La biología de la conducta social y el cerebro corporativo

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La intensa polémica entre las opciones polares de las causas biológicas, o bien sociales, de la conducta y los procesos mentales empezó a resolverse en el último cuarto del siglo XX. El tópico se inicia en 1975, a raíz de la publicación de Sociobiología de Edward O. Wilson, un respetado entomólogo de Harvard, nacido en 1929, y que fue un acicate para la discusión académica, pues planteó que la conducta social es resultado de la evolución biológica y por mecanismos darwinianos. El voluminoso texto abundó en evidencias de la participación de elementos genéticos y heredados en los comportamientos sociales en muchas especies animales. El debate surgió por el capítulo 9, en el que se propone que en la conducta social humana interviene también un factor biológico, evolutivo y genético, lo cual disminuye la importancia de los factores históricos, económicos o de clase, que hasta ese momento se daban por las causas únicas o al menos preponderantes de los comportamientos sociales en el ser humano. La tesis fue rápidamente criticada por Stephen J. Gould y Richard Lewontin, por sustentar un determinismo genético, lo cual era, en buena medida, certero, aunque la sociobiología fue exitosa en traer a la discusión las causas biológicas de los comportamientos sexuales, la agresión, el altruismo o el cuidado parental de las crías.

sociobiología
Edward O. Wilson en 2003 y la portada de su libro ‘Sociobiology’, aparecido en 1975.

Al año siguiente del libro de Wilson, en 1976, el etólogo británico Richard Dawkins, nacido en 1941, sostuvo una tesis biológica y genética aún más radical en su libro The selfish gene (traducido como El gen egoísta). Según Dawkins la evolución opera sobre los genes y no sobre los individuos, en el sentido de que los genes que proporcionen ventajas reproductivas tenderán a ser heredados por un número cada vez mayor de individuos, considerados así como sus envases o portadores. Un hecho que parecía contradecir esta tesis es el altruismo, el tipo de conducta que presenta un individuo en favor de otros y que disminuye sus posibilidades de sobrevivencia y reproducción. Dawkins elaboró una explicación documentando que, en muchas especies, las conductas altruistas se dirigen hacia parientes cercanos del emisor y por lo tanto favorecen a sus genes en común, un mecanismo denominado adecuación inclusiva. Ahora bien, Dawkins no negó la influencia del aprendizaje social, e introdujo al respecto un utensilio de tipo evolutivo y epidemiológico: el concepto de meme. Los memes serían unidades de información responsables de la transmisión cultural y se propagarían en las poblaciones humanas mediante la imitación, siguiendo pautas similares a las infecciones por virus. Ejemplos de memes serían los rumores, los dichos, ciertos gestos de saludo o de insulto, un paso de danza, la “V” de la victoria, etc. Un caso particular de meme conocido desde sus inicios en la Guerra Civil estadounidense es la expresión “OK”, para significar algo positivo, y que se propagó hasta abarcar la mayor parte del planeta. Para Dawkins el concepto de meme es análogo al de gen y está sujeto a reglas biológicas básicas, de tal manera que la conducta social humana podría explicarse por una fórmula elemental: genes + memes.

mente y cerebro
Portada de la 15ª edición en castellano de ‘El gen egoísta’ (aparecido originalmente en inglés en 1976) y su autor, Richard Dawkins, en 2009.

Con base en los postulados de Wilson y de Dawkins, a finales de los años 80, varios investigadores de la Universidad de California desarrollaron la llamada psicología evolucionista que subrayó los factores evolutivos de corte darwiniano en las conductas sociales humanas, en especial las estrategias de cortejo y otros comportamientos que determinan la reproducción de los individuos. A pesar de que la teoría parecía excesiva en amplitud, con buen sentido los psicólogos evolucionistas consideraron necesario fundamentar sus propuestas, tomando en cuenta al cerebro como elemento clave en la expresión de la mentalidad y el comportamiento. Para ello, propusieron que la estructura modular de la mente y del cerebro es lo que permite la adaptación de rasgos psicológicos particulares y ampliaron la tesis de Jerry Fodor, afirmando una modularidad masiva, de tal forma que cada conducta adaptativa estaría siendo instanciada por un módulo del cerebro, una teoría que no se encuentra comprobada por datos empíricos.

evolución humana
Portada del texto ‘La mente adaptada’ (1995) de Barkow, Cosmides y Tooby, exponentes destacados de la psicología evolucionista.

Para comprender mejor la tesis evolucionista se puede invocar un hecho estético: la proporción que se considera más atractiva entre la cintura y la cadera en la mujer. A través de la historia del arte, y en todas las culturas, se ha detectado que la proporción considerada más estética y de mayor atractivo sexual es de cerca a 0.7, la llamada proporción áurea. Su universalidad y prevalencia serían testimonios de una selección evolutiva del atractivo sexual que influye en la selección de pareja. Dado que este índice expresa la distribución de grasa como carácter sexual secundario en la mujer, se supone que en su base biológica es un mecanismo de selección de la pareja óptima para la reproducción. Sin embargo, se conoce que hay excepciones culturales a esta regla en poblaciones sometidas a diversos grados de hambruna, lo cual demuestra que, como casi todo comportamiento social, el factor evolutivo-genético-biológico es modulado por un factor cultural-aprendido.

genes
La proporción cintura/cadera considerada más atractiva es consistentemente cercana a 0.7, la proporción áurea de las matemáticas, como ocurre en el clásico ‘Venus del espejo’ de Diego Velázquez (@ 1650). La universalidad de esta proporción es tomada por la psicología evolucionista como prueba de una determinación genética de la selección de pareja reproductiva.

Una interdisciplina que ha venido a fortalecer esta noción es la llamada neurociencia social, el estudio de las bases y repercusiones cerebrales de los comportamientos sociales. Ya en 1983 el británico Nicholas Humphrey había propuesto que la vida en común de los homínidos primitivos había exigido la aparición de la conciencia humana con el objeto de colegir los estados mentales ajenos para predecir el comportamiento esperado de los congéneres. A finales del siglo pasado el neurocientífico Robin Dunbar, nacido en Liverpool en 1947, propuso que la demanda social es una presión evolutiva sobre el cerebro y se manifestó en el hecho de que los cerebros más voluminosos y las habilidades cognitivas de los homínidos evolucionaron mediante intensa competencia social, con el fin de obtener mayor éxito reproductivo. De esta forma, para explicar el notable incremento de la masa encefálica, a partir de las primeras especies de Homo, Dunbar propuso que las demandas de la vida social seleccionaron los cerebros mayores. Para afirmar esto, él demostró que hay una correlación entre el número de miembros promedio en los grupos de muchas especies de primates y el grosor de la corteza cerebral frontal. Hoy se sabe que varias medidas de partes del cerebro en especies de primates se correlacionan con factores sociales.

correlación número promedio
Correlación entre el número promedio de individuos en tropas de diversas especies de primates y el grosor de la corteza cerebral frontal como demostración del “cerebro social”, por Robin Dunbar (en 2011).

Diferentes trayectorias de investigación situadas entre las ciencias naturales y las sociales han confluido en un conglomerado de métodos y modelos que conjugan aproximaciones neurobiológicas y de cognición social. Así, la moderna interdisciplina de la neurociencia social engloba teorías y datos empíricos sobre las bases y correlatos cerebrales de las conductas y las cogniciones sociales. La controversia entre quienes favorecen una explicación biológica/evolutiva/genética y quienes sostienen una interpretación histórica/cultural/aprendida de la conducta social humana parece disolverse con base en los conocimientos que la neurociencia social ha proporcionado del cerebro, como un órgano evolutivamente diseñado para aprender por experiencia y acoplarse al medio, en especial a la vida social y a la cultura. Los genes seleccionados evolutivamente controlan capacidades cerebrales-cognitivas para inventar estrategias de aprendizaje que, al diseminarse entre la población, aceleran la evolución. Las dos explicaciones, supuestamente antagónicas, de los factores genético-biológicos y de los factores sociales y aprendidos son complementarias por un proceso de coevolución que ocurre entre los individuos y su entorno social.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor.

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