Francisco Toledo, el hombre del mito y la perseverancia

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Francisco Toledo, el multifacético, el pintor, el luchador social, se convierte fielmente en la representación completa del artista, siempre comprometido con un causa.

Ciudad de México (elsemanario.com).- Francisco Toledo, el gran artista mexicano, sigue vigente en el país tanto por su obra pictórica como por sus elocuentes participaciones a favor de la defensa del patrimonio artístico oaxaqueño, defensor de los derechos indígenas y otras cuestiones sociales.

Toledo es considerado uno de los más destacados artistas del país; lo mismo ha trabajado con el óleo, la acuarela y el fresco; pero su genio no para ahí, pues también ha sabido entrarle al grabado, la cerámica, escultura en piedra y madera y  litografía.

Su vida artística siempre lo ha mantenido unido totalmente a su comunidad, donde los mitos y las tradiciones tienen mayor presencia, con el tiempo fue cargando su morral de mayor conocimiento, de Picasso, Dubuffet, Klee, viviendo en el viejo continente, por lo que su arte absorbió y digirió otras cosas.

Como él mismo dice, “Mi arte es una mezcla de lo que he visto y de otras cosas que no sé de dónde vienen”, pues lo ha influido el arte primitivo, pero “también los locos, los enfermos mentales y, sobre todo, Rufino Tamayo, oaxaqueño, con quien tuve mucha cercanía en París”.

Así lo explicó el artista socialmente comprometido, a un semanario español, donde el oaxaqueño se presenta tal y cómo es recorriendo: pasajes memorables de su vida, sus inicios, sus padres migrantes, etc.

Toledo recuerda con alegría cuando conoció el istmo de Oaxaca, a las mujeres que se bañaban desnudas en el río y con ello, la forma tradicional en que el mágico estado de la República vivía: las fiestas, los mercados y el zapoteco por todos lados. El artista tenía cinco años, un México diferente, describe, sin indígenas sometidos, aunque hoy casi no exista.

“Como a los estudiantes de Ayotzinapa los habían buscado ya bajo tierra y en el agua, enviamos los papalotes a buscarlos al cielo”.

Toledo ha sabido participar en contra de las trasnacionales que quieren instalarse en uno de los últimos puntos con más tradición del país, organizando tamalizas en contra de las hamburgueserías más conocidas, igual, ha sabido manifestarse por la desigualdad, la injusticia y la infamia que aún duele a los padres de los 43 y al país.

Eso es una vergüenza que no tiene nombre. Los políticos quieren que se pase página, pero esa página no se podrá pasar nunca. Queda para la historia de la infamia”.

Recordemos que niños oaxaqueños y Toledo elevaron papalotes al cielo con el rostro de los 43 de Ayotzinapa; según él mismo, porque cuando llega el mítico 2 de noviembre mexicano, ese pedacito de sincretismo cultural que aún nos queda, se cree que las almas de los difuntos pueden acceder a nuestro terreno, desde el cielo, por el hilo de los papalotes; así, pueden comer de las ofrendas que las familias ponen amorosamente para todos aquellos que ya no están, luego de eso, vuelven a volar. “Como a los estudiantes de Ayotzinapa los habían buscado ya bajo tierra y en el agua, enviamos los papalotes a buscarlos al cielo”.

De igual manera, no siguiendo los consejos de uno de sus mentores, sabe opinar sobre temas concernientes a la desdichada vida política del país. Y es que también recuerda que Rufino Tamayo le pedía que no interviniera en tales encomiendas:

Usted no se meta, usted es pintor, no va a sacar nada de eso”.

“Y nunca lo escuché. Ese sería un error. No escuchar la voz de la experiencia que me aconsejaba quedarme en la pintura”.

Aún así, por fortuna, el pintor también ha sabido intervenir a su manera en estos temas. Considera que sólo hay un grupo que domina en este terreno, sea blanquiazul, amarillo o tricolor, se conforma en una pequeña cúpula que se protege, saltando de un partido a otro. “Todo el desastre económico de México se debe a esos políticos que solo piensan en su bienestar”.

Uno de sus ideales en este tema es que algún día todo el mundo rechace participar en esa fiesta democrática, como la que se avecina para el 2018, es decir: votar.

Habla, entonces, de la forma de organización indígena, de sus gobiernos por usos y costumbres y cómo es que se reúnen antes de que un año se despida y llegue otro, cuando, a mano alzada, toman las decisiones en comunidad; formas de unidad que, con la intromisión de los partidos políticos y la elegante democracia, se ha roto, “entran a repartir dinero y la gente se divide”.

Esa es la visión del pintor; que también se convertirá en su legado, que al lado de su arte, es vasto; arte al que llegó, por cierto, porque no pudo con las matemáticas, dice. Desde niño se le celebró en su casa y en la escuela; a la fecha, se le sigue celebrando y se le aplaude que no haya intentado luchar con los números.

Francisco Toledo es portavoz y defensor de una época, de una concepción del mundo, de significados distintos a los impuestos por la mano bárbara. Finalmente, Toledo es la representación total de un artista y se le podrá criticar mucho, pero nunca, no estar comprometido con una causa noble, en defensa de los desprotegidos.

Por Alberto Cedeño.

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