ESCENOGRAFÍA DEL SUBCONSCIENTE

Lectura: 4 minutos

 

El encierro es físico y mental, es espacial y subjetivo. A uno vamos y al otro lo llevamos dentro, en los dos habitamos. Este castigo aísla para sumergir en un estado en el que no existe la autodeterminación. Es infligido por otros o es una decisión existencial en la que nos enclaustramos. La constante entre el encierro material o físico y el subjetivo es la experiencia espacio-tiempo. Podemos determinar cuánto ha durado el castigo y en dónde lo hemos vivido. Las memorias, pasiones, temores, deseos, son el cautiverio que posee y decide los actos sin escapatoria, es la claustrofobia cotidiana que vive en el espacio interno del ser.

Esa penitenciaría personal ocupa la vida, el tiempo, exige espacio para tener forma. Citando a Milton, “Te has convertido (¡oh peor cautiverio!), en tu propia mazmorra, que tu alma… ahora en verdad prisionera, habita en la oscuridad del cuerpo”. La serie de grabados sobre prisiones de Piranesi, Invenzione Capric di Carceri, 15 placas (1749), son obras de ficción, cárceles imaginarias de arquitectura sofocante. Construcciones fantásticas y eclécticas inspiradas en los dibujos de Palladio de las ruinas romanas, son una idealización de la monumentalidad del pasado que se vuelve grotesca, como la enervación que hacemos de lo que hemos perdido, de lo que se ha ido. Piranesi las llama capricho para advertirnos que no estamos ante una cárcel real, que esto sucede en su talento y en su obsesión neurótica por describir ambientes asfixiantes.

Estas oscuras prisiones son inexpugnables, vigiladas por gigantescas esculturas de leones y por mascarones vociferantes. Las cúpulas describen el armazón craneal que cubre el cerebro, sus protuberancias y pasadizos. El diseño de sus escaleras, torres y arcos de piedra no tiene salida, es un juego de perspectivas y oscuros laberintos que no van a ningún sitio, un encierro premeditado para que el intento de huir sea la última condena. Fortalezas que se tragan a sus pequeños inquilinos, los someten a sus debilidades. Los pasillos podrían enloquecer al Minotauro, son una metáfora del horror de verse ensimismado, de dejarse poseer por el espacio, como nos dejamos gobernar por el dolor, por la enfermedad o el aburrimiento. Piranesi al dibujar estos muros de piedra de los que penden cuerdas, cadenas, grilletes, jugó con el subconsciente, se regodeó con la ansiedad masoquista de flagelarse, de atarse a lo que no queremos soltar.

La voluntad se nulifica en el confinamiento, para comprobarlo Piranesi no dibuja una celda en particular, se abre al espacio que contiene miles de calabozos y nos obliga a la confusión entre el ser y el objeto: el preso es la prisión que lo contiene. El opresivo pánico a estar en ese lugar, situación, o con nosotros mismos, nace de la especulación de lo qué podría suceder ahí adentro. Esas bóvedas y columnas que se elevan sobre patios de tortura, son edificadas por los propios presos, cada quién dicta su condena, que sin importar lo que dure, siempre será larga. Al dibujarlos con la precisión de la línea, evoca un testimonio que no existe pero que reconocemos, sabemos que hemos estado ahí y vivido la pesadez de nuestros ruinosos conatos de fuga.

La insondable construcción de nuestros pensamientos, apegos, manías, emociones, recuerdos, vicios, circula por esas galerías subterráneas que entierran vivos a sus habitantes, que los despojan de la luz de la razón. La pérdida de control está adentro, en la desaforada sucesión de escaleras, mazmorras, rejas, en las que los presos deambulan y viven sin una coherencia lógica, sin una consecuencia, es la demencial recreación de nuestros males que se enroscan y degradan por sí mismos. Cada grabado de Piranesi está planteado como una geografía interior, espacio-emoción, trazando con virtuosismo la complicada composición de las secuencias de puentes infinitos que se bifurcan como nuestras obsesiones.

Este contenedor patológico protege de un exterior que revelaría el cautiverio al que nos auto sometemos, al que nos entregamos sin poder luchar.  Emerger del enclaustramiento interrumpe la pesadilla, acalla el suplicio, y ¿qué queda? Regresar a la mazmorra, encontrar motivos para no desprenderse, para vivir como dice Milton “Preferir ser siervos a ser libres, la cómoda esclavitud más que la ardua libertad”.

 

 

Carcieri-d-invenzione

 

 

 

Carcere
Carcere

 

Carcere-IV

 

Carcere-IX

 

Carcere-V

 

Carcere-VI

 

Carcere-XIV

 

Carcere-XV

 

Carcere-XVI

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Más viejo
Nuevo Más Votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x