Firmado el deshielo entre Jong-un y Trump

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Singapur, un pequeño país asiático (con alrededor de 6 millones de habitantes), se convirtió este 12 de junio en la sede del histórico encuentro, apretón de manos y firma de la declaración conjunta de los líderes norcoreano y estadounidense, Kim Jong-un y Donald Trump, después de un largo y distendido escenario de confrontación retórica que encendía todas las alarmas en los cinco continentes. En el documento ha quedado patentada la disposición de Trump a brindar seguridad a Corea del Norte y gestionar la incorporación plena de este país al concierto de las naciones; entretanto, Jong-un ha reafirmado su compromiso hacia la desnuclearización de la península coreana.

En un principio, es preciso destacar la actitud de “humildad” de los dos mandatarios, con este primer acercamiento de “más alto nivel”, pues con el mismo se contribuye a bajar la tensión internacional ‒en medio de un contexto global de confrontación de ideologías y formas particulares de ver el mundo‒; pero además pone en la mesa de discusión la necesidad de agotar todas las instancias del diálogo para resolver aun las más ácidas disputas humanas en la lucha eterna por la prevalencia de la paz.

Creo que este signo de cordialidad que se ha presentado en un lugar neutral, debe ser reinterpretado a escala global como una especie de “metodología diplomática efectiva” para lograr en consensos en un planeta asfixiado por el disenso y la falta de acuerdos permanentes, que den paso a la solución de los grandes problemas globales como: programas nucleares con fines bélicos, extrema pobreza económica, terrorismo internacional, crimen transnacional, y deficientes sistemas sanitarios diseñados para responder a enfermedades, en lugar de prevenir la incubación y desarrollo de las mismas.

Presidente de Corea del Norte y Presidente de Estados Unidos

Por otra parte, la solución preventiva de estos conflictos internacionales debería pasar por una educación de ingeniería nuclear uniformada, basada en elementos de formación profesional como la bioética, la solidaridad, esquemas estandarizados para la producción nuclear, así como la desactivación de los criterios ideológicos y regionalizados que a lo único que contribuyen es a la consolidación de regímenes cerrados, una verdadera y auténtica paradoja en el contexto globalizado en el que nos encontramos inmersos.

Cabe señalar que tal reunión entre estos dos dignatarios, puede contribuir a un “nuevo entendimiento” entre las potencias occidentales y líderes de países como Rusia y China, Vladimir Putin y Xi Jinping, quienes quieren un mayor y central protagonismo en la búsqueda de una solución multicultural consensuada a los diversos conflictos en el orbe. Ya lo han demostrado en otros escenarios como el de la situación con Siria, en donde indiscutiblemente han evitado un involucramiento vertical de Estados Unidos. Estos dos jefes de Estado, con amplio protagonismo y zonas de influencia exterior, sin lugar a dudas han empujado para la consecución de esta cita entre Trump y Jong-un, misma que desde su comienzo ha sido concebida como una plataforma que servirá para sentar las bases de una paz duradera que cierre las puertas a la distensión.

Pienso que este paso al frente, en la búsqueda de un acuerdo que permita “sanar las heridas” de la discordia, lleva en sí mismo un doble sentido: por una parte, es un mensaje claro a Estados Unidos en el aspecto de que debe ceder espacios que anteriormente eran considerados de su propiedad (a raíz de imposiciones verticales por la fuerza con la complicidad de aliados ocales); por otra parte, es un llamado al multilateralismo para encontrar y transitar hacia los senderos de la paz y el entendimiento a nivel planetario. Un ejemplo de lo anterior es la exigencia pública de respeto mutuo hecha por el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, a su par estadounidense Donald Trump.

En síntesis, lo que se ha pactado en Singapur es un llamado a un encuentro global de las diversas ideologías y migrar de una doctrina extremista ‒que a la larga sólo causa separación y divisiones‒; a un sistema que permita validar las diversas formas de pensamiento en aras de crear las condiciones adecuadas para la construcción de verdaderas y auténticas democracias que privilegien el respeto a los derechos humanos en sus diversas manifestaciones; sobre todo, el relacionado a la paz.

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