Esta nueva pandemia de coronavirus ha estado sacando lo mejor y lo peor de los seres humanos. En algunos lugares como España o Italia (supongo que habrá más) la gente se reúne a determinada hora para aplaudir al personal sanitario.
Aplausos que son un reconocimiento a su trabajo –de alto riesgo– por salvar las vidas de sus conciudadanos. Esas personas están mostrando amor y respeto por esos guerreros que están en el frente de batalla, por esos médicos, enfermeras, trabajadores sociales y demás personal que permiten que funcionen los hospitales.
Ya en una ocasión pasada hablé de todos esos héroes sin capa, desde el camillero hasta el conductor de la ambulancia, desde el conductor de UBER hasta las personas que recogen la basura. Todos ellos merecen nuestro aprecio, nuestra admiración y, lo más importante, nuestro reconocimiento por su labor; sin estas personas la crisis de salud sería mil veces peor.
Sin embargo, y tristemente, así como la pandemia ha permitido manifestaciones sublimes en favor de enfermos y demás personas que atienden la crisis, también ha permitido que mentes perversas, personas miserables, vuelquen sus prejuicios, ignorancia y complejos, precisamente, en contra de estos salvadores.
Lamentablemente en México poco se ha viralizado aplaudir al personal sanitario y ha sucedido lo contrario.
En Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, un chef, cuyo delito fue traer ropa y zapatos blancos, fue confundido con un paramédico por algún energúmeno con tres neuronas en la cabeza, y por ello recibió una paliza (Mural, 8 de abril del 2020).
En Zapopan, Jalisco, una doctora, cuyo delito fue sacar a su perro a pasear vestida con su bata blanca, fue agredida por un desconocido quien le lanzó cloro en el cuello (Mural, 14 de abril del 2020).
Desde finales de marzo se han reportado varios casos, también en la capital jalisciense, en la que enfermeras son agredidas rociándolas con cloro, a quienes además, por ese miedo irracional, no se les permite subir al transporte público (El Heraldo, 31 de marzo del 2020).
En la Ciudad de México, en la alcaldía de Iztapalapa le tocó el turno a una ambulancia, la cual fue vandalizada al transportar a un enfermo con coronavirus (Al Día-Dallas Morning News, 13 de abril del 2020)
Y así podríamos seguir contando historias, por ejemplo, la del Hospital General 1 del IMSS en la Ciudad de México, donde el personal sanitario fue agredido por los familiares de un paciente internado. O en el Hospital General de Zona número 48 de Azcapotzalco, también en la CDMX, donde un grupo de personas quisieron entrar a la fuerza y agredieron, nuevamente, al personal sanitario.
Todos estos casos son atroces, pero el peor de ellos reportado por la prensa fue en San Luís Potosí, donde una enfermera terminó con tres dedos fracturados, en un ataque a su persona por el sólo hecho de portar el uniforme del Seguro Social.
De nueva cuenta me pregunto, ¿qué nos pasó como sociedad?, ¿en qué momento nos perdimos?, ¿dónde queda esa solidaridad que en otras épocas y en otras catástrofes ha sido ejemplo mundial?
Ya lo había mencionado, creo que somos una sociedad hipócrita en la que, de cuando en cuando, surgen muestras de patriotismo y solidaridad como en los terremotos del 19 de septiembre del pasado 2017. Lo que me apena, lo que me entristece, es que al final del día todo regresa al estadio anterior.
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Es el reflejo de la idiosincracia de un pueblo, multietnicamente dividido, politica religuosa y economicamente , y ….unificado de un modo miserable por una doble o incluso triple moral.