Crisis universitarias por venir

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Se avecinan crisis universitarias sin precedentes a nivel global. Sobre todo en los países que tienen un modelo de financiamiento primordialmente privado y de altos costos –por ejemplo, Estados Unidos y Reino Unido–. Este problema va mucho más allá de la transición digital, ya que trastoca las fibras de la gobernanza y del modelo de negocio de las instituciones. El COVID-19 y el cierre abrupto de los campus universitarios acentuó el debate alrededor de dos preguntas: ¿Cuánto debe costar la educación superior? y ¿quién debe pagar por ella?    

El caso norteamericano es el más dramático. De entrada, la disrupción traída por la pandemia asesta un duro golpe a la burbuja financiera universitaria. Durante este periodo de emergencia sanitaria, la agencia calificadora Moody’s ha bajado la calificación de este sector de “estable” a “negativo”. Además, el American Council on Education (ACE) estima que los ingresos de la educación superior disminuirán en $23 mil millones de dólares durante el próximo año académico.

crisis universitaria
Imagen: Pinterest.

El altísimo costo de la educación superior y el correspondiente endeudamiento estudiantil son situaciones que ya mostraban signos de agotamiento, pero en el actual contexto de crisis constituyen realidades insostenibles. Analicemos algunos números. Mientras que en el periodo de 1971 a 2019 el ingreso familiar promedio creció 28%, las colegiaturas universitarias lo hicieron en 145%. En Estados Unidos, un universitario egresa con una deuda promedio de alrededor de 35,000 USD –760 mil pesos MXN–. La deuda estudiantil ha crecido un 600% en los últimos 20 años y es ahora la segunda más grande en aquel país, sólo detrás de las hipotecas; representa un 7.3% del PIB –1.5 millones de millones de dólares–.

En Reino Unido la situación no es tan distinta a la de Estados Unidos. Actualmente existen 1.3 millones de estudiantes en universidades británicas con préstamos estudiantiles. Además, con un promedio de 36 mil libras esterlinas –1 millón de pesos MXN–, la deuda por estudiante es mayor que en Estados Unidos. Tan sólo del 2012 al 2019 los costos de matriculación se triplicaron.

No es casualidad que ambos gobiernos estén preparando “rescates” para sus universidades. Dentro del paquete de estímulos económicos aprobado en el mes de mayo, Estados Unidos creó el Fondo de Atención a la Emergencia en Educación Superior con un total de 14.5 mil millones de dólares –aproximadamente la mitad de lo que en conjunto se destina a educación: 30.75 mil millones–. Por su parte, en Reino Unido el gobierno ofreció 100 millones de libras esterlinas en fondos de investigación y el Tesoro ha insistido a las universidades en utilizar los esquemas de préstamos de rescate del gobierno establecido durante la crisis, por un valor de hasta £700 millones antes de recibir fondos adicionales. Este tipo de “rescates” hacia las universidades, sucedieron en 2009 con la banca y la industria automotriz.

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Ilustración: Dante de la Vega.

Crisis como éstas no son ajenas en América Latina. Por ejemplo, en Chile alrededor del 30% de los estudiantes de educación superior tienen un préstamo estudiantil y el total de la deuda acumulada asciende a los $7,657 millones de dólares. Además, el costo de la educación superior en este país es bastante alto: cursar biología en una universidad pública cuesta más de 25 mil dólares; Odontología, más de 50 mil dólares o hasta 62 mil dólares si se cursa en una escuela privada. Por esto, estudiar una carrera universitaria implica el endeudamiento de una familia hasta por 30 años.

Ante estos costos tan elevados, la crisis que se avecina sin duda afectará a las universidades que dependen del financiamiento privado. Sin embargo, también aquellas que dependen del financiamiento público enfrentarán serias dificultades. Los ingresos fiscales van a la baja a nivel mundial; las economías se contraen de manera alarmante: -6.1% promedio en países avanzados y -7% en el caso de México. Se anticipan recortes. En ese sentido, la Asociación Europea de Universidades advirtió que la disminución de recursos puede durar de 2 a 4 años. La competencia por recursos públicos será feroz y, desde luego, la salud y el empleo serán las áreas prioritarias de los gobiernos.

Vienen tiempos aciagos para la educación superior. Ante la pandemia, pocos países parecen tener como prioridad a sus universidades. Así que habrá que ser muy creativos e innovadores para seguir siendo relevantes.


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