El fácil acceso a la información ha desatado un trastorno con la ayuda de la tecnología, la hipocondria.
La hipocondria es una enfermedad psiquiatra que tiene como principal característica una excesiva preocupación por padecer una enfermedad grave al malinterpretar los síntomas. Si bien, es algo que ya existía en el pasado, el internet ha ayudado a aumentar el número de hipocondriacos.
En el pasado, si una persona necesitaba información sobre algún tema, debía ir a la biblioteca, consultar los libros, revistas y diversas fuentes; sin embargo, ahora uno tiene la información en la palma de su mano, es por eso que los pacientes buscan en internet sus síntomas y esto genera que las personas se autogestionen sobre si padecen o no alguna enfermedad crónica. Hoy en día muchos pacientes han dejado de confiar en el diagnóstico del doctor y buscan diferentes opiniones en foros y blogs, sin tener en cuenta de donde viene la información.
De acuerdo a la información recaudada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), dos de cada diez personas con trastorno de ansiedad deciden automedicarse por los resultados obtenidos en las búsquedas en internet sin considerar el riesgo a su salud. De igual forma, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ha declarado que esta enfermedad afecta a 3.5 millones de mexicanos, estas personas se sienten enfermas todo el tiempo y acuden al doctor muy frecuentemente con pensamientos fatalistas sobre su salud, invierten dinero y tiempo en tratamientos que no son necesarios.
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Este desorden afecta a la población de entre 20 y 40 años de edad, sin duda este trastorno es un reflejo de la necesidad como que tenemos como seres humanos de saber que nos sucede y tener el control de nuestro cuerpo. No somos doctores para automedicarnos sin algún tipo de riesgo, si uno tiene un dolor de cabeza no habría problema en tomar un paracetamol y no alarmarnos pensando que puede ser alguna masa maligna en nuestra cabeza.
No todo lo que está en línea es cierto, para confiar en que la información sea verídica y acertada siempre hay que tener en cuenta que la fuente tenga el respaldo de alguna clínica u hospital, revisar que la publicación sea reciente y la información esté actualizada, nunca automedicarse y no desconfiar del médico de cabecera.
