Todos en el gremio teatral saben que Fela Fábregas tiene “modos de producir teatro muy suyos” (sic). Cuando compras un boleto para estar en uno de sus montajes es como si regresaras a la manera de hacer y consumir espectáculos de los setenta (hasta en la dulcería venden golosinas de la época). El Teatro San Rafael, el lugar de los Fábregas, lo amo por todos los recuerdos que me unen a él desde la infancia y me intriga saber cómo se sigue sosteniendo a pesar de su desfase de esquemas de producción ante los del circuito teatral a la redonda.
Y, si lo pienso desde aquí, sin el juicio de valor por delante, entiendo por qué Fela decidió hacer el musical setentero “Aplauso”. Pero lo que no concebía, en primera instancia, es para qué invertir dinero a una obra passé, sin un pedazo de empatía con nuestra cultura e idiosincrasia, fuera de toda proporción ante la demanda teatral. Y si esto resultara poco sin una canción que se pueda tararear de regreso del teatro a la casa.
El espectáculo dura más de dos horas pero le podemos quitar hora y media para enterarnos a cabalidad de la premisa. El planteamiento de una joven actriz quien hace y deshace por competir con una estrella veterana de Broadway es naive. Mi morbo fue mucho y me metí a YouTube para ver el telecast de “Aplauso” que protagonizó Lauren Bacall en 1973: sinceramente toda la idea del show me parece sólo una forma de complacer y hacer lucir a esta actriz desde su origen.
Al terminar la función, nació la inquietud de hace dos párrafos: para qué invertir en esta historia. Ni siquiera me cuestionaba el por qué; Fela tiene todo el derecho de hacer con su dinero lo que ella quiera pero al superar esta primera motivación, pensaba, qué más hay, qué está en el fondo. Y de pronto me di cuenta de la verdadera incógnita relevante al ver el crédito de Verónica Castro en el programa de mano y toda la gente que se estaba levantando a mi alrededor para salir de la sala: ¿qué le pasa al público con una obra como ésta?
No quiero ser reduccionista. Por supuesto que importa todo lo demás: la adaptación de la historia falla al empatar con nuestra realidad en el lenguaje y situaciones; la ejecución del dispositivo escenográfico es digna; los actores de reparto y todo el ensamble son de una gran valía (sobre todo Gloria Toba); Natalia Sosa, al interpretar a esta actriz ambiciosa sin principios, sorprende por su versatilidad; la dirección fracasa al plantear el timing de las escenas para lograr un efecto cómico. Esto importa pero la presencia de Verónica Castro altera todo el resultado en los espectadores.
Verónica vende la estrella de Verónica Castro. Su personaje, esta gran diva de Broadway, no importa; todo el tiempo su figura de las telenovelas y programas nocturnos trata de escapar de una camisa de fuerza. Por otro lado, yo voy al teatro cada semana (por lo menos) y contadas veces he visto ese poder de convocatoria para pagar un boleto (el de mayor costo por cierto) de mil pesos (sin la comisión Ticketmaster) que no puede ser de menor precio por la inversión, el número de funciones a la semana y la nómina. Y sí, por otro lado, es caro para la economía de este país.
En la función que yo asistí el foro estaba a un 92% de su ocupación. Lamento no contar con los recursos para hacer un estudio de hábitos de consumo de esa audiencia; por mi experiencia, a ojo de buen cubero, por puritita intuición son hombres y mujeres de más de sesenta años; llegaban al teatro, en la mayoría de los casos, en coche y taxi de sitio (no Uber o derivados); no asiduos al teatro; dispuestos a pagar el costo del boleto para ver en vivo y en directo a su estrella. Insisto, esto no es una muestra representativa porque me faltan herramientas para determinarlo pero aunque no fuera así, aunque no se llenara todas las noches el foro, es interesante analizar qué está sucediendo en el San Rafael.
Estas condiciones de producción no suceden a menudo en el teatro y debería de interesarnos a todos, sin importar el tipo de teatro donde estés: comercial, intenso, universitario, experimental, posmoderno, infantil, personal. Lo obvio sería decir “van por Verónica” pero muchos fans no invertirían ni un peso por más fans que sean: ¿por qué ellos sí hacen el esfuerzo de verla? ¿Por qué alguien decide invertir su tiempo y dinero en una oferta de entretenimiento como el teatro? ¿La única ganancia es Verónica Castro? Sinceramente lo dudo; debe haber otros beneficios. Y sí, pésele a quien le pese, este fenómeno se puede ver con alguien como esta estrella de los ochenta. Si queremos “generar público”, ¿qué sabemos de éste? ¿Cómo lo conocemos? ¿Qué herramientas tenemos para conocerlo?
Pude platicar con tres personas desconocidas a la salida, en algo súper causal, sin el rigor metodológico necesario, sobre “Aplauso” (insisto, son conclusiones sesgadas, pero el aplauso del final, a rabiar y de pie, y las risas con las participaciones de Verónica me inquietan): notaron las carencias del montaje (en esta columna ya comentadas), se quedaron atónitos por ver a su estrella tan cerca (y tan guapa) pero, he aquí lo interesante, nadie salió defraudado para nunca volver a pisar un teatro. Se la pasaron genial. ¿Volverían? Claro que sí.
Y aquí llego a preguntas sin respuestas: ¿Cómo le hacemos para capitalizar esto? ¿Si no fuera “Aplauso” qué historias se contarían para esta audiencia? ¿Qué estrellas tenemos para hacer este tipo de espectáculos? ¿Qué estrellas tienen poder de convocatoria en el teatro? ¿Vale la pena que un productor se arriesgue por una estrella para asegurar la taquilla? ¿Dónde importan los nombres del elenco? ¿Dónde la obra es la estrella? ¿Es pecado contratar a una estrella aunque sea apta para interpretar el papel? ¿Qué entendemos por star system? ¿Tenemos uno?
Sólo una nota más: antes se tenían programados los jueves para dar función; me acabo de meter a Ticketmaster y esas fechas están canceladas. Me resulta lógico que esta audiencia medianamente escaneada en la función donde yo asistí no vaya ese día de la semana. “Aplauso” pone sobre la mesa muchos temas pendientes más allá de Verónica Castro y la obra en sí misma. Y, al terminar este párrafo, me queda claro que Fela Fábregas, a pesar de todo, sabe por qué y para qué apuesta por esta historia.
Traspunte
¿En qué fase irá el plan de rescate del Teatro Blanquita?
“Aplauso”
De: Betty Comden y Adolph Green
Compositores: Lee Adams y Charles Strouse
Teatro San Rafael (Virginia Fábregas 40, Colonia San Rafael)
Viernes 20:30 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 17:30 hrs.
Twitter: @pezdeoro1972