De la guerra. Parte 1

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¿Por una cultura de paz?

En la medida que la violencia se normaliza, la insensibilidad de la sociedad incrementa. En la actualidad vivimos este fenómeno con cierto grado de sorpresa y, lamentablemente, desde mi perspectiva es sólo el devenir de la humanidad el que nos ha puesto en esta circunstancia. La invisibilización de la persona como ser “sentipensante” de una comunidad, convertirlo sólo en un número poblacional o una credencial que le identifica, es la manera más fácil de mandar “al pueblo” a la guerra.

Históricamente, las guerras han sido el enfrentamiento con “los otros” por una sensación de que existe alguna amenaza territorial, de subordinación, de control o de poder de un grupo humano sobre otro. La alteridad del ser –entendida como el fenómeno identitario que nos distingue de los otros permitiéndonos establecer pertenencia a un grupo–, es decir, la conceptualización de “los nosotros vs. los otros”, predispone a un irremediable enfrentamiento ante la incapacidad de negociar y dialogar. Es entonces, desde la narrativa del hecho, una lucha de sobrevivencia basada en la creencia de que sólo uno de los grupos combatientes estará en condiciones de mantener su estirpe, cultura y creencias.

Pareciera que estos argumentos están llenos de trampas porque en su planteamiento absoluto se polarizan las visiones e incluso se busca que la percepción se tiña sólo en blanco y negro, evitando de manera intencional la escala de grises. ¿Qué historias suceden en esta escala? Vamos a citar algunos ejemplos históricos, anecdóticos que demuestran que cuando se humaniza al enemigo y se vuelve persona igual que nosotros, el argumento de “el otro” se diluye y minimiza, a saber:

Cleopatra termina enamorada, emparejada y teniendo hijos con Marco Antonio que sucede a Julio César en el lecho de ésta ante la atracción irresistible de las artes amatorias de la reina egipcia. En la lógica de “en la guerra y el amor todo se vale” Doña Cleo seducía a los enemigos. En el caso de Marco Antonio, vencida ella también porque su amor resultó tan poderoso que él volvió siempre a su lado. Cuenta la leyenda que Marco Antonio se quitó la vida con su propia espada cuando lo engañaron durante una batalla diciéndole que ella había muerto. Esto deviene en el suicidio de Cleopatra al enterarse de la muerte de su amado. 13 años de relación, 3 hijos, separaciones por cuestiones de orden político y la guerra como motivo que los unió para siempre en la muerte.

Imagen: Revista Esfinge.

-Durante la Guerra de Intervención de los Estados Unidos de Norteamérica a territorio mexicano, famosa por aquella también mítica historia de los Niños Héroes de Chapultepec, se incluye un pasaje de una gran valentía y pundonor de un grupo de migrantes irlandeses y alemanes que integraban el Batallón de San Patricio. Establecidos en Texas, cuando este territorio estaba en pugna por allá de 1846–1848, los irlandeses se sienten identificados con los católicos mexicanos y fundaron el Batallón de San Patricio con el que, en lugar de apoyar a las tropas estadounidenses, se les enfrentaron en la Batalla de Monterrey. La parte romántica de la historia dice que fue por un sentido de justicia que para ellos era cuestión de honorabilidad, sin embargo, las constantes burlas y discriminación de los gringos protestantes a los europeos católicos habían encendido una llama que complicó la toma de la Ciudadela regia por identificación con la población de este lado de la frontera.

-Son muchas las historias de soldados estadounidenses que en la Guerra de Corea en los 60, se quedaron a vivir en aquella zona del Oriente porque durante la ocupación vieron y conocieron a los seres humanos que ahí vivían y su cultura. Se integraron, se quedaron y se reprodujeron porque se identificaron con las personas en lo particular, de manera individual. Reconocieron en esos “otros” las emociones, preocupaciones e inquietudes de la especie y, una vez habiendo establecido ese contacto emocional, era más fácil hacer un vínculo que matarse. 

Ahora bien, no podemos obviar que de los 5 mil 500 años de historia escrita de la humanidad solamente una cantidad de menos de 300 años ha sucedido sin que hubiera alguna guerra. Parece ser que la parte de la naturaleza humana que es competitiva y belicosa,  destaca por una crueldad cuyo sustento está en el miedo a desaparecer, en el temor de verse borrados, esto provoca una conducta irracional e instintiva que requiere del exterminio de aquel que no conocemos y comprendemos. ¿Es ésta la única visión posible?

Veamos, en contraparte, y en la misma lógica del blanco y negro, se considera que los pacifistas, es decir, aquellos que creen que la guerra es evitable, son una especie de ingenuos irredentos, un poco bobos y sumamente cándidos porque esperan que una conducta instintiva, asociada a la bestialidad de los humanos, no suceda más. ¿Será que, como especie humana, tendremos en algún momento la madurez para encontrarnos en puntos intermedios de negociación, de comprensión del otro para ver lo que tenemos en común? Estoy seguro que los puntos de identificación y reconocimiento que nos asemejan son más que las que nos separan. Al final lo que buscamos es el bienestar de los que amamos y que el orden que conocemos no desaparezca, necesitamos la seguridad de la sobrevivencia y la confianza de que podremos trascender en los nuestros. ¿Será que encontremos puntos de comunión donde sea más grande el nosotros que el “los otros”? En las siguientes emisiones haremos un recorrido más puntual por el pasado, presente y futuro de la guerra en la historia de los hombres y las mujeres. Vamos a revisarlo poco a poco, para ver si tenemos la alternativa de hacer y decidir de un modo distinto de aquí al futuro, si hemos comprendido que hay batallas más importantes que luchar juntos como enfrentar el cambio climático y sus consecuencias que podrían hacer que la especie completa desaparezca. ¿Podremos sumar en lugar de restar? ¿Multiplicar en lugar de dividir? ¿Hay manera de determinar si ese es el verdadero reto?

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