero de un monasterio y arquitecto vanguardista de la casa de sus hermanas. En 1927 se reunió ocasionalmente con los fundadores del Círculo de Viena para discutir sobre sus ideas, con lo cual rebasó el Tractatus y nacieron sus Investigaciones Filosóficas. Cuando el Reich alemán anexionó Austria en 1937, Wittgentein adoptó la ciudadanía inglesa, tomó una cátedra de filosofía en Cambridge y colaboró como enfermero durante la Segunda Guerra. Renunció a Cambridge en 1947 y falleció de cáncer en Irlanda en 1951.

Wittgenstein-Trinity
Foto de Wittgenstein en 1929, al ingresar al Trinity College en Cambridge.

Ese hombre apasionado, introvertido, atractivo y homosexual, no sólo fue una persona fascinante e insólita, sino también un filósofo original o incluso genial. Es preciso resumir algunas de sus ideas básicas para acercanos a su consideración del problema mente-cuerpo, que puede ser considerada crucial. Mediante un estilo de frases cortas y aformisos que recuerda al Sócrates de los Diálogos de Platón, el esfuerzo de su Tractatus está abocado a esclarecer cómo se relaciona el lenguaje con la realidad del mundo y a mostrar que esa relación está repleta de obstáculos y equívocos semánticos. Una de sus ideas se ha definido como una teoría pictórica del significado, una comparación entre la forma en la que una pintura representa al mundo y la forma en que una frase lo hace. Según la teoría, el pensamiento pinta los hechos del mundo no necesariamente porque asociamos una imagen mental a un concepto verbal, sino porque el paisaje de la lengua está estructurado como la realidad. La estructura del lenguaje está tan determinada por la realidad que permite a los humanos hablar del mundo no sólo porque las palabras representan cosas, sino porque los términos en una frase tienen una relación entre sí que corresponde a la relación que tienen en el mundo las cosas entre sí. Es por esta razón que el lenguaje tiene significado.

Casa de Wittgenstein-Viena
La casa Wittgenstein de estilo “racionalista” en Viena, en cuyo diseño colaboró el filósofo hacia 1927.

En sus posteriores Investigaciones filosóficas Wittgenstein cambió su noción de la analogía pictórica del lenguaje por otra que plantea a la lengua como una herramienta de uso. Las palabras serían como instrumentos en dos sentidos: el significado de una palabra está en su uso y el lenguaje se organiza como un juego que determina el pensamiento. Muchos problemas filosóficos vendrían a ser juegos del lenguaje y el filósofo no puede mucho más que descubrir y describir cuales son las reglas de cada juego. El objeto de la filosofía vendría a ser el de otorgar claridad a la cuestión de qué significan las cosas en vez de la tarea tradicional de la metafísica de explicar lo que las cosas son. Una de las reglas generales es la totalidad, pues el significado de cada frase individual depende de la estructura general del lenguaje y se deriva de ella. A diferencia del Tractatus donde consideró a la religión como un lenguaje sin sentido, en esta etapa la juzgó como otra forma de juego con una gramática distinta de la ciencia, pues no formula la realidad ordinaria.

Foto de Wittgenstein
Fotografía no fechada de Wittgenstein, tomada probablemente en la década de 1930.

Se ha dicho que la filosofía de Wittgentein tiene elementos terapéuticos en el sentido de que una persona debe aclarar el sentido del lenguaje que utiliza y en el que piensa para desentrañar los significados, lo cual tiene similitudes y diferencias con el psicoanálisis de su conciudadano Sigmund Freud. El “paciente” en cuestión debe darse cuenta de que hay varias maneras de ver la misma cosa, algo que ilustra de manera célebre con el dibujo ambiguo de un pato-conejo. En pocas palabras: el método de Wittgenstein esta destinado a deshacer el nudo de significados al que aludió Schopenhauer mediante un análisis gramatical y semántico.

Figura pato-conejo
La figura ambigua pato-conejo fue usada por Wittgenstein para mostrar que “ver como”, es distinto de “ver que”. La imagen puede ser vista como pato o bien vista como conejo, pero no como las dos cosas a la vez. El sujeto más que interpretar, reporta cómo ve la figura y esto aplica al significado de los conceptos.

Esto último ya incide en lo que Wittgenstein piensa sobre el problema mente-cuerpo. Su idea fundamental es que las explicaciones y soluciones del problema parten de nociones de “mente,” de “cuerpo” o de “problema” que finalmente son conceptos construidos en aseveraciones. Visto así, el problema mente-cuerpo no es directamente sobre la realidad, sino una cuestión lingüística sobre la estructura misma del lenguaje que depende de su gramática y su semántica; de la noción que se tenga sobre la mente, la conciencia y el pensamiento o, en la misma medida, sobre el cuerpo, el cerebro, y la conducta. Los conceptos tradicionales de mente y de cuerpo que entran en la discusión le parecen vacíos, y se opone tanto al monismo como al dualismo. Considera a estas supuestas soluciones como mitos que tienen significados muy diversos y variables de acuerdo al contexto de su uso.

Con notable astucia Wittgenstein se refocila en mostrar cómo el lenguaje determina que los juegos de palabras usados sobre la realidad son juegos bastante confusos. En este caso, el objetivo del filósofo vuelve a ser el detectar cómo se usan los conceptos, cómo se derivan los significados y cómo surgen las confusiones conceptuales del juego de palabras y juicios que se conoce como “problema mente-cuerpo”. Ya hemos visto que algunos filósofos previos habían adelantado esta dificultad, como fue el caso de Kant, pero la manera como Wittgenstein lo aborda y explora constituye la aportación más relevante y puntual del papel de los conceptos en la estructura, formlación y entendimiento del problema.

Aunque la tesis de Wittgenstein parece extrema, debemos aceptar que el problema mente-cuerpo es un dilema metafísico sobre la naturaleza de la realidad que depende de ciertos conceptos cuyos significados varían en diferentes épocas y lenguas. Una conclusión optimista es la necesidad de definir de la manera más clara y precisa posible los términos en uso, pues son las herramientas del pensamiento, del discurso y de su transmisión. Es también procedente aceptar que hay algo más que mente y cuerpo cuando se diserta sobre la mente y el cuerpo. Ese algo es la dimensión social del lenguaje que no se reduce a sujeto y objeto. Con Wittgenstein aprendemos que la conducta de comunicación es un elemento crucial del problema mente-cuerpo en su dimensión social. Con su inclusión esquivamos el solipsismo que a veces se atribuye a Wittgenstein en el sentido que vivimos encerrados en nuestro mundo, pues nuestro lenguaje y pensamiento constituyen los límites de ese mundo.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).

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Interesantísimo el artículo. Debo decir que el tema del cuerpo (consciencia encarnada según Merleau Ponty), y su relación con la lengua es un tema que investigo desde hace tiempo, pero esporádicamente. En mi blog dejé un trabajo personal sobre la relación ebtre el cuerpo y la poética personal. Teniendo en cuenta el tema del género. Creo que algunas proposiciones del doctor Díaz Gómez ciando rescata la dimensión social de la relación alma-cuerpo.

Me agradaría intercambiar ideas con el Doctor José Luis Díaz Gómez

José Luis Díaz Gómez

Muchas gracias por su amable comentario Martha Alicia. Poco más adelante me referiré a Merleau Ponty y otros autores que enfocaron el tema de la situación corporal y ambiental de las criaturas cognitivas, en especial de la humana. Me interesa mucho la dimensión de género pues es relevante al problema mente-cuerpo y pienso tambien atenderla a propósito del trabajo de Simone de Beauvoir. en el futuro próximo. Me encantaría conocer su trabajo sobre el cuerpo y la poética. En mi página (www-joseluisdiaz.org) encontrará mi correo.
Saludos cordiales

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