La opinión de los expertos en dispar, mientras unos aseguran que México está en recesión, asolado por la incertidumbre, otros prefieren adoptar una actitud más optimista y, si bien reconocen una desaceleración, esperan políticas anticíclicas para la reactivación.
“La economía mexicana se encuentra estancada” dijo el gobernador del Banco de México ante los asistentes al Seminario sobre Estabilidad Financiera y Banca Central. Su dicho no fue recibido con extrañeza, más bien asentado con la cabeza por la audiencia, y es que después de los resultados dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía para el tercer trimestre del 2019, la desaceleración y el estancamiento es innegable.
Si bien la economía registra un crecimiento marginal del 0.1 por ciento del PIB en el periodo de julio a septiembre, la contracción vino a tasa anual con una caída del 0.4 por ciento de la actividad económica, datos que se extienden como una nube espesa que ensombrece el panorama económico y aviva las tensiones.
Para el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), las condiciones de baja inversión en México y desaceleración en la actividad económica responden a la tendencia hacia políticas que parecen incongruentes y generan incertidumbre y resistencia en los mercados.
Los analistas del CEESP estiman que los recortes al gasto público han sido desacertados y, de esperarse mayores para 2020, aunado a menores ingresos tributarios y menor producción petrolera, no se pueden augurar buenos panoramas para el crecimiento económico.
Para el 2020 el CEESP no puede ser tan optimista. Las expectativas de crecimiento se ubican en 1.35 por ciento, interior al 2 por ciento que proyecta el Presupuesto, lo que significa una pérdida de 22.4 mil millones de pesos en la recaudación tributaria respecto a lo aprobado en la Ley de Ingresos y si el crecimiento del PIB en 2020 fuera del 1 por ciento, la pérdida de ingresos alcanzaría los 34. Mil millones de pesos, equivalente al 0.14 por ciento del PIB.
Pero, no todo es culpa de un discurso político de incongruencia, como lo señala el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado. Las tensiones externas tampoco ayudan a despejar la atmosfera económica. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, la tensión del Brexit y la demora en la ratificación del T-MEC, alimentan la incertidumbre.
Sin embargo, para Alejandro Díaz de León hay componentes que inyectan optimismo. La capacidad de pago de los hogares se mantendrá en buenas condiciones, como resultado de la masa salarial que ha crecido por las revisiones al salario en el último año y a los niveles de remesas.
Si bien los hogares harán su parte en cuanto al gasto, el Plan Nacional de Infraestructura será clave para detonar el crecimiento económico del país.
El Plan Nacional de Infraestructura se coloca como componente estratégico de fomento a la inversión y la reactivación, “pues si bien la inversión es un componente importante de la demanda agregada también tiene la particularidad que incrementa la actividad productiva y tiene beneficios por el lado de la oferta”.
En la disyuntiva sobre el optimismo y pesimismo, el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) descarta la recesión.
Al presentar el indicador IMEF manufacturero y no manufacturero, afirmó que aun cuando continúa la debilidad de la actividad económica, “no se cumple con los criterios de una caída significativa y generalizada para considerar que la economía se encuentra en recesión”.
Además, sugieren que no solamente perdurará el estancamiento al comienzo del cuarto trimestre, sino que anticipan la posibilidad de que la actividad económica muestre todavía una mayor debilidad al cerrar el año. Sin embargo, subrayó México no está en recesión, pues hay áreas que mantienen el ritmo de crecimiento, como la manufactura y el comercio al por menor, las exportaciones, así como la inflación en general.
¿México está en recesión? Técnicamente no, pero la realidad es que el camino se podría estar allanando.