¿Políticos y/o técnicos?

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Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión.

¿Usted que hace? 

J.M. Keynes.

En la coyuntura política que vive México muchos se plantean el dilema: ¿A quién desean para dirigir a la Nación en la siguiente Administración? ¿A un técnico o a un político?

Comencemos por interpretar qué es la política. Entre las más de dos mil definiciones que nos ofrece Easton, interpretemos aquella referente a la acción del hombre y la sociedad para manejar el poder legítimo hacia objetivos previamente aceptados y pactados con todas las fuerzas que se manifiestan al interior y en el entorno de un país.

Se trata, entonces, del ejercicio del poder con distintas intenciones: mantener el establishment, que sobre todo encuentra adeptos en las clases privilegiadas; cambiar todo para que todo siga igual, en la idea que sostiene Lampedusa en El Gatopardo (la apariencia del cambio); la evolución, modificar situaciones de manera reactiva y gradual a fin de retroalimentar la permanencia del sistema; el cambio estructural, propositivo, para dar cabida a nuevos actores, presentes por razones generacionales o socioeconómicas o dado el desgaste de la dirigencia; o bien, una real transformación, pacífica o violenta, para establecer nuevas condiciones de convivencia. También existe el riesgo de la involución en el vano intento de restablecer circunstancias ya superadas, y sin embargo, no asimiladas por ciertos grupos o personas.

Existen por los menos tres vertientes a través de las cuales el poder se siente y se nota: el poder político que ejerce la autoridad para conducir a la sociedad como un todo; el poder económico que dirige su esfuerzo a salvaguardar y acrecentar los recursos de que dispone; el poder social, cuyo respaldo y legitimidad se fincan en la movilización de la gente, por ideas, causas o intereses de grupo. De este modo la sociedad se ve naturalmente dividida, las divergencias provocan y mantienen una tensión constante entre los propósitos del Estado y los que persiguen quienes están sujetos a la autoridad. Se utiliza entonces la influencia hacia el gobierno para que éste incline sus decisiones hacia uno u otro flanco, dependiendo de la situación en conflicto.

En este escenario, quien posea el poder político tiene la posibilidad, no sólo de imponer la Ley sino hasta utilizar legítimamente la fuerza física. Se trata del máximo poder, tanto que se ha construido a lo largo de dos siglos, el marco para una lucha civilizada y democrática: elecciones libres y universales, partidos políticos y candidatos.

El proceso electoral en México está garantizado en todos los frentes, constitucionales, legales, reglamentarios e institucionales; pero los partidos políticos todavía no acaban de aprender cómo convocar al electorado a las urnas alejándose del chantaje o la manipulación, y a sus rivales, frente a disidencias coyunturales, a conjugar acuerdos de mayor aliento; los candidatos han caído en la desdeñable práctica de la mutua descalificación personal, alejándose del debate propositivo y programático que orienta a la ciudadanía y da fuerza a los compromisos.

En este camino, la pregunta inicial ¿Políticos o técnicos?, cobra sentido en un espectro más amplio, que rebasa los criterios tradicionales de los partidos para seleccionar candidato(a) a la Presidencia de la República.

Especulemos sobre una expertise que debiera poseer nuestro personaje, este perfil ideal se integraría por los siguientes factores:

  • La Experiencia en años de ejercer el poder, que brinda la capacidad de reaccionar en tiempo y forma ante una crisis y su gestión; haber estado sujeto a lo que nuestra Constitución establece como Responsabilidad Política, sin haber recibido sanciones administrativas, civiles o penales durante su carrera.
  • El Conocimiento jurídico, a fin de estar consciente de sus facultades y límites, en este caso del cargo tan delicado de fungir como Primer Mandatario, y la búsqueda constante de la justicia.
  • El Conocimiento económico, para que entienda que el país se gobierna en el complejo entorno de la globalidad y en el igualmente complejo entramado interior; el equilibrio en las decisiones resulta clave para conducir la nave a buen puerto.
  • El Conocimiento social, para tener la sensibilidad de la pluriculturalidad presente, de la desigualdad, de la pobreza, de la inseguridad, la violencia y la delincuencia.
  • El Conocimiento administrativo de los procesos y la disponibilidad de recursos que influyen en la toma de decisiones, su implementación, seguimiento y evaluación, que garanticen un cambio con estabilidad y resultados con valor social y productivo, palpables por toda la población, ricos y pobres.
  • La Vocación de servicio público, que sabe aprovechar las iniciativas de grupos sociales y económicos para encauzarlas hacia el interés general.
  • Un Liderazgo firme y probado, que sepa ratificar y rectificar sin menoscabo de la autoridad y asumiendo los costos implícitos de toda decisión política.
  • Una Estabilidad emocional para garantizar que las decisiones no son producto de corazonadas, ocurrencias o cualquier desviación de tipo personal que le impida ver el bosque y se centre en la plantita que está cultivando.

Así las cosas, las o los candidatos de cualquier partido han de reunir las características de un político-técnico, o al revés, de un técnico-político; no hay, pues, dilema. Sutilezas aparte, habrá momentos en que se requiera el predominio de cualquiera de las dos condiciones en el ejercicio de un poder tan grande y definitorio como el que se pone en manos del Presidente de la República.

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Angelita Sánchez Diaz

La descripción citadas sería lo ideal para un político experto, lo que llevaría a la buena conducción de un País, algunos presidentes han cumplido más de la mitad de los rubros citados y sin embargo este País está estancado , cuando tiene tanto potencial, sería bueno describir porque han fracasado esos presidentes anteriores , porque la discrepancia entre lo que ellos diagnostican y lo que los ciudadanos padecen? Donde está la coyuntura ? Y nunca como ahora se ve a un presidente sin liderazgo, sin conocimiento y con divorcio hacia la sociedad .

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