El movimiento antivacunas cobró gran fuerza en 1998, cuando una investigación científica vinculó una serie de vacunas con el autismo, lo que dio pie a que un gran número de personas desconfiara de diferentes tipos de vacunas.
Se pensaba que desde hace 22 años México era un país libre de casos autóctonos de sarampión, un virus que se creía erradicado en el país. En las últimas dos décadas, sin embargo, se han registrado 176 casos de personas que se infectaron en el extranjero y trajeron de vuelta el virus al país.
Se sabe, hasta el momento, que de estos casos sólo un menor, de meses de edad, no estaba vacunado, por lo que se considera que estos casos son inusuales, pero no extraordinarios.
Muchos especialistas han notado que un eventual auge del sarampión y otros virus podría ocurrir, no sólo en México, sino en otros países del mundo, debido sobre todo al auge del movimiento antivacuna que ha traído de vuelta casos de enfermedades como como sarampión, paperas, tos ferina y rubeola, entre otras.
Y es que de acuerdo con un estudio publicado por la revista EBioMedicine, se estima que Europa es el continente en donde existe un mayor rechazo a las vacunas, ya que se desconfía de la seguridad de estas herramientas médicas y cada vez son más las personas que optan por no vacunar a sus hijos.
En algunos casos, incluso, las personas que desconfían de las vacunas no sólo lo hacen por consideraciones médicas, sino porque dicen, en algunos casos, no ser compatibles con sus creencias religiosas.
“No se trata de un movimiento antivacunas, sino de varios movimientos que persiguen el propósito común de oponerse o desalentar el uso de las vacunas bajo esquemas conceptuales diferentes”, explicó a Excélsior José Luis Díaz Ortega, investigador del Instituto Nacional de Salud Pública y miembro del Comité Regional para la Certificación de la Erradicación Final de la Poliomielitis, de la Organización Panamericana de la Salud.
Los orígenes del movimiento
El movimiento antivacunas cobró gran fuerza en 1998, cuando una investigación científica vinculó una serie de vacunas con el autismo, lo que dio pie a que un gran número de personas desconfiara de diferentes tipos de vacunas.
Años más tarde se descubrió que el estudio había sido un fraude, sin embargo, en pleno 2018 el movimiento no sólo sigue existiendo, sino que se ha vuelto cada vez más fuerte y se estima que ha provocado la aparición de enfermedades graves en Europa y Estados Unidos.
Algo significativo es que los partidarios de este movimiento son, en su mayoría, personas de clase media alta, con educación universitaria que deciden no inmunizar a sus hijos contra enfermedades que, históricamente, han caudado millones de muertes infantiles en todo el mundo.
Algunos, destaca El Espectador, aseguran que las vacunas son más terribles que las infecciones, y que los peligros de las mismas están siendo escondidos al público en nombre de las ganancias de los laboratorios farmacéuticos.