Confiar en un buen final de vida

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Buscar la paz y tranquilidad mientras vivimos

Hace unas semanas se dio a conocer la noticia de que Jorge Olivares Castro, un hombre de 84 años que vivía en Conchalí, comuna (municipio) de Santiago de Chile, disparó a quien era su esposa desde hacía 55 años, Elsa Ayala Castro de 89 años de edad, y luego él mismo se disparó y se suicidó.[1]

El grupo etario con más alta tasa de suicidio en Chile es el de los adultos mayores. Como en el caso de Jorge y Elsa, muchos adultos mayores, más que temer la muerte, temen vivir en condiciones indignas porque el avance de la vida inevitablemente va causando deterioro físico y mental.

Jorge y Elsa no tenían hijos, pero tenían varios sobrinos que se ocupaban de ellos, además de recibir la visita frecuente de una paramédico y un enfermero que representaron un importante apoyo para el matrimonio. Enfermos de cáncer los dos, Elsa además iniciaba con un proceso de demencia y cada vez era más difícil para Jorge atenderla, razón por la cual uno de sus sobrinos había hecho los arreglos para que su tía se fuera a vivir a una residencia. Jorge pidió unos días más antes de que se realizara el traslado; los quería para poner fin a la vida de los dos y no tener que separarse en vida.

pareja de ancianos
Jorge Olivares Castro y Elsa Ayala Castro con su sobrino (Foto: La Tercera).

No es tan difícil entender que haya personas que elijan morir antes de que el deterioro las obligue a vivir en condiciones que ya no les parecen aceptables. Sin ir tan lejos, en enero de este año los medios informaron del suicidio en la Ciudad de México de un señor de 72 años que se quitó la vida porque no quería vivir con la enfermedad de Alzheimer. Agustín Mejía se disparó con una pistola frente a una cámara de una estación de policía para asegurarse que no se culpara a nadie de su muerte. Dejó una carta en la que explicaba que la razón de su decisión era que percibía el rápido deterioro que le causaba el Alzheimer con el cual no quería vivir. Pedía que se diera aviso a su esposa y se le apoyara en todos los trámites necesarios. Finalmente, se disculpaba por los problemas que pudiera causar, pero no encontraba otra opción, ya que –escribió- la ley no permite contar con la opción de la muerte asistida.[2]

Dependiendo de la edad que tengamos y de la situación de salud en que nos encontremos, nos puede resultar más o menos fácil reflexionar en lo que haríamos si estuviéramos en una situación similar a las descritas. Quizá las vemos muy lejanas como para detenernos a pensar en algo así. Quizá no las vemos como escenarios tan improbables, pero igualmente preferimos no pensar en algo que nos resulta incómodo. Quizá, simplemente nos demos ánimos deseando que nuestra vejez nos llegue sin complicaciones. Pero en cualquier de los tres casos erramos:

  1. Nos pueden faltar más o menos años para envejecer (en realidad, envejecemos cada día), pero si no nos morimos antes, vamos a llegar a esa etapa de la vida y el deterioro nos va a alcanzar.
  2. Si queremos evitar situaciones indignas bajo las cuales no nos gustaría vivir, tenemos que ocuparnos del tema a lo largo de la vida. Y no sólo hablo de contemplar la muerte asistida, me refiero a muchas otras decisiones que se toman en la vejez relacionadas con tratamientos médicos que ayudan a prolongar la vida (o únicamente el proceso de morir), y que es recurrente aplicarlos sin considerar si el tiempo de vida añadido es aceptable para quien lo experimenta. Tenemos que poder hablar de esto con nuestros familiares y nuestros médicos para que nos apoyen cuando llegue el momento y se decida lo que es aceptable desde nuestro punto de vista.
  3. Una de las expresiones de la negación social ante la muerte y ante la vejez, es el silencio y la evasión sobre ellas y a veces, de manera muy ingenua, se acompañan diciendo lo que se desea. “Yo quisiera morir dormido” dice la gente y de esa forma da por concluidas sus reflexiones y lo que tendría que hacer si realmente quiere influir en tener cierto control sobre el final de su vida, porque es un hecho que son pocas las personas a las que se les cumple ese deseo. Con relación a la vejez, todavía es más extraño cómo funciona le negación y la evasión. Si la gente le tiene miedo a morir, uno pensaría que espera envejecer para que se postergue ese momento temido. Si la vejez es un escenario que se espera que llegue y, si fuéramos un poco racionales y prácticos, nos ocuparíamos de pensar en lo que nos puede suceder y lo que podríamos decidir al respecto. Desear tener una vejez sin problemas, sin deficiencias, sin pérdidas es iluso, lo cual no quiere decir que no podamos influir con nuestros hábitos actuales para llegar lo mejor posible a la vejez y ganar años de vida disfrutables.
familia
Foto: Shutterstock.

Se entiende entonces que una ventana de oportunidades para tener control sobre situaciones que no querríamos, pero puede tocarnos vivir,[3] es evitar que nos den tratamientos que, sin mejorar nuestra condición, simplemente harían que vivamos más tiempo con ella. Esto significa, por ejemplo, que podemos rechazar cirugías, tratamientos, internamientos o el ingreso a la unidad de cuidados intensivos si ya estamos internados. Por supuesto, para cada decisión se requiere estar bien informados de aquello que implica aceptar o rechazar y tomar en cuenta siempre que el enfermo, aunque rechace tratamientos y cirugías, debe recibir la atención que le proporcione alivio. Si uno decide no internarse (o los familiares deciden eso por el enfermo, basándose en lo que había expresado o en lo que considera que es lo mejor para él cuando el paciente no lo expresó oportunamente), se tiene que valorar si en casa puede aliviarse el sufrimiento del paciente o si conviene internarlo sólo para que reciba atención paliativa.

Ahora bien, volviendo a los casos presentados, queda claro que en ellos no podía resolverse la situación de indignidad y sufrimiento que los protagonistas querían evitar rechazando tratamientos, y la única solución que tenían era terminar con su vida. Aclaro que no estoy proponiendo que todos los que vivan una situación así, deseen esa solución. La pregunta no es si tenían derecho a terminar con su vida (queda aparte la pregunta de si Jorge Olivares tenía derecho a terminar con la de su esposa, la cual retomaré en un momento), la pregunta que nos compete a la sociedad es si no puede haber medios que resulten menos dolorosos, no sólo para quien muere sino para quien lo sobrevive. Así, alguien que tome la difícil decisión de poner fin a su vida, podrá contar con ayuda para hacerlo de manera segura, sin dolor y, si lo quiere, acompañado. ¿No viviríamos mejor, con más tranquilidad y paz para ocuparnos de la vida que nos queda (nunca sabemos cuánta es), si supiéramos que, llegado el momento, sea lo que sea que nos toque padecer, podemos tener el control para decidir cuánto más queremos vivir y cuándo ya no queremos vivir?

Una decisión inquebrantable

Queda la otra pregunta, ¿tenía derecho Jorge Olivares a poner fin a la vida de su esposa? El trágico final de esta pareja nos recuerda la historia de George y Anne, personajes de la película Amour de Michael Haneke. De un día a otro, Anne pasa de ser una mujer autosuficiente a ser completamente dependiente en todas sus actividades y necesidades (comer, moverse, acostarse, asearse…). George sabe que Anne no quiere vivir así; se lo ha dicho y un día se dio cuenta de que intentó tirarse por la ventana, pero sigue cuidándola y alimentándola amorosamente, hasta que un día, quizá como el mayor acto de amor y de respeto hacia ella, la asfixia con la almohada. Con esto respondo a la pregunta. No es que Jorge Olivares tuviera derecho a terminar con la vida de su esposa; fue más bien que él entendió el deseo y derecho de su mujer de decidir ya no vivir más en esas condiciones. Pero ¿no habría sido más compasivo que en lugar de tener George que forcejear con su esposa cuando instintivamente ella buscaba aire y, en el otro caso, Jorge se orientaba en disparar a Elsa, que ambos hubiesen tenido acceso a una muerte médicamente asistida?

amor
Fotograma de la película “Amour” de M. Haneke, 2012.

Será interesante revisar en otras columnas las experiencias y discusiones que se llevan a cabo en los países en que es legal alguna forma de muerte asistida (eutanasia o suicidio asistido) sobre la ayuda en estas situaciones. Por lo pronto, sólo mencionar que en Holanda se ha dado el caso de una pareja de ancianos que pudo morir al mismo tiempo, como era su deseo, porque los dos coincidieron en cumplir los requisitos establecidos por la ley para optar por la eutanasia. Por su parte, en Suiza, sí está contemplada la posibilidad de ayudar a suicidarse a una pareja (proporcionándole los medios para quitarse la vida por sí mismos) en alguna de las organizaciones que ofrecen suicidio asistido. Fue el caso del matrimonio de los Kasslers, personas de edad muy avanzada que padecían muchas complicaciones médicas y fueron asistidas en la organización Eternal Spirit. Esto es lo que escribieron en la carta de despedida a sus amigos:

Tenemos más de 90 años aquí en la Tierra y, de esos, hemos estado juntos 59. Hemos decidido dar también el último paso juntos. Vamos a ir a Suiza el 15 de enero para terminar nuestras vidas. Les agradecemos por los buenos tiempos que tuvimos juntos y les mandamos nuestros mejores deseos una vez más.

Existe información de un documental sobre el suicidio asistido de esta pareja en: https://www.medienprojekt-wuppertal.de/final-exit

Quizá estamos muy lejos todavía para que en México podamos contar con una ayuda así, cuya idea podría incluso escandalizar a muchas personas. No olvidemos que sólo sería una opción para las parejas que la quieran y, por el momento, para las que pueden ir a Suiza y cumplan los criterios que establecen las organizaciones que como Eternal Spirit dan ayuda a extranjeros. Uno de los aspectos que se evaluó con más cuidado antes de consentir al pedido de los Kasslers, fue asegurarse que la decisión de terminar la vida coincidía en los dos esposos y ninguno estaba influyendo en el otro para convencerlo de tomar la decisión.

En México, por lo pronto, debería ser ya un hecho la ayuda médica para morir sin dolor en situaciones que resultan mucho más fáciles de apoyar, como es el caso de pacientes en fases muy avanzadas de su enfermedad que saben que no van a poder mejorar y viven en condiciones de sufrimiento o indignidad. Después podremos ir ampliando los criterios para que todas las personas vivamos con la confianza de saber que hasta el final, si así lo queremos, podemos mantener el control sobre nuestra vida.

Referencias:

[1] https://www.latercera.com/reportajes/noticia/no-pais-viejos-pacto-suicida-jorge-elsa/260198/

[2] https://www.excelsior.com.mx/comunidad/2018/01/02/1211083

[3] Ejemplos son las enfermedades crónicas en estado avanzado como el cáncer, los padecimientos del corazón, las enfermedades respiratorias, la diabetes; las enfermedades neurodegenerativas como las demencias, la esclerosis lateral amiotrófica, el Parkinson; o bien, la combinación de algunas de estas enfermedades más todas las complicaciones que impone la vejez.

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Carmenza Ochoa Uribe

Que importante aporte al tema de la muerte digna, ilustra con casos reales el sufrimiento de las personas al final de la vida y la necesidad de pensar, hablar claramente sobre este tema y exigir que las sociedades avancen y legislen sobre el derecho a la muerte digna, bien sea a través de la eutanasia o del suicidio medicamente asistido.

Asunción Álvarez

Gracias por tu comentario Carmenza

Remigio Veliz

Hola excelente ensayo muy realista y basada en hechos reales
Muchas gracias por compartir

Asunción Álvarez

Gracias por los comentarios.

Loanna Téllez Rojo

Admirable e indispensable tu trabajo Asunción … no hay que quitar el dedo del renglón para lograr conquistar lo que en Suiza, la posibilidad de decidir por una muerta digna.

Asunción Álvarez

Gracias Loanna. Sí, nos lo merecemos. Un abrazo

Victor Navarro

Muy buen trabajo, digno de críticas y elogios, y digno de ponernos a meditar. Yo he pensado varias veces sobre el tema al ver al abuelo de mi esposa, a mi no me gustaría llegar a una etapa de mi vida donde tenga que andar de casa en casa recibiendo atención y asistencia para las necesidades mas básicas. Así que, no queda mas que esperar a que en México haya un avance en esta materia.

Asunción Álvarez

Así es Víctor, y mientras ocuparnos en pensar, decidir y conversar sobre lo que queremos que en México ya se puede decidir, aunque nos falte mucho.

Arnoldo Kraus

Buen día Asunción, gracias por no quitar el dedo en el renglón y por poner en palabras inteligentes las ideas sobre la mesa. Sobre la mesa de todos: médicos, enfermos, no enfermos, políticos, religiosos. Hay incontables temas imposibles de rehuir: !felicidades por contagiar ideas no maniqueas!
Abrazo,
Arnoldo Kraus

Asunción Álvarez

Muchas gracias por tus comentarios Kraus. Otro abrazo

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