La imaginación de los damnificados

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El terremoto de 1985 “sacó lo mejor de mí”, dice Héctor “El Chino” Méndez, fundador de la Brigada Internacional de Rescate Topos Tlatelolco Azteca. En una entrevista con el diario Reforma, afirma que, a él, le “pasó lo que ahorita a los muchachos”, dice al referirse a los sismos de septiembre de 2017. “El Chino” es una realidad y una posibilidad del mexicano contemporáneo. Realidad porque, como tantos, es un ciudadano que está acostumbrado a que la autoridad no siempre ni necesariamente funciona. Pero es también una posibilidad porque, a pesar de eso, se convirtió en un ciudadano que en situaciones límite como lo es un sismo de grandes magnitudes está dispuesto y presto a reaccionar por los otros, al grado de salvar vidas. Después del pasado 19 de septiembre, hay muchos mexicanos que dejaron de ser sólo la realidad de un ciudadano decepcionado para convertirse en la posibilidad de un ciudadano activo y solidario, los rescatistas voluntarios son el mejor ejemplo.

Los mexicanos estamos acostumbrados a que, en la vida pública, la autoridad tienda a no funcionar. Incluso, a veces el verbo ideal es estorbar. El gobierno, por ejemplo. Es una queja tan común como recurrente. Desde hace décadas se realizan encuestas que reportan a ciudadanos que ven con desconfianza a las autoridades y perciben baja eficacia de sus gobernantes. Ante esa realidad, es común que las personas busquen y encuentren formas de resolver problemas cotidianos en los que, aun y cuando incumben al interés público, no existe la presencia de una  autoridad confiable que coordine, asigne, decida o responda. Las cifras en ese sentido son tantas y tan reiteradas que es casi ocioso enlistarlas. Además, siendo justos con una realidad aplastante, muchas veces no hace falta encuestar un problema que se vive diariamente. Es una verdad que, a pesar de todo, no debe hacerse obvia. Hay lugares del mundo en donde el gobierno sí funciona, sí es confiable. En México, hacen falta muchos esfuerzos para imaginar un hipotético México donde la autoridad funciona y es confiable. Simplemente cuesta trabajo imaginarlo.

Sin embargo, esa disfunción es el alimento de nuestra imaginación. Una que trabaja para brincar ambos obstáculos: el que nos pone la vida en frente, más la pimienta de una mala administración pública. Con esa desilusión, suspicacia y agresiva desconfianza llegamos a la cita del pasado 19 de septiembre de 2017. Mucho se ha escrito sobre qué llevó a los mexicanos a solidarizarse y reaccionar de forma tan ejemplar ante la tragedia. Hay una dimensión de humanidad y valentía notable, pero también operó una parte racional que descansaba sobre la idea de que, en la desgracia como en lo cotidiano, es más probable encontrarse con autoridades torpes e ineficientes que lo contrario. De esa imaginación surgen y se moldean los héroes anónimos, que con corazones conmovidos rescataron vidas de entre las piedras y llenan de orgullo a quienes vimos esas acciones y actitudes.

En un video que se ha difundido en redes sociales se observa al presidente Enrique Peña Nieto y a su esposa Angélica Rivera, invitando a periodistas que los graban a formar una cadena humana. Después de un rato de invitaciones fallidas, logran juntar los elementos que llenan el cuadro de las cámaras, y entonces sí, comienzan a pasar las cajas que supuestamente contienen ayuda para los damnificados. El logo del DIF siempre visible, que sea vea claro a cuadro. Poco más de una docena de cajas en poco más de dos minutos de grabación, y eso es todo. Es la autoridad en una triste imitación de los ciudadanos, los que sin buscar cámaras que los graben formaron cadenas humanas mucho más largas, y cargaron piedras, concreto, varillas y víveres por horas e incluso días. Son los damnificados de malos gobiernos, una condición a la que ya se han acostumbrado pero que no deja de incomodar. Son los mismos ciudadanos de siempre, los acostumbrados a la autoridad de siempre.

En un país así, en una realidad así, es posible esperar estas formas tan espontáneas de solidaridad. Allí, la esperanza puede salir de entre las piedras. Después de todo, los héroes de las semanas pasadas, esos a los que se refiere “El Chino”, no son improvisados: son ciudadanos acostumbrados a valerse por sí mismos, a no contar con la autoridad y, en el momento del sismo, eran ciudadanos arrojados a salvarse a sí mismos. Alegoría de 1985. Mientras tanto, la autoridad, a través del presidente y la titular del DIF, realizan una triste copia de la verdadera solidaridad, aquella espontánea y asustada pero comprometida. Es, otra vez, (¡cuántas veces más!) gobernantes más preocupados por parecer que por ser.

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