#Autenticidad #SeTuMismo
A mí me encanta que alguien defienda sus convicciones. Puedo estar de acuerdo con esa persona o no; pero por lo menos sé que lo que defiende es aquello en lo que cree.
Hace algunos días le comenté a una persona que me encantaba cómo defendía, con pasión, su opinión, a lo que me contestó “te juro que a veces mejoro, no siempre, sólo a veces”. Me encantó la frase porque, en el contexto en que lo dijo, claramente me dio a entender que a veces se trata de ser correcto, pero el que es auténtico, siempre acabará diciendo lo que siente y haciendo lo que le convence, sin importar el foro o los convencionalismos sociales. En pocas palabras, va a decir su verdad.
Ser auténtico y decir lo que uno piensa, en países como México, no se acostumbra. No sólo en México, sino en general en todo Latinoamérica. En unos círculos, incluso se ve mal.
En México la autenticidad no es costumbre. El mexicano es cuidadoso en lo que dice, no le gusta ofender, prefiere mentir por agradar y por pertenecer, que decir lo que realmente piensa (Mentir por Agradar – 22feb2018). En parte, probablemente, tiene que ver con nuestra historia. La conquista de los españoles por varios siglos nos hizo timoratos al momento de opinar, después en el México independiente la historia nos ha marcado episodios repetidos y cíclicos de vencedores y vencidos y, por ende, de los que someten y los que son sometidos.
El sometido, con tal de sobrevivir, no dice lo que realmente piensa. La historia mexicana –y lo que conocemos como historia universal– ha sido escrita por los ganadores, así que su grado de autenticidad no es del todo claro. Es así que, desde siempre, en México ser auténtico no paga bien; o dicho de otra forma, quedar bien con quien somete, el poderoso, el que manda, ha rendido frutos. El problema son los enconos, resentimientos y sentimientos guardados que se quedan cuando alguien no dice o hace lo que realmente piensa o quiere.
La autenticidad tiene que ver con muchas cosas. Ser auténtico es ser único. Cuando somos niños no nos importa cómo nos ven o nos juzguen. Hacemos y decimos lo que queremos. Vivir en sociedad nos hace tener límites, pero nos han enseñado a olvidar al ser único que cada quien es, para mimetizarnos en reglas y normas sociales que muchas veces no van con nosotros. El problema no es que se sigan las normas convencionales, sino que las adoptemos como si verdaderamente así pensáramos y así fuéramos nosotros.
Ser auténtico es ser coherente entre nuestras convicciones y conductas. Si te parece reprobable que se contamine el medio ambiente, no vas por la vida tirando basura. Eso es muy fácil de identificar. El problema surge en temas más sutiles o arraigados en la conciencia humana.
En tiempos de mis padres, e incluso en algunos círculos sociales de hoy en día, la mujer se casaba y tenía hijos porque así debía ser. Era su rol. No importaba mucho si ella así lo quería o no. Los convencionalismos sociales, el “deber ser” y, en muchos casos, el sometimiento a los padres, no dejaban espacio para que la mujer hiciera lo que auténticamente –y lo resalto a propósito– quería. No se detenía a pensar si realmente quería ser madre. No pensaba si tenía la madurez y/o el ánimo suficiente, y mucho menos, la capacidad para serlo. Tenía hijos porque así tocaba. Pongo otro ejemplo. En muchos círculos sociales, a menos que te educaras en una universidad y luego tuvieras un empleo formal, eras un bicho raro –por no decirlo de peor manera–. Muchos de nosotros, y me incluyo, así fuimos educados y no reparamos, en el camino, a pensar si eso era lo que auténticamente queríamos o no. Nos fuimos por la ruta que, en nuestro círculo social, era correcta. En esos dos casos, así como en muchos más, lo que nos mueve de fondo, es el miedo al conflicto.
Recordarán mis lectores que en repetidos artículos he dicho que al final, en cualquier conducta del ser humano, hay dos sentimientos que pueden estarla moviendo; o es el amor, o es el miedo, únicamente (Infinitamente Superior – 25oct2016). Todo lo demás, son derivadas.
El miedo al conflicto nos hace ir a compromisos a los que no queremos, apoyar causas que nos pueden parecer absurdas, aprobar de forma silenciosa conductas en las que no estamos de acuerdo, etc. Ejemplos hay millones, pero la consecuencia es la misma, el miedo al conflicto hace que no seamos auténticos. A veces de forma consciente y otras más de forma inconsciente. Hay temas tan arraigados en las costumbres sociales que ni siquiera nos detenemos a pensar si estamos de acuerdo o no, y dejamos de percatarnos que hacemos muchas cosas actuadas, falsas y mintiendo. Darse cuenta ya es un paso agigantado hacia la conciencia y entonces, por lo menos, sabes que es un rol o un juego que debes jugar por un tiempo, aunque no estés de acuerdo con el mismo.
La autenticidad ha hecho grande a la historia de la humanidad. Normalmente los grandes acontecimientos de la humanidad, los grandes libros escritos, los increíbles descubrimientos y muchas cosas más, han venido de gente que es auténtica, que no se dejó llevar por la masa de seres humanos que siguieron el camino de sólo hacer lo correcto, sino de cuestionárselo, confrontarlo y así generar nuevas ideas y cosas que transformaron su vida y entorno.
En momentos como el que hoy vivimos se requiere más que nunca de gente que exprese lo que siente, que defienda sus convicciones y que no le tenga miedo al conflicto. Una buena dosis de conflicto en nuestra vida nos hace salirnos de nuestra zona de confort, nos hace crecer y nos hace ser mejores seres humanos. Las personas auténticas son confiables, son respetadas y son escuchadas. Muchos liderazgos han nacido gracias a la autenticidad. Ser auténtico incomoda a otros, y precisamente por eso es una cualidad escasa en nuestros días.
La globalización, las tecnologías y el mayor número de posibilidades de acceder a más información, más educación y más oportunidades de ser escuchados, han hecho que surjan voces más auténticas en todo el planeta, que se conozca la verdad de las cosas de forma más rápida y, afortunadamente, que la mentira sea cada vez más difícil de ocultar. Todo esto es un buen campo para que las personas dejemos el miedo atrás y, con amor, seamos auténticos y únicos.
Los dejo con esta frase que encontré en Internet y a la que no pude identificar su autoría, pero que me gustó porque al final pone el sentimiento del amor por encima del miedo y anima a ser auténticos:
Deja que te juzguen. Deja que te subestimen. Deja que cuenten chismes de ti. Sus opiniones no son tu problema. Sé amable, comprométete a amarte y a liberar tu autenticidad. Sin importar lo que digan o hagan, no te atrevas a dudar de tu valor, de tu belleza, de tu verdad. Sólo sigue brillando.
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Gracias Pepe Elías. Coincido contigo. Sólo me gustaría agregar que las personas diferentes y auténticas. Es decir, aquellas que se atreven a llevar sus diferencias como bandera en su vida cotidiana, muchas veces son incomprendidas y solitarias. Creo que esa es la razón por la que muchas personas sacrifican su Set.
Pero a esto añado que esa incomprensión y ”solitariedad” son el mejor amigo y la mejor compañía de cualquier ser humano.
Un abrazo!
Excelente reflexión.