Democracia devaluada en América Latina

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No existe un solo modelo de democracia, para

todo el mundo; pero para todo el mundo tiene

que haber democracia.

Kofi Annan.

La Encuesta 2017 de Latinobarómetro, sobre el estado de la democracia en nuestra región latinoamericana revela una franca devaluación. Los resultados de esta investigación son oportunos, ya que el próximo año habrá elecciones presidenciales en Costa Rica, Colombia, México, Brasil y Venezuela.

En términos generales se percibe que la participación ciudadana en la toma de las decisiones políticas fundamentales y cotidianas ha decaído, entre otras cosas por el resurgimiento de un populismo, ahora mediático, y una operación clientelar de los partidos en la búsqueda del voto (electores al mejor postor).

Tal declive se refuerza por un desencanto ciudadano ante las cuarteadoras entre las expectativas y el desempeño gubernamental. Si a ello sumamos la enorme desconfianza respecto del liderazgo político de las instituciones, el interés por la política flaquea.

En estas circunstancias, la alternancia ha tomado vuelo en detrimento de una izquierda desdibujada y una derecha que no alcanza a definirse, dejando a un centro débilmente equipado para responder a los enormes retos que plantea el desarrollo; esta indefinición obliga a desahogar una agenda inmediatista, más bien reactiva, y coloca a los gobiernos en la complejidad que significa planear a mediano y largo plazos: como apunta la conseja popular: “lo importante es lo que nos queda del día de hoy y a ver como vienen las siguientes 24 horas… al fin y al cabo “mañana será otro día”.

La única certidumbre que se advierte en la Encuesta es la percepción del aumento del poder económico y un sentimiento de una mala distribución de la riqueza, y toda vez que la desigualdad se profundiza y la pobreza no se detiene, en todo caso se transforma y se constituye una fuente de conflictos y violencia, cantera de delincuencia común y organizada.

Latinobarómetro

Se advierte que hay una connivencia entre las élites económicas y políticas, dada la gran publicidad que recibe la corrupción por todos los medios tradicionales y nuevos; la política se ha judicializado y los problemas de la lucha por el poder y el dinero frecuentemente se resuelven en los tribunales, dada la fragilidad parlamentaria, con mayorías escuálidas en casi todos los países, debido a una excesiva pluralidad conducente a la ambigüedad y al debilitamiento del sistema de partidos.

En esta situación, el ciudadano de a pie siente que su opinión no cuenta, y como no cuenta se aleja, se construye una armadura de indiferencia. En pocas palabras, de manera creciente se percibe que se gobierna para unos pocos.

Una de las manifestaciones más objetivas para medir la temperatura de un sistema político, es la celebración de elecciones periódicas en tiempo y forma.

Probablemente 2018 brinde una nueva oportunidad a los partidos políticos (los más cuestionados) y candidatos (los menos creíbles), para revalorar la democracia, aprovechando la gran difusión de que disponen, con el fin de dotar a sus mensajes de contenido ideológico, de forma tal que permitan al electorado distinguir, diferenciar, y decidir sobre la base de valores y de ofertas coherentes, viables, confiables por su apertura; y por su disposición a ser fiscalizados en torno al cumplimiento o incumplimiento de sus propuestas.

Lo anterior nos coloca en la disyuntiva de optar entre el pragmatismo, en cierta medida necesario pero no definitorio, y los ideales acerca del país que deseamos vivir y heredar. Se trata de un cambio paradigmático en la concepción del desarrollo que hemos venido sobrellevando por más de tres décadas: si hay algo común en la región latinoamericana es esa capacidad de resiliencia.

¿Las elecciones de 2018 nos pondrán frente a esta disyuntiva? Poniéndolo en blanco y negro, se enfrentan continuidad vs. alternancia; imposición oficialista vs. democracia participativa; ideología vs. pragmatismo; ¿Qué partidos y qué candidatos serán los Ases de la contienda? Quizá resulte ser el que tenga la imaginación y la habilidad de acercar a los opuestos.

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María de Los Ángeles SAnchez Díaz

Creo que estas elecciones son de mucha confusión por alianzas tan disimbolas, los antes enemigos o opuestos hoy se coaligan en uno solo, van tras el poder sin ideología, sin importar sus propias filosofías políticas de agrupaciones políticas , lo que les dio vida ; hoy como nunca lo más importante es la compra de votos y la pregunta es será acaso que los gobiernos quieren un pueblo empobrecido e ignorante para manipularlo electoralmente?

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