El Toreo y los Borbones

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Durante la semana en la que Felipe VI será oficialmente reconocido como monarca español; es interesante recordar que allá se aceptaba la teoría de que fue el cambio de dinastía monárquica de los Austrias a los Borbones, en especial Felipe V, la que produjo la retirada de los nobles del rejoneo nobiliario. Ello dio lugar a que los chulos y pajes plebeyos llevaran la suerte a pie. Junto a ello estaba la convicción de que la cuna del toreo a pie estaba en Navarra donde se celebraban encierros y abundaban nombres de matadores a pie. Sin embargo dos recientes estudios certifican que el toreo a pie nació, a mediados del siglo XVII en Cádiz. Ciudad que actualmente carece de plaza de toros.

Felipe V de Borbón, llamado el Animoso (Versalles, 19 de diciembre de 1683-Madrid, 9 de julio de 1746), fue rey de España desde el 16 de noviembre de 1700 hasta su muerte en 1746, con una breve interrupción (comprendida entre el 16 de enero y el 5 de septiembre de 1724), por causa de la abdicación en su hijo Luis I, prematuramente fallecido el 31 de agosto de 1724. Fue el sucesor del último monarca de la Casa de Austria, su tío-abuelo Carlos II, por lo que se convirtió en el primer rey de la Casa de Borbón en España. Su reinado de 45 años y 3 días (como ya se ha señalado, en dos periodos separados) es el más prolongado en la historia de este país.

Independientemente de los orígenes del toreo a pie anteriores a la dinastía de los Borbones en España, si fue claro que por aquellos años el toreo se fue gestando tal y como lo conocemos hoy en día, debido al alejamiento de los nobles del ejercicio del toreo a caballo en plazas públicas, para propiciar la erección de cosos como por ejemplo el de Ronda en España o el Acho en Lima Perú, sin olvidar en México a la plaza de Cañadas en Jalisco.

Aunque la lidia de toros se practica desde muy antiguo, en la segunda mitad del siglo XVIII fue cuando se produjeron en España una serie de novedades en su práctica que dio lugar a las corridas de toros en su sentido moderno:

  • El toreo a pie sustituye al de a caballo.
  • Los protagonistas ya no son caballeros pertenecientes a clases altas, sino gente del pueblo que se profesionaliza y cobra por su actuación.
  • Nacen las ganaderías de toros de lidia y se comienza a seleccionar los toros, frente a la situación anterior de mera espontaneidad.
  • Se construyen las primeras plazas de toros como edificios permanentes destinados al festejo.
  • Se escriben las primeras tauromaquias, que fijan la técnica y las normas y van definiendo el arte de torear.

Por eso es coincidencia que Felipe VI retome el nombre de su antepasado, ligado a los principios de la tauromaquia actual con la traslación de los festejos taurinos de la nobleza al pueblo. Ojala hacia el futuro, Felipe siga propiciando como su padre y sobre todo su abuela, la recordada Condesa de Barcelona, el que se ligue su apellido positivamente, a una tradición de tantos años como el toreo. Por eso le doy toda la razón a mi tocayo, Luis Cuesta cuando clama por la reflexión, antes de exterminar lo poco que queda de los toros en Guerrero. De varias de las fotos que atesoro de mi padre José Luis, algunas muestran cuando él toreó como novillero en la plaza de Caletilla, en los años cincuenta del siglo pasado.

La historia de nuestros países con tradición taurina, no se entendería sin tomar en cuenta los muchos años que tenemos conviviendo con la pasión por el toreo, no es tan sencillo, de un solo plumazo, borrar lo mucho que se ha escrito paralelamente con la existencia de tantas generaciones de aficionados y de profesionales que tratamos de preservar el legado cultural para el futuro. Por eso traje a colación, una muestra de lo mucho que habría que hurgar en el pasado, antes de tomar una decisión draconiana, como la que pretenden algunas comunidades en México y en los países taurinos. A nosotros nos toca abogar con argumentos sólidos, lo mucho que significa en la cultura popular y en nuestra historia, una de las tradiciones más ricas en nuestro acervo de existencia de ya muchos siglos, para que se considere y no se tome a la ligera su desaparición. Que así sea.

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