Hace poco empecé a ver “Orange is the new black” después de escuchar varios elogios. Amén de la impecable factura, los personajes entrañables y la historia tan efectiva, llamó mi atención su protagonista, Piper, una mujer quien cae en la cárcel por involucrarse en varias operaciones de su novia dealer, porque es uno de los pocos personajes femeninos en la televisión que no vive en torno a los deseos y necesidades de un hombre.
Virginia Woolf en su ensayo “Una habitación propia” de 1929 (o “Un cuarto propio” depende de la edición) ya hablaba de la forma en que, en gran medida, la literatura ha planteado la condición de la mujer desde la masculinidad. Y a lo largo de su argumentación se compromete a un minucioso análisis sobre cómo los grandes personaje femeninos, sin mayor pretensión, son satélites de los hombres; esto como lamentable síntoma de un dominio violento y fundamentalista de estos hacia la mujer.
Piper de “Orange is the new black” es una bocanada de aire fresco (necesario) en medio de estos paradigmas estúpidos; pone en la oferta de entretenimiento precisamente una “habitación propia” de mujeres ante una realidad, no sólo mediática o literaria, sino política, económica y social donde el sexismo impera y la discriminación (mejor dicho violencia) se normaliza. Por eso, cuando una obra de teatro es capaz de romper esta inercia como lo hace “Coco Mademoiselle Gabrielle”, se debe de comentar.
Silvia Peláez, la escritora y también directora, usa como vehículo la vida de Coco Chanel en sus últimos momentos para plantear el enfrentamiento de una mujer a un mundo regido por hombres. Lo más sorprendente del texto es cómo combina el rigor histórico y licencias poéticas para presentarnos la estrategia de Coco: su presencia en la moda cambió todas las reglas del juego para imponer las suyas; sus diseños eran arte para hablar de una sensibilidad femenina auténtica, indomable.
Si en algún momento dado usaba elementos masculinos en sus diseños eran tuneados por su propio ingenio para reflejar su manera de sentir al mundo. La obra muestra la mente de esta mujer como un reto para la sociedad francesa de principios del siglo XX porque nunca cumplió con las expectativas impuestas por las reglas masculinas e invariablemente expuso su visión sin ningún condicionamiento.
Pero no sólo este montaje se mueve en esta línea sino también es un viaje al perdón. Silvia esboza a una Coco mermada en la salud, con dolores intensos en el cuerpo, sin más remedio que mirar de frente a sus demonios como una forma de redención antes de morir; mirar de frente su oscuridad para perdonarse ella misma.
En lo personal, el montaje me conmovió por ver a esta mujer capaz de ser lo que ella siempre deseó, dispuesta a enfrentarse a quien sea por defender su libertad, siempre en un permanente ejercicio de poder sobre millones de personas, reducida a una enfermedad, condenada a una cama y habitación. Coco no puede esconderse de Coco; ninguna máscara que se inventó a lo largo de su vida le sirve para esquivar el dolor acumulado por los años, los errores y las mentiras dichas a ella misma.
“Coco Mademoiselle Gabrielle” representa la vida como la constante batalla contra el tiempo; este personaje la persigue la muerte (como nos persigue a todos). La enfermedad, en esta historia, es una situación límite donde se hace apremiante la toma de conciencia; a todos nos estruja el corazón ver a esta mujer librando esta contienda como la tenemos todos en cada decisión, experiencia y aprendizaje.
Sin duda alguna no existe mejor actriz para interpretar este monólogo que Pilar Boliver. Ella nació para ser Coco. Me faltarían palabras y párrafos para hablar de su extraordinaria formación profesional, sus trabajos más destacados en teatro (desde su participación en “De la Calle” de Julio Castillo hasta “Un corazón normal” de Ricardo Ramírez Carnero) y su inconmensurable amor al teatro; pero en este proyecto va más allá de sus límites al dejar a un lado lo probado, lo conocido y arriesgarse a nuevos caminos.
Pilar Boliver nunca ha parado de transformarse para llegar más profundo en su registro actoral y emotivo. Con “Coco…” llega a una complejidad desconocida por mí; después de verla hacer esa memorable escena en “Un corazón normal” donde su personaje, una de las primeras doctoras en tratar pacientes con VIH en Estados Unidos, reclamaba a representantes del gobierno la falta de apoyo para estudiar el virus, la enfermedad y el tratamiento, pensaba que había llegado a su punto más alto de rango emotivo.
¡Qué equivocado estaba! Con “Coco…” no da un gancho al hígado como lo hacía en “Un corazón normal” sino opta por un camino de suavidad para acercarnos poco a poco a los límites del abismo de esta mujer para compadecernos por ella e, irónicamente, por nosotros mismos. Pilar hace más grande su escala emotiva con este montaje y sólo puedo sentir que esto lo logra porque el teatro para ella nunca ha sido un fin sino un medio.
Es un orgullo y privilegio tener a Pilar Boliver en las filas de nuestro gremio. Ella hace de este montaje una celebración de toda su trayectoria y para los espectadores se vuelve un acontecimiento extraordinario por ver a esta actriz que en cada gesto, movimiento, en cada palabra le brota su generosidad no sólo como profesional sino como ser humano.
Ya sea con Piper de “Orange is the new black” o cualquier otro espacio en la oferta de entretenimiento, la “Habitación propia” de Woolf se vuelve necesaria para acercarnos a una sensibilidad capaz de enriquecernos como sociedad. “Coco Mademoiselle Gabrielle” es urgente no sólo por esto, sino porque en las condiciones de nuestro país, en la permanente crisis y el cotidiano desánimo, nos vuelca la mirada a esos seres que nunca comprometen su libertad ante nada ni nadie para tener como recompensa ser ellos mismos.
Traspunte
¡Qué difícil es encontrar obras de Emilio Carballido en las librerías!
“Coco Mademoiselle Gabrielle”
Autora y directora: Silvia Peláez
Teatro La Capilla (Madrid 13, Colonia Del Carmen, Coyoacán)
Lunes a las 20:00 hrs.
Twitter: @pezdeoro1972