En medio estos desastres naturales que destruyen a poblaciones enteras, en alguna parte de la conciencia y el sentido humano aparece, ya sea por instinto o mecanismo de supervivencia, la necesidad de crear vida, de volver a surgir.
Ciudad de México.- Algunos expertos han notado que la tasa de natalidad aumenta después de un desastre natural. Este fenómeno parece revelar la necesidad humana de aferrarse a la vida. En México, a partir de 1985 la tasa de crecimiento demográfico comenzó a aumentar después de su continua disminución desde la década de los cincuenta. De 1.96 por ciento llegó hasta 2.09 por ciento en 1993, cuando volvió a disminuir.
Una dinámica similar sucedió en Chile después del terremoto de 1985, y en Japón con el tsunami del 2010.
En un estudio llamado “Los Efectos de la Mortalidad en la Fertilidad: Dinámicas Poblacionales después de un Desastre Natural”, la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos encontró un aumento significativo de la tasa de fertilidad durante los 4 años siguientes al tsunami en Indonesia en 2004.
La investigación encontró que las madres que perdieron a uno o más niños fueron significativamente más propensas a tener más hijos después del tsunami, pero esta fertilidad adicional representó sólo el 13 por ciento del aumento total de la fertilidad. La mayor parte del aumento total se produjo porque las mujeres sin hijos en comunidades con altas tasas de mortalidad eran más propensas a empezar a tener hijos que las mujeres sin hijos en otras comunidades.
El 26 de diciembre de 2004, el terremoto de Indonesia fue uno de los más grandes jamás registrados. Tres tsunamis con olas de 15 a 30 metros de altura llegaron a las provincias indonesias de Aceh y Sumatra del Norte, matando a un estimado de 170,000 personas. Las diferencias en la topografía costera protegieron a algunas comunidades, pero las tasas de mortalidad de las comunidades vecinas con fueron de más de 50 por ciento.
El Estudio de las Consecuencias y Recuperación del tsunami (STAR por sus siglas en inglés), un proyecto de colaboración internacional de investigadores indonesios y estadounidenses, contactó al 95 por ciento de los sobrevivientes, y obtuvo historias de embarazos completos de las mujeres en edad reproductiva.
La respuesta individual a la pérdida de un hijo fue estimada a partir de datos anteriores al tsunami sobre la edad, número de hijos, educación, el gasto de los hogares per cápita, y la propiedad de la tierra. Las experiencias individuales durante el desastre fueron controladas preguntando si la persona había visto a amigos o familiares luchar o desaparecer en el agua. De las 2.301 mujeres que eran madres en el momento del tsunami, poco más del 5 por ciento perdió un hijo.
Las madres que perdieron a un hijo fueron un 37 por ciento más propensas de tener otro hijo antes de 2009, independientemente de la edad del niño. En las comunidades donde no hubo muertos, las mujeres que no tenían hijos antes del tsunami tenían menos probabilidades de tener un hijo entre el 2006 y el 2009.
Asimismo, en comunidades con una alta mortalidad, tanto las mujeres que habían perdido a sus hijos como las mujeres que no habían tenido hijos antes del tsunami eran más propensos a tener hijos. Como resultado, se estima que nacieron 9,500 niños más a finales de 2009 en las comunidades que experimentaron una gran cantidad de muertes por el tsunami.
En medio estos desastres naturales que destruyen a poblaciones enteras, en alguna parte de la conciencia y el sentido humano aparece, ya sea por instinto o mecanismo de supervivencia, la necesidad de crear vida, de volver a surgir.
