Cuentan que una niña le preguntó a un anciano que veía con atención una catedral que si le gustaba. El anciano le contestó que le gustaba mucho, que era una verdadera obra de arte. Entonces la niña le dijo:
—Yo ayudé a construirla.
—Pero, ¿cómo tú, siendo una niña, ayudaste a construir una catedral? Preguntó el anciano.
—Todos los días traía el almuerzo a mi padre, que es albañil.
La anécdota refleja la necesidad tan grande que tenemos los mexicanos de sentir que algo podemos hacer -todos y cada uno de nosotros- por construir la patria. El sentir que es necesario tener una meta concreta, una meta alta, como la niña que ayudó a construir una catedral. La tragedia de nuestra nación no reside en la imposibilidad de lograr nuestros objetivos; la tragedia reside en no tener objetivos por lograr.
El mundo entero está en manos de los audaces. Ser audaz supone conseguir hoy lo que pedirá la generación de mañana. Las generaciones del mañana exigirán justicia, educación, oportunidades, prosperidad. Ser audaz es adelantarse medio siglo. Es levantarse de las poltronas y caminar hacia un destino. Hacia un orden nuevo. ¿Peligros? Muchos. Cuesta mucho construir una catedral. Cuesta mucho renovar una patria. La democracia cuesta.
Recibí un correo que pregunta: ¿Están locos los mexicanos? En un país que se dice democrático el candidato que gane la elección es el presidente, independientemente del partido a que pertenezca, y los ciudadanos que no hayan votado por él, gústeles o no, deberán respetarlo como jefe supremo de gobierno.
Nos acostumbramos a culpar al presidente en turno por las circunstancias del presente: estar como estamos y de ser como somos. Yo no creo en las circunstancias. Benito Juárez, el benemérito de las Américas, se desarrolló en las peores circunstancias. Las personas que salen adelante en la vida son aquellas que se levantan de las poltronas y encuentran las circunstancias que desean y, si no las encuentran, las crean.
La decisión es de todos los mexicanos. Aun de los niños. O salimos o nos hundimos. Nos solidarizamos con la patria o volveremos a ser colonia. Ni las dádivas ni los préstamos nos salvarán, y mancos no estamos. ¿Por qué esperar que vengan a hacer otros lo que podemos hacer nosotros mismos?
Nada ni nadie puede resarcir el dolor ocasionado en el pasado; el pasado no tiene cómo ser cambiado. La venganza, el odio o una actitud pesimista no podrán subsanar la desolación que en ocasiones experimentamos ante la complejidad del presente. Rescatémonos hoy…el futuro aún no nos pertenece.
En el campo de batalla de la supervivencia nacional no hay que buscar aliados sino nuestra propia fortaleza. Decidirnos -de una buena vez- a no dejar para mañana o a otros lo que podamos hacer nosotros hoy; y hacerlo a nivel de excelencia, esto es, hacerlo bien a la primera intención.
Aseguran los sociólogos que las personas se dividen en tres grupos: las que dicen: “sí, pero”, las que dicen “ahora no” y las que responden a los retos con un “¿por qué no?” Estas últimas son las que mueven el mundo. “Cuando el poder del amor sea más grande que el amor al poder, el mundo conocerá la paz”, decía Jimi Hendrix.
San Francisco de Asís aseguraba: “Empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible, y de pronto te encontrarás haciendo lo imposible”.
Sabemos que la dirección del viento no se puede cambiar, pero sabemos también que será necesario ajustar nuestras velas para llegar a nuestro destino. Porque en este tiempo de intensa crisis nacional, el que no construye, destruye. El que no recoge, desparrama.