El yo y su nicho: sobre habitar, hábitos y hábitats

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En sus Meditaciones del Quijote de 1914, el entonces joven filósofo madrileño José Ortega y Gasset (1883-1955) implantó aquél célebre aserto de “yo soy yo y mi circunstancia,” el cual conviene citar en su contexto:

“Este sector de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona: sólo al través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo… Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.”

El sujeto para Ortega es un ser con el mundo, un ser compartido, pues el yo y la circunstancia están de tal manera trabados que la escena no sería ajena y accidental al sujeto, sino propia y específica. Vivir es enterarse, percatarse y tomar conciencia de la situación y de la coexistencia con el mundo, lo cual se define mejor en primera persona: me concibo a mí mismo en la medida en que me veo instalado en el mundo, en cuanto me ocupo de las cosas, de las personas, de mi circunstancia. Frente al idealismo (yo sin cosas) y al realismo (las cosas sin yo, yo entre las cosas), Ortega propone: yo con las cosas.

Ortega y Heidegger
José Ortega y Gasset hacia 1920, Martin Heidegger hacia 1914.

Una década más tarde, en El Ser y el Tiempo de 1927, Martin Heidegger (1889-1976) retoma de Hegel el fértil concepto de Dasein (literalmente “ser-ahí”) traducido al castellano por José Gaos como “ser-en-el-mundo” y de manera más diáfana como “estar-en-el-mundo” por el filósofo chileno Jorge Eduardo Rivera. El Dasein se volvió una noción clave del existencialismo, pues existir significa estar lanzado o arrojado en ese mundo donde la conciencia se absorbe y se encauza de manera interesada y práctica, pues estar-en-el-mundo implica posibilidad, eventualidad y ética. El pensador alemán concibe esta relación como sorge: el cuidado, la preocupación, la solicitud, de tal forma que, al pre-ocuparse y ocuparse de las cosas y de los otros con un propósito intencional, el humano moldea su entorno.

La influencia del pensamiento existencial de Ortega y Heidegger llegó a las Américas, y en especial a México, con los filósofos refugiados de la Guerra Civil Española. Así, Eduardo Nicol (1907-1990) hace una elaboración de la doctrina en su Psicología de las Situaciones Vitales, publicada en México en 1941, poco después de ocurrido el exilio. Resaltan en ella tres conceptos: la situación, la convivencia y el esfuerzo. En referencia a la situación, Nicol asevera que vivir es estar aquí y ahora en una realidad mutante y que el entorno forma parte vital del sujeto, el cual se constituye por la relación misma. En cuando a la convivencia destaca que la vida de una persona no puede ser comprendida por sí sola, como si fuera algo terminado, sino que implica relación y diálogo. Finalmente, hace referencia al esfuerzo y hermanándose al sorge de Heidegger, afirma que es necesario afanarse y optar.

Nicol y Zambrano
Eduardo Nicol hacia 1960, María Zambrano hacia 1975.

María Zambrano, otra ilustre filósofa exiliada de la Guerra Civil Española, reflexiona que con el correr del tiempo el ser humano se transforma y evoluciona con un sentido, porque su ser es un proyecto en camino de realizarse, un bosquejo que va madurando en la medida que se apropia de su entorno y va tomando conciencia de su “estar ahí”. Cuando llega a vivir conscientemente su propia realidad junto con los otros, la persona se dispone como un ser humano en plenitud. Nicol había dicho: “El hombre no es entero nunca, sino que se va enterando”. Como puede verse, en el pensamiento de Nicol y Zambrano queda diáfanamente claro el papel esencial que tiene el entorno en la construcción del sujeto humano y por lo tanto de su autoconciencia.

Alfred Whitehead.
Alfred Whitehead hacia 1915 y su libro Proceso y Realidad traducido al español en 1949. El original en inglés data de 1929.

Estar ahí no sólo consiste en un individuo situado en el mundo, pues el sujeto se va definiendo en gran medida por sus actos que resultan de actos pasados y engendran actos futuros; el presente se extiende indefinidamente en este transcurso de eventos que vienen a ocurrir, duran y pasan. Podría pensarse en este devenir a modo de un proceso en creación perpetua, como lo propuso Alfred North Whitehead en 1929, en el sentido de que la sucesión acontece porque las ocasiones se suceden sin parar en un proceso eterno de actualización. Whitehead calificó a su doctrina como una filosofía del organismo con la cual resalta el conjunto de ocasiones que conforman el proceso de las entidades orgánicas existentes. El organismo humano se ha ido ajustando a través de las edades a los cambios y restricciones del medio, lo cual ha redundado en una entidad ordenada y durable que este matemático y filósofo inglés concibe como self, el ser individual que mantiene su identidad a través de los cambios y de las experiencias siempre mutables. Este self está alojado en un nicho ambiental de orden físico, ecológico y social que ha sido modificado y adaptado por el propio ser humano. Y como parte esencial de las ligas que se establecen entre el self y el mundo están las bases de la ética.

Presa de castores.
Un ejemplo contundente de cómo la construcción de un nicho o hábitat cambia la evolución de una especie es la fabricación de presas por los castores. El mecanismo ecológico provee de una base biológica y conductual a las teorías filosóficas derivadas del Dasein (estar-en-el-mundo) que ensamblan el yo y su circunstancia (Fotografía tomada de Wikimedia).

Sugiero ahora que hay un incitante parentesco conceptual entre estas aproximaciones filosóficas existenciales y una teoría de la biología evolutiva muy posterior, conocida como construcción de nicho. En las ciencias naturales el nicho fue un concepto similar al de hábitat: el conjunto de variables ambientales que permiten a una población biológica progresar y mantenerse por un lapso de tiempo. La teoría de construcción de nicho agregó que el hábitat no sólo consiste en las condiciones del entorno natural, sino que los organismos las modifican y erigen otras, con lo cual adquieren un papel activo en la evolución, pues no sólo hay una herencia genética, sino también una herencia ecológica. Ocurre entonces una interacción bidireccional y complementaria entre una especie y su medio, entre el organismo y su entorno, pues los individuos generan cambios que a su vez seleccionan a los que progresan en ese entorno modificado. La idea de causas recíprocas entre agentes cognitivos y estructuras ambientales tiene así un paralelo a la idea de organismos constructores de nichos, que a su vez afectan a sus sucesores.

Ceifa em Anticoli
Ceifa em Anticoli (1903) de Pedro Weingärtner en la Pinacoteca do Estado de São Paulo. La agricultura tradicional representa un caso humano de cómo los hábitos se convierten en hábitats, concepto de Felipe Caro Boado.

La especie humana tiene una capacidad, una proclividad y una necesidad de cambiar su entorno, el cual hereda ya transformado por generaciones anteriores. Para el ser humano el mundo no sólo es un lugar donde estar, sino un taller, pues, como lo afirma gráficamente el arqueólogo Felipe Criado Boado: “El ser-en-el-mundo se concreta en hábitos y los hábitos se materializan en hábitats”. La construcción del nicho humano se ha caracterizado además por niveles cada vez más elaborados de cooperación y de socialización y ha dependido de un robusto sistema de cognición social conformado por el lenguaje, la comunicación y el diálogo.

El límite del cuerpo y del sujeto no es sólo la piel, pues existe una esfera de acciones y reacciones que subrayan tanto su centralidad interior, como su trascendencia exterior, gracias a su conducta deliberada y su lenguaje. Todo esto se expone y argumenta en la concepción actual de una cognición extendida y silvestre donde la mente, en tanto información simbólica, se concibe situada y embebida en el entorno.

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