Pensando en poner un ejemplo de lo que significa tener vergüenza, nos topamos con cosas muy simples:
- Ir caminando por la calle y caerse frente a un grupo de personas.
- Que me agache y se me rompa el pantalón.
- hacer un chiste y que nadie se ría.
Y la lista puede ser interminable, pero en realidad no es de ese tipo de vergüenza de la que yo quiero hablar hoy, a esos momentos yo les llamaría momentos incómodos solamente.
La vergüenza a la que me refiero es un sentimiento que surge de una evaluación negativa del Yo. Se mezcla con la idea de ser inadecuado y el deseo de ocultarse, de hacerse invisible, de no querer ser visto y desaparecer.
En algún momento hicimos un escáner de nuestra persona y nos calificamos de manera negativa, esto provoca una sensación dolorosa de inferioridad, de indignidad y también se alimenta este sentimiento por comentarios y opiniones de los demás a los que yo le doy poder y sobre todo validez.
Como la vergüenza habla de lo que soy y no de lo que hago, es un sentimiento muy complejo que nos causa mucho daño. La creencia es: puedo cambiar mi conducta, pero no puedo cambiar mi persona.
Hay cuatro tipos de vergüenza:
- La vergüenza moral: es esa vocecita que nos dice de qué manera podemos y debemos actuar o no en diferentes circunstancias y contextos. En algunos casos podríamos hablar de que nos protege de realizar conductas inconvenientes, pero en otros nos coarta la libertad por el ¿qué dirán? y por conceptos erróneos de lo que es correcto o no. Podemos decir que este tipo de vergüenza es adaptativa, ya que nos ayuda a saber, entender y comportarnos en sociedad.
- La vergüenza heredada: como su nombre lo indica, se hereda de generación en generación o por la pertenencia a cierto grupo, social, religioso, o étnico, es un sentimiento que mi grupo, mi familia, mis amigos comparten. Por ejemplo, alguno de los integrantes, mi padre, hermano, esposo, hermana, etc., robó, estuvo preso, cometió un asesinato, infringió la ley, y ser su hermana, esposa, o parte de su grupo, causa vergüenza. Esto es común entre grupos étnicos o de género o de estrato social, depende en ocasiones del contexto histórico; en algunos periodos tener la piel de un color u otro, pertenecer a un grupo religioso, entre otros elementos, causa vergüenza.
- La vergüenza ajena: es la que nos provoca un miembro de nuestro grupo o familia por alguna actividad que realiza y calificamos como negativa y con la que no podemos ni queremos identificarnos. Un padre alcohólico, una madre prostituta. Esta vergüenza es provocada por lo que otro hace.
- La vergüenza del auto-concepto: ésta se manifiesta cuando soy capaz de verme y ubicar quién soy, y ese descubrimiento me decepciona porque yo creía ser alguien diferente. De pronto descubro que tengo un rasgo de personalidad que no me gusta, que he criticado en otros, que la sociedad rechaza y siento vergüenza. Por ejemplo, me descubro teniendo atracción sexual por personas de mi mismo sexo y eso en mi familia está muy mal visto, un fracaso laboral al que se le habían puesto muchas expectativas, estoy en una posición socioeconómica que no considero digna, me doy cuenta que el trabajo en el que estoy es para otro tipo de personas y no para mí.
El sentimiento de vergüenza puede tener diferentes intensidades, puede ser leve, moderado o intenso, pero en cualquiera de los casos nos habla de una incapacidad de la persona de saberse y sentirse digna. Se considera menos valiosa, menos importante, inclusive se escuchan cosas como “estoy manchada, sucia”. El problema en esta situación y por la cual yo la considero un “Dragón a vencer”, es que este sentimiento nos impide avanzar, ser libres, disfrutar, es como una carga pesada que se lleva al hombro y que estorba, en ocasiones no puede identificarse claramente de dónde viene, parecería que está en nuestra sangre, que forma parte de nosotros, pero esto es falso, es un sentimiento que se puede y es necesario erradicar.
Así también, dado que la vergüenza llega a sentirse tan fuerte, provocando mucho daño, recomiendo buscar ayuda profesional, pues de lo contrario, si se estancan estos sentimientos podemos llegar a experimentar una profunda tristeza, aislamiento social, inclusive atentar contra la propia vida.
Como todas las emociones, la vergüenza tiene su función, sirve para hacer más indulgentes a los demás; cuando vemos que alguien siente vergüenza, nos parece más simpático y nos lleva a tener un acercamiento con la persona. Digamos que, otro punto positivo, ayuda a regular nuestros comportamientos sociales.
¿Cómo podemos regular la vergüenza?
- Una estrategia es contarle a alguien en quien confiamos y que sabemos que no nos va a juzgar por sentir vergüenza, ayudándonos a identificarla y ubicarla.
- Es importante revisar nuestras creencias y ver si no es alguna de ellas las que me hace calificar como vergonzoso tal o cual cosa.
- No dejar pasar la vergüenza; es importante ya que podemos estar atrapados u atorados por eso y no saberlo.
- En muchas ocasiones lo que hay que hacer es alejarse de personas y familiares que se han convertido en humilladores en serie, lo que quiere decir que parecería que para ellos humillar es un deporte y no debemos estar a su alcance.
Siempre recuerda, verte, oírte y sentirte, como una útil herramienta para el autoconocimiento.
Esto es para ti, que siempre estás del otro lado leyéndome… Gracias.
me encanta y me parece valiosismos los consejos de Cristina mil felicidades en unos tiempos tan difíciles da tranquilidad saber que todavía existe gente sabia y generosa mil gracias Cristina
Un Dragón más que ataca y se le puede vencer! Me encantas tus artículos Cris!!! Muchas gracias por los temas.