Riviera veracruzana, centro-norte

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¿Cuando renunciamos a ser grandes en cultivos nuestros? ¿O nos quedaremos en la resignación de la vainilla de Papantla como melancolía de lo que fue ….?

Toda Riviera es frontera entre mar y tierra, obviedad en soledad. Sólo el ambiente natural y los siglos de historia, le asignan una personalidad distintiva, si es que la tiene. Muchas Rivieras viven en la orfandad o en el entrecruce del pasado con el presente, que reviste un futuro desconocido. La Riviera veracruzana de Centro-Norte, la recubre una cuna milenaria, paisaje de la cultura madre precolombina y puerta de entrada del hierro que en batalla con lanza y penacho, es testigo de la formación de lo que es México. Así de grande es el significado de la Costa veracruzana, entrada al mestizaje y permanente vigía contra el enemigo.

El mito de las playas grises, que en cobaltos funden el mar y cielo que el Norte no puede nunca despejar, parece que pierde vigor. La frontera entre la cadena montañosa que resguarda un cementerio totonaca y pequeños acantilados, interrumpidos por el jugueteo entre lagunas y el Golfo de México, desaparece por la tonalidad de verdes y azules que parecen cósmicos. Las playas en su delirante espuma de sal marina, resguardan un contorno nacional en el primer paso de salida que resguardaban los hombres del emperador azteca, que en relevos le llevaban fresco huachinango y demás frutos del mar hasta el lejano Valle de Anáhuac.

Es en esta Riviera que se afrontaron las diversas invasiones del exterior. Del lado de la costa y en la mira el invasor, existía la posibilidad de engendrar una cortina de fuego cuando antes que pasar por las armas al enemigo, los pozos petroleros arderían y ya no serían ni para marines ni comodoros de otras potencias. Cándido Aguilar retrata esa proeza, pero sin ser el mítico San Jorge crea en un dragón de fuego una amenaza conjunta que puede definir la valentía.

En el andar de la costera, galopa la contradicción entre un territorio rico, privilegiado en su geografía, pero víctima de un atraso insultante. La única vía por donde transitan parte de los miles de tráileres y camiones con dirección al mercado más dinámico del mundo que representa el vecino del Norte, sufren de escases de carriles y de cráteres que ponen en riesgo a los viajeros, pero también a los que hacen sus vidas a pocos metros de la carretera. ¿Vivir, comer, dormir y hacer la vida a escasos metros donde transitan pipas y cargueros con dos ejes? ¿Dónde está el resguardo de lo que debería entenderse como autoridad de Estado sin importar sus órdenes?. La respuesta deambula en varios laberintos, pero tiene una significancia atroz; el regadero de poblaciones a lado de la carretera, es pilar de sobrevivencia. Los cordones humanos junto al asfalto de esta carretera, como de muchas zonas de la geografía mexicana, es ganar los pesos para comer y más o menos vivir. Ingrata realidad en un vergel…

En los caminos al Totonacapan, la costa tiene unas nuevas ruinas que son los ladrillos que hace pocos años levantaban hoteles, restaurantes o viviendas. Hoy construcciones con salitre o el musgo de la vegetación las envuelve. Es la representación de una jungla de la anarquía y del abandono de la autoridad. Ante los nuevos mercenarios y vándalos de este siglo, familias completas abandonan no un pequeño hotel, un restaurante o su casa, le dan las espaldas al patrimonio de generaciones porque antes que la pertenencia a algo, se tiene que respirar. El escenario es el de una batalla en el paraíso, pero más se convierte en una representación de la incongruencia de vivir en la zozobra en los dorados tiempos de lo que se supone es el pluripartidismo y la democracia…. Cuando uno ve este escenario, cobra debate qué clase de democracia tenemos. Una democracia que permite en su Carta Magna la libre circulación, pero ante una realidad donde todos los colores partidarios parecen secuestrados por los nuevos señores del terror….y en la práctica, la misión de circular es un volado entre la vida y la muerte.

Uno se pregunta en el andar del centro al norte del Estado de Veracruz, dónde se queda al discurso de la llegada de “miles de millones en inversión productiva”. ¿Se establecerían armadoras automotrices que significan parte del motor económico de México cuando las comunicaciones llevan décadas de retraso? ¿En dónde se pondrían los engranes de las empresas proveedoras cuando los puentes entre escuela y empresa son inexistentes y cuando se cree que se tienen, no son más que reproducciones de un sistema clientelar o de creador de certificados para el empleo anémico?

Ya no se hable más de las nuevas tecnologías o de las inversiones macro, simplemente que se tome nota del agro y la ganadería de esta parte del Golfo de México. Entre muros aparecen islotes de productividad y riqueza, pero son eso, islotes de riqueza entre la pobreza, no uniformidad para el desarrollo y sus brazos que alimentan la añorada autosuficiencia alimentaria. En la mayoría de casos, representación de la estructura clientelar del retraso y de la simulación. La estructura caciquil parece que cobra más vida en los terrenos político y económico de sus “microrregiones secuestradas”. No es secreto a voces que el veneno de esta relación con el poder central, son las cuotas para las campañas políticas, que como tsunami se lleva todos los recursos, gestando una cuna de privilegiados en el teatro de la competencia de las facciones por el poder. Encima, al campesino comunitario o que intenta organizarse, ni las moronas del presupuesto productivo recibe. Esa tiranía desgasta a las instituciones y en lugar de honrarlas, se honra al personaje perecedero en su paso transitorio por lo que debiera ser la responsabilidad de gobernar para todos.

En la vista al ayer, el caso de la vainilla debe plantear una sentencia en la que no basta decir que la flor negra de los aztecas, era de esta región. Pasaron los siglos y ahora la producción es casi testimonial y duele decirlo, de un folclore que duele. Hoy, países africanos o del Pacífico asiático, tienen una producción calificada de la orquídea. ¿Cuando renunciamos a ser grandes en cultivos nuestros? ¿O nos quedaremos en la resignación de la vainilla de Papantla como melancolía de lo que fue ….? ¿Cómo lograremos trascender el maridaje de la tecnificación del campo con desarrollo para miles de productores, lo mismo que vainilla, cítricos, pesca o cualquier actividad primaria?.

La Costa que abre la ruta del Totonacapan a la Huasteca, esa región de tercios políticos, pero indivisible y única, es más que una reserva de recursos naturales para la costa atlántica de México. La cuna de antiguas civilizaciones, desliza su alegría y angustia en un solo viento, buscando un horizonte para renacer. El dilema que debe extirpar es abandonar la administración temporal que sostiene un sistema caciquil, para regenerar sus venas que también son parte de la República. Tuxpan, puede ser esa nueva puerta a la globalización si rinden frutos los planes de expansión de un puerto, que puede ser generador de riqueza y logística en la región. Entretanto, con el son, la sonrisa del Tajín, la reserva de talento, la brisa de mar y río esperan una nueva época para esta parte del alma veracruzana.

Por Juan-Pablo Calderón Patiño

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