Llorar y llorar

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Llorar, la piedra angular de nuestra regulación emocional y expresiva… ¿Es que no existe una mejor forma de desahogo o nos gusta demasiado el drama? 

No importa si se trata de una boda o de un funeral. Si pasaste o reprobaste ese examen. Si estás emocionado o lleno de miedo. Algunos lo hacen porque tuvieron una discusión con su novia, otros se sueltan a moco tendido durante una película. Sólo algunos cuantos se esconden para hacerlo pero al final del día todo se resume a una pregunta ¿por qué lloramos tanto? 

El llanto es un fenómeno secromotor complejo que relaciona al aparato lagrimal con el área del cerebro que controla las emociones. Llorar es normal cuando nos encontramos bajo determinados estados emotivos, particularmente cuando sentimos miedo, tristeza o ansiedad e incluso si sentimos que la situación sobrepasa nuestra capacidad para resolverla.

Ya desde la antigüedad, Hipócrates determinó que llorar servía para purgar de humores exceso al cuerpo. El filósofo estadounidense William James declaró que llorar nos hace conscientes cognitivamente de las emociones que sentimos, debido a que el llanto no es más que un reflejo que da entrada al pensamiento racional. Mientras tanto W. Frey II, bioquímico de la Universidad de Minnesota, propuso que llorar nos hace sentir mejor debido a que a través de las lágrimas liberamos la hormona adrenocorticotropa -hormona relacionada a la eliminación del estrés- y, por lo tanto, el llanto es un mecanismo desarrollado en los humanos para disponer de esta hormona cuando nuestros niveles de estrés son demasiado altos.

¿Por que “se te salen las lagrimas”?

Imagen: Tumblr

A veces, aunque no queramos, no hay forma de evitar llorar. Lloramos cuando estamos nerviosos, cuando estamos enojados e incluso si estamos felices. Generalmente, las personas que se emocionan con facilidad indican “no poder contener las lágrimas” y ésta es una descripción más literal que metafórica.

“La expresión emocional está por encima de la voluntad” o al menos eso señala Antonio Cano, psicólogo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. De acuerdo con las investigaciones, dos partes trabajan en nuestro cerebro: la primera, una corteza prefrontal donde nuestras funciones ejecutivas (motoras) tienen lugar junto con la voluntad, un lugar donde se valora la realidad y se toman las decisiones. La segunda, un lugar menos consciente de naturaleza automática que regula nuestras emociones: la amígdala.

Cuando surge el peligro lo primero en activarse es la amígdala, no la corteza prefrontal, y antes de saber certeramente si nos encontramos en riesgo o no, reaccionamos emocionalmente porque es una vía más rápida para salvarnos. Sin importar lo que racionalmente puedas llegar a pensar, tú amígdala decidirá por ti antes de que te des cuenta. Como Cano especifica: hay una parte de la emoción que se expresa contra tu voluntad.

Los chicos no lloran

Lo cierto es que lloran menos si los comparamos con su contraparte femenina. Mientras que el promedio para una mujer es de cinco buenas sesiones de llanto por mes, el de los hombres disminuye a sólo una. Según las encuestas, el 85% de las mujeres y el 73% de los hombres aseguran sentirse mejor después de llorar. 

Más allá de la cultura patriarcal que dicta “los niños no lloran”, la realidad orgánica es que ellos necesitan hacerlo menos. El cerebro de la mujer no funciona igual que el del hombre debido a la diferencia hormonal que existe entre ambos y el cuerpo femenino se encuentra biológicamente predispuesto a presentar mayor nivel de estrés, explicando porque en promedio una mujer puede llorar hasta 64 veces al año mientras que un hombre lo hará tan sólo 17.

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Por Diana Caballero

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