El TLCAN era el proyecto más importante para el desarrollo de México, sin embargo, la pésima calificación que el WEF le otorga a las instituciones públicas mexicanas y a sus funcionarios tiene su manifestación más clara en que ninguno de los objetivos de México en el TLCAN se logró porque no se aprovechó el marco creado por este instrumento, ni se utilizaron adecuadamente las ventajas comparativas; consecuentemente, no se logró la deseada integración comercial, y mucho menos productiva, dado que por las deficiencias señaladas por el WEF, nuestros funcionarios fueron incapaces de definir estrategia alguna, con políticas públicas, programas y proyectos realistas que permitieran ser un país competitivo y aprovechar el acceso preferencial al mercado más grande del mundo, convertirnos en un verdadero socio estratégico para Canadá y Estados Unidos, y así lograr el objetivo final de crear empleos y mejorar nivel de vida de todos los mexicanos.
En su lugar, la política y estrategia de comercio exterior se basó en la firma compulsiva de TLC’s y una incoherente desgravación unilateral, en tanto que la política de fomento se basó en el axioma de la mejor política industrial es la que no existe, de tal manera que convirtieron a nuestro país en un maquilador básico de ensamble que crecientemente importa insumos para reexportar a Estados Unidos con reducido y decreciente valor agregado en nuestro territorio.
Por eso, los enormes retrocesos de México en todas sus variables económicas, especialmente, en los 15 años más recientes en que han estado en vigor los TLC’s, con 48 países, y los 33 APPRIs que nuestros altísimos funcionarios promovieron y firmaron, porque supuestamente iban a generar abundante riqueza, empleos y bienestar para todos los mexicanos, lo que desgraciadamente no sucedió, sino todo lo contrario, según se puede ver en el cuadro que se incluye a continuación.
Como consecuencia de la política y estrategia de comercio exterior implementada, México registra enormes retrocesos en todas sus variables económicas, al igual que el TLCAN, que es el bloque que más ha perdido participación en la generación de riqueza y en la exportación mundial en el periodo 2001/2017, independientemente de que también perdió participación en la captación de flujos de IED.
En 1981, México era la 8ª economía más importante y producía el 2.65% del PIB mundial; para 2001, se ubicó en el 9º lugar con el 2.18% de participación en la generación de riqueza mundial y, para el año 2017, cayó hasta el 15º lugar, y su PIB total sólo representó el 1.45% del total mundial, pero lo más preocupante es que en el año 1981, el PIB per cápita mexicano estaba 48% por arriba del PIB per cápita promedio mundial; para el 2001, ese porcentaje se redujo a 29%, y para el 2017, se ubicó -13% abajo del promedio mundial, lo que nos habla de la caída estrepitosa del bienestar de la mayor parte de los mexicanos.
Para México, la cereza de este amargo pastel y culminación del ilógico y aberrante proceso de regresión ha sido la ratificación del TPP, un instrumento que nuestros teóricos y funcionarios promovieron, y nuestros senadores ratificaron, a pesar de todas las contradicciones que tuvo desde su origen y de las enormes deficiencias que presenta nuestro país frente a sus “nuevos socios”, y que se resumen en la nula competitividad del marco sistémico que tenemos, debido a la pésima calidad de las instituciones públicas, a la poca confianza en sus políticos y a la pesada tramitología.
Sin duda alguna, nada podremos ganar en esta loca aventura y mucho vamos a perder.
Ojalá que, después de que lo han dicho varios economistas extranjeros señalando que la economía mexicana no ganó el gran premio del TLCAN, nuestros funcionarios piensen que lo que he dicho durante muchos años es verdad.