Duchamp fue más allá del plagio, literalmente despojó de la propiedad y autoría del urinario a la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven.
Ciudad de México.- La piedra angular del arte contemporáneo, la “obra más influyente del siglo XX” en realidad es un robo, Duchamp fue más allá del plagio, literalmente despojó de la propiedad y autoría del urinario a la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven. El ensayo de Julian Spalding y la investigación de Glyn Thompson demuestran la vulgaridad del delito con datos históricos incontrovertibles. La historia es un melodrama: Elsa, una mujer enamorada que centraba su obra en los objetos que recolectaba, envía esta pieza a su amante, Duchamp, y este se lo adueña; ella muere olvidada en la pobreza y él se inmortaliza gracias a ese robo. Spalding y Thompson revelan que todo lo que Duchamp hizo y dijo alrededor del urinario es una impostura: el lugar en donde lo compró, el rechazo del Salón de Los Independientes, la firma en el urinario no es suya, así como la interpretación del nombre de R. Mutt. Hasta el título de Fountain no es una idea de él, es una ocurrencia del fotógrafo Alfred Stieglitz. Décadas más tarde, cuando Elsa y Stieglitz estaban muertos, Duchamp fabuló la leyenda del urinario para auto promocionarse descaradamente como el iniciador del arte moderno. La evidencia es tan contundente que todos los museos del mundo que poseen una de las “copias” de este plagio están rehaciendo las cédulas y lo presentan como “Una apropiación de Duchamp a partir del original de la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven”. El MoMA de Nueva York se negó a cambiar la cédula y sin argumentos mantiene el mito oficial que lo canoniza como artista. El texto de la revista The Blind Man en su edición número 2, que se supone hizo Duchamp para defender al urinario, en realidad se atribuye a Walter Arensberg, y dice: “Que el señor Mutt haya hecho o no haya hecho la fuente con sus propias manos carece de importancia. Él la ha ELEGIDO. Ha tomado un elemento de la vida cotidiana y lo ha ubicado de tal forma que el significado utilitario ha desparecido bajo un nuevo título y un nuevo punto de vista: ha creado un nuevo pensamiento para el objeto”. La base teórica que valida al estilo VIP se derrumba: Duchamp no escogió el urinario, ni pensó un nuevo punto de vista y mucho menos desarrolló la teoría alrededor del objeto. Mutt no es un “nombre”, es un juego de palabras en alemán que Elsa inventó. Tampoco está inspirado en la firma Mott de urinarios porque esa empresa nunca fabricó ese modelo. Una de las esculturas de Elsa que tituló como un retrato de Duchamp, se considera como la primera pieza de arte objeto, su obsesión fue “buscar la poética de las cosas cotidianas”. La definición de un readymade como “un objeto que se eleva a la dignidad de arte por elección del artista” fue de André Breton y la publicó en 1934. Mentir y hurtar le dio a Duchamp una carrera, lo santificó en el altar del arte aunque nunca pudo crear un cuerpo de obra y se retiró a jugar ajedrez, la impunidad lo convirtió en artista. El urinario, sea de quién sea, carece de valor artístico, pero el hecho de que la obra y directriz teórica del estilo contemporáneo VIP sea un ultraje, describe con exactitud la esencia de millones de obras que son falsas en su contenido y en su forma: desde el eufemismo de apropiación -que es el plagio sistemático de obras y su adulteración flagrante- hasta la autoría, los significados, intenciones, precios, la provenance de materiales y anécdotas alrededor de una obra, todo es un gigantesco fraude. Oscilando entre la prevaricación y el autoengaño, la estructura del arte se aferra, como las dictaduras o las religiones, a sus propios infundios, imponen creencias como su razón de ser y las convierten en Historia. Las investigaciones desarticulan el entramado de artistas, universidades, institutos, museos y galeristas que son cómplices de una gran falsedad para existir en un vacío absoluto de arte. Es prioritario revisar la historia del arte, mandar al procesador de basura millones de obras, tesis, ensayos y retirar doctorados que encumbran como genio a Duchamp, pero también es momento de reescribir la definición de arte contemporáneo: estilo artístico que surgió después del cobarde despojo de un mediocre embustero a su amante. Una historia, además, de misoginia. La verdadera obra de Duchamp fue explotar y manipular la estupidez crédula de una elite pretenciosa y sin ideas.
Que el “urinario” haya sido robado a Elsa, es probable -y reproblable, pues ella no se lo había robado antes, sino simplemente “apropiado”-; pero no sólo el monto de lo robado es mínimo, sino que, para cualquiera un poco enterado de la obra y personalidad de Marcel Duchamp, resulta este artículo de Lésper una fuente inagotable de falacias y mezquindad que nadie honrado puede dejar sin respuesta.
“La obra más influyente del siglo XX”, “La Piedra angular del arte contemporáneo”, dice Avelina, refiriéndose al “Urinario”; es una exageración ridícula tal calificativo, ya no sólo en el contexto del arte moderno (acaso más comprensible hacia “Las Señoritas de Avignón”, o la Acuarela Abstracta de Kandinsky), sino incluso en el breve cuerpo de trabajo de Duchamp: en principio, no es el mentado “Urinario” el primer Ready Made de Duchamp -La Rueda de Bicicleta o el Portabotellas son anteriores un par de años-; en segundo, cualquier crítico serio (Ocatvio Paz, Patrick Walberg, Roland Penrose, George Lebel, entre otros que han escrito sobre Duchamp) está lejos de afirmar la barbaridad que Lésper reproduce; mucho más relieve dan a sus pocas maravillosas pinturas como “El desnudo bajando la escalera”, o al desconcertante “Gran Vidrio”, que al Urinario, a cuya fama han contribuido críticos recientes no muy de fiar -tal como Avelina-.
“Duchamp se inmortalizó gracias a ese robo”; Miente, señora: Duchamp ya era extremadamente famoso antes de ese o cualquier otro ready-made. Fue el causante principal del éxito y escándalo de la primera gran exposición de vanguardia en America: el celebre “Armory Show” de 1913, en N.Y. Su fama estaba asegurada para el futuro.
“Todo lo que dijo fue una impostura para autopromocionarse descaradamente como iniciador del arte moderno”; lo que afirma Lésper es un infundio: cite texto o frase, escrita o hablada, de Duchamp en que se atribuya tan desaforada intención de ser papá de nada o nadie. De hecho, el señor era bastante discreto.
“Mentir y hurtar le dió a Duchamp una carrera…la impunidad lo convirtió en artista”; Cuidado, señora: porque si no demuestra que, en efecto, sus magníficas pinturas (“Desnudo bajando…” “El Rey y la Reina… “, “Novia”, etc; o sus diversos objetos ensamblados, o “El gran Vidrio”, o su obra escondida 20 años “Dándose”, y demás -consultese “La Apariencia Desnuda” de Ocatvio Paz, por ejemplo-…si no demuestra, Avelina, que todo eso es fruto del robo, quien está mintiendo y difamando para hacer una carrera será usted.
“La directriz teórica del “estilo VIP” es un ultraje”; del mitológico “estilo VIP” como de su supuesta “directríz teórica”, sólo usted se entiende, dado que son de su invención. Lo que sí resulta una agresión lógica es pretender derivar de un urinario conclusiones tan diversas como el Video Arte, el Performance o la Instalación. Lo dicho: si logra esclarecer silogísticamente el enlace entre premisa tan humilde y conclusiones tan desorbitadas, pasará a la historia no sólo como la que mandó a Duchamp a la basura, sino también a Aristóteles y toda la lógica formal.
Duchamp se robó el Urinario; tal vez, pero en verdad la revelación no es muy significativa. Poco más habrá que corregir en los libros: “El Urinario “Fuente” no es de Duchamp, ni de Elsa, ni de otro que el pobre fabricante de urinarios del que nadie se acuerda”.