Cerebro partícipe: neurociencia del ambiente mentalizado

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Según su propio relato, en 1907 estaba Albert Einstein sentado en su oficina de patentes de Berna, cuando una peculiar idea lo impulsó a desarrollar su teoría de la gravitación: una persona en caída libre no sentiría su propio peso. La feraz imagen es relevante a la mente situada, es decir, a la conciencia de uno mismo en relación al mundo, pues el cuerpo y la gravedad confluyen para instaurar un acto psicológico ampliado o extendido. Resuenan versos del poema significativamente titulado “Razón de estar” de José Ángel Valente (1929-2000): “Estoy en este aire que resiste mi peso / mi gravedad, mi dura memoria del futuro”.

Teoría de la gravedad.
Un sujeto en caída libre no sentiría su propio peso. Idea de Einstein para elaborar la teoría de la gravitación.

Al expresar por medio del verbo estar, la postura, el movimiento o la acción actuales, el aparato neuromental integra una imagen corporal dinámica que juega un papel cardinal en la autoconciencia. En efecto, los estados internos del cuerpo en relación a su homeostasis son procesados por una red de módulos cerebrales centrados en la corteza de la ínsula para dar origen a la interocepción. Ahora bien, cuando el hablante usa estoy para definir la emoción que siente recurre a un enlace entre las partes límbicas de su cerebro implicadas en la experiencia afectiva y las áreas frontales involucradas en la articulación del habla. Además, en tanto involucra presencia, el verbo estar se asocia a la atención, cuya base neuronal ha sido extensamente estudiada y a la que volveremos; en especial a la atención controlada por el sujeto que es una herramienta poderosa de su autoconciencia. De seguir por este camino veríamos que muchas de las funciones del cerebro son partícipes con procesos del cuerpo y el mundo y se plasman en los múltiples sentidos del verbo estar que llenan 36 páginas del diccionario Cuervo. Sea en referencia al estado transitorio del organismo como a su situación espaciotemporal, el cerebro juega un papel ineludible que se conoce mejor cada día. El cerebro es un participante esencial para la mente situada, permitiendo la activa conexión entre criaturas cognitivas y su entorno físico, social y simbólico. Revisemos algunos datos de esta conexión yo-mundo.

Cuando estar implica la posición y localización del individuo en el espacio y el tiempo, tiene como un sustrato cerebral específico a ciertas neuronas del hipocampo cuyo descubrimiento le ha valido el premio Nobel 2014 a John O´Keefe y al matrimonio Moser de Noruega. En 1971 O´Keefe descubrió que algunas células del hipocampo se activan cuando la rata de experimentación se encuentra en cierto lugar de un laberinto y por ello las llamó neuronas de lugar. En la región vecina al hipocampo de la corteza entorinal, los esposos Moser en 2005 identificaron neuronas que generan un sistema de coordenadas para navegar en un espacio con sentido. La falta transitoria de irrigación sanguínea o isquemia en el hipocampo produce un fenómeno neuropsicológico de amnesia global transitoria durante el cual el paciente desconoce su paradero y se pregunta precisamente: ¿dónde estoy?

John O’Keefe.
John O’Keefe y las neuronas del hipocampo que intervienen en coonocer la ubicación del sujeto en su entorno.

Otro ejemplo de una neurobiología del estar: la escena ante los ojos o los sonidos alrededor de los oídos se integran en el cerebro en dos vías que convergen desde las zonas de la corteza cerebral en su región occipital o temporal que reciben respectivamente la información de los ojos y de los oídos. Estas dos zonas, tienen una proyección dirigida al lóbulo temporal donde radican mecanismos necesarios para reconocer un objeto. Tienen tambien una proyección hacia el lóbulo parietal donde se integra la ubicación en el medio ambiente; el dónde se encuentra el objeto o de dónde proviene un sonido. En sus relevos posteriores los dos sistemas convergen hacia las zonas motoras y premotoras del lóbulo frontal, necesarias para percibir directamente las posibilidades de interacción que tiene el sujeto con el objeto ya reconocido y ubicado, lo cual constituye el affordance de James Gibson que hemos referido en varias ocasiones.

Libros antropología cerebral
Portadas de Brain, Symbol and Experience y de Antropología del cerebro que relacionan la conciencia con el mundo en términos de los símbolos culturales.

En su libro de 1993, Brain, Symbol and Experience, el neuroantropólogo Charles Laughlin, el historiador John McManus y el psiquiatra Eugene D’Aquili, analizaron el proceso simbólico como elemento común a la cultura, la conciencia y el cerebro. Conciben el símbolo externo o cultural como un estímulo doble en el sentido que codifica, por un lado, una liga con el objeto y, por otro, con el agente. De esta forma, el significado del símbolo está mediado por procesos en la cultura acoplados a procesos cerebrales mediante una práctica, de tal forma que ciertos procesos neurofisiológicos llegan a recrear símbolos o significados. Según este denominado estructuralismo biogenético ocurre el siguiente ciclo del símbolo: incorporación selecta de signos y significados → procesamiento cerebral particular → conducta aprendida en el medio cultural. Una idea central de esta antropología cerebral es lo que denominan cognized environment, el ambiente mentalizado que proporciona un complemento necesario al acceso del sujeto al medio subrayada por la cognición situada. El antropólogo mexicano Roger Bartra esgrime una noción similar: el medio simbólico de la cultura forma una especie de exocerebro que considera crucial para el desarrollo de la conciencia humana. En mi interpretación, el medio simbólico es el asa externa que se enlaza y complementa con un asa interna de naturaleza neurocognitiva. El problema difícil de definir es la naturaleza del enlace.

La elaboración de los fundamentos biológicos, psicológicos, cerebrales y ambientales del estar allí o de la presencia, nos coloca ante el dilema de redefinir la representación mental ya no como una imagen o recreación del mundo que surge al final de una cadena de operaciones funcionales para constituir la herramienta abstracta del pensamiento, como lo sostiene la ciencia cognitiva clásica y su modelo computacional de la mente. Se plantea ahora la posibilidad de una representación mental dinámica que si bien se gestiona en el cerebro, resulta una herramienta concreta aplicada y situada de manera operativa en la relación del cerebro con el resto del organismo y del cuerpo con su mundo o su entorno.

Conexión total.
Figura alegórica de la unidad entre cerebro, mente, cuerpo y entorno en sistemas complejos del ingeniero Sergio Moriello (tomada de: https://vdocuments.mx/cerebro-mente-cuerpo-y-entorno-sergio-moriello.html).

Desde hace lustros las ciencias cognitivas dirimen una revuelta conceptual según la cual los procesos cognitivos, más que suponerse internos, subjetivos y separados del entorno, ocurren y se manifiestan en la relación del sujeto con el mundo a través de acciones de su cuerpo. La mente opera en tiempo real y se considera encarnada en un cuerpo, el cual, mediante operaciones sensorio-motrices, sitúa su faena más sustancial con el medio circundante. La relación estrecha y dinámica entre la mente, el cuerpo y el entorno sería la fuente, el escenario y el nicho de la cognición. La conciencia constituye el aspecto subjetivo de una capacidad cerebral incorporada en un organismo enclavado en un medio ambiente físico y cultural cambiante y restrictivo. La detección, experiencia y representación subjetivas de objetos, eventos, sujetos y del propio cuerpo son claves para advertir, incorporar, descifrar y modificar el ambiente natural y social.

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