Una de las principales corrientes bioéticas es la principialista y su nombre alude a sus cuatro principios bioéticos fundamentales:
1. autonomía,
2. beneficencia,
3. no maleficencia y
4. justicia.
No hay mucho que explicar, ya que el primero alude a la capacidad de los individuos para tomar decisiones, el segundo implica que al actuar siempre debemos buscar el mayor beneficio para las personas, el tercero indica que debemos evitar cualquier acción que pudiera perjudicar y, finalmente, el de justicia sugiere que todas nuestras acciones deben estar enmarcadas precisamente por la equidad. Por cierto, éste es quizá el principio más complicado, ya que no existe una sola idea de lo que es ser justo.
Es frecuente que las personas pregunten si el orden en que se presentan estos principios, es el orden en que deben respetarse y la respuesta es negativa, ya que si bien el principio de mayor peso es sin duda el de autonomía, habrá ocasiones en que no pueda aplicarse, por ejemplo, con personas con demencia o menores de edad.
Así pues, la idea es que de frente a cada circunstancia se apliquen los cuatro principios, privilegiándose aquél que corresponda de acuerdo a cada ocasión. Hoy, frente a la pandemia del coronavirus, es imposible pensar que las acciones que se tomen sean en función del principio de autonomía, hoy se ocupa privilegiar el principio de justicia.
Frente a situaciones como la que nos toca vivir, las soluciones nunca son fáciles pero debemos tener ciertos elementos que guíen nuestras acciones, y estos principios son por demás pertinentes en la actualidad.
Ahora bien, como ya lo mencioné, en las circunstancias actuales, debemos privilegiar el principio de justicia, entendiendo por esto que los recursos –siempre finitos– deben ser utilizados de forma tal que la mayoría de las personas se vean beneficiadas.
Aunque cabe matizar lo anterior, ya que no sólo se trata de una distribución equitativa o igualitaria de los recursos, el principio de justicia nos exige más, y pide de nosotros dejar a un lado nuestros egoísmos; este principio implica que debemos pensar en términos colectivos, sociales y no individuales. Es por ello que resulta criticable toda esa gente que ha acaparado mercancías, como si se tratara del fin del mundo.
De igual forma, la gente está acaparando alcohol –líquido o en gel– absurdamente, hay una fuerte compra de papel sanitario, de medicinas que no sabemos si las vamos a usar, y que en caso de no usarlas, quizá alguien las va a necesitar, pero ya salieron del mercado y están en el anaquel de algún egoísta.
Por otro lado, y particularmente aquellas personas de recursos económicos altos, están haciéndose pruebas sin siquiera tener síntomas o haber tenido contacto con personas contagiadas o potencialmente contagiosas, lo que indudablemente va a generar un desabasto de pruebas.
Es increíble cómo nuestra ceguera social, nuestra falta de consideración a los demás y nuestro egoísmo, pueden causarnos mucho más daño del que imaginamos. En este momento tanto en España como en Italia y, muy particularmente en el segundo país, la crisis ha llegado a tal nivel que las decisiones médicas ya se están tomando en términos de “medicina de catástrofe”, lo que implica grandes dilemas éticos y bioéticos para el personal sanitario en su conjunto.
El concepto de “medicina de catástrofe” tiene sus orígenes en la guerra, y en las grandes catástrofes en las que, médicos e incluso políticos, tienen que tomar decisiones drásticas, por ejemplo, privilegiar el tratamiento de jóvenes respecto de viejos, o de personas sanas respecto de aquellas aquejadas de alguna patología, que hace que su pronóstico sea menos optimista.
Esto implica cancelar cirugías ya programadas a fin de poder disponer de mayores unidades de cuidados intensivos, cerrar la consulta externa para disponer de ese personal sanitario para enfrentar la crisis, restringir derechos fundamentales, como el de reunión o tránsito, incluso –como ya ha sucedido– cerrar fronteras y vuelos aéreos.
Me preocupa tanto el egoísmo como la irresponsabilidad con que estamos actuando, sé que el justo medio no es fácil, sé también que hay personas que no pueden aislarse de manera definitiva en su casa, ya sea por pobreza o por la circunstancia que sea –lo vemos en el mismo personal sanitario–, pero ver a personas en eventos masivos, ignorando las recomendaciones más básicas, irrita a cualquiera.
Todo indica que en Italia, el problema es que la gente, la sociedad en su conjunto, ignoraron las primeras recomendaciones y seguían reuniéndose en bares, cines, o lugares de alta concurrencia, y fue eso precisamente lo que generó la gran expansión del virus y, consecuentemente, la gran cantidad de muertos.
No es broma lo que digo en términos de la “medicina de catástrofe”, Italia ya está en esa situación, sin olvidar lo que está pasando en Bérgamo, en donde ya no hay espacio para sepultar a sus muertos.
Seamos conscientes y sigamos las recomendaciones básicas, que en realidad cuestan poco, lavarnos las manos de manera frecuente, evitar en la medida de lo posible salir de casa, mantener una distancia prudente y evitar los lugares de alta concentración.
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EXCELENTE