Algo tan pequeño como el aleteo de una mariposa
puede causar un tifón al otro lado del mundo.
El efecto mariposa.
Dentro de la historia universal, uno de los capítulos aleccionadores de la naturaleza se suscitó en China. En su afán de marcar la diferencia, el máximo dirigente del Partido Comunista y fundador de la República Popular de China, Mao Zedong (Mao Tse-Tung) estuvo al frente del gobierno desde el año 1949 hasta su muerte en 1976. Durante ese tiempo reformó de pies a cabeza el país, ordenando e impulsando la economía, cultura, salud y demás ámbitos sociales. Aunque el desarrollo fue significativo, era reconocido también por sus insólitas resoluciones, como aquella en la que afirmó que los gorriones ponían en peligro los cultivos chinos, al grado de compararlos con plagas como las moscas o las ratas. Por ello, ordenó que cualquier hombre, mujer, niño o niña que viera un gorrión posarse cerca, debía matarlo para evitar que se comieran los cultivos.

Pasaron cuatro meses, donde lo único que se hacía era matar gorriones cerca de los campos, en las ciudades, en los paseos familiares, en las escuelas… La gente obedecía sin preguntarse nada más. En total, se calcula que fueron millones de gorriones asesinados, a quienes no sólo se les antojaba comer esos apetitosos granos de maíz, trigo, arroz y demás alimentos básicos de los chinos. También contribuían con el mantenimiento de los campos, exterminando todo tipo de insectos como las langostas, asiduas comedoras de cultivos. Al desaparecer los gorriones, éstas se multiplicaron, arrasando con los alimentos destinados a alimentar a la población.
El resultado final fue una hambruna devastadora, en la cual se calcula que 20 millones de personas murieron por inanición en una de las épocas más oscuras para el imperio chino. Mao tuvo que recurrir a la ayuda secreta de uno de sus aliados: Rusia, solicitando apoyo para conseguir ¡gorriones! Pero eso no fue todo, los gorriones comieron langostas, y la propagación del daño fue muy grande. No sólo eran langostas las que acababan con la comida, había proliferación de todo tipo de insectos, por lo cual se ordenó fumigar las plantaciones, y esta vez, terminaron incluso con las abejas, las polinizadoras oficiales del mundo y las encargadas de la reproducción de las flores. Incluso, hoy en día hay regiones donde las abejas no existen y el proceso de polinización lo realizan los pobladores con ayuda de esponjas especiales.

El equilibrio empresarial
Cuando nace una empresa, lo más probable es que sea de acuerdo a los sueños e ideales de una o varias personas, quienes buscan solucionar un problema con la venta de un producto o un servicio. Al crecer esta empresa, buscará más brazos para reproducir sus éxitos de manera ininterrumpida. Seguramente habrá un grupo de colaboradores comprometidos a hacer crecer ese sueño. Pero ¿qué pasa si en algún momento de la vida, nuestros gorriones fueran exterminados como en la historia anterior? ¿Si por cuestiones externas o ajenas a la empresa se fueran? En ocasiones, también pasa, que la empresa crece y modifica el rumbo, lo que hace que los colaboradores salgan por así no convenir a sus propios intereses. Este equilibrio también puede romperse con esa salida. Pese a ello, las empresas tienen dos opciones: continuar y hacer crecer el ecosistema, o bien, empezar desde cero, creando soluciones a medida que se presenten los problemas.
El equilibrio de cualquier sistema es frágil, nuestra naturaleza lo ha sido con éste y otros casos, por lo cual la empresa no debería ser la excepción. Si ya cuidamos nuestro ecosistema, es preciso poner especial atención en lo que podría desencadenar mayores problemas, de lo contrario, tenemos que buscar las soluciones que más nos ayuden a volver al equilibrio, a un nuevo equilibrio que haga más fuerte la empresa. ¿Se puede? Claro que sí. De todas las experiencias podemos sacar siempre algo bueno, fortaleciendo y creando sinergias que funcionen en beneficio de todos.