El miércoles de esta semana, Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo (BCE) cumplió su ofrecimiento, hecho el pasado 8 de diciembre, de que los bancos europeos podrían acceder directamente a recursos casi ilimitados, a bajas tasas y a plazos mayores a los convencionales fondeados por esa institución comunitaria. Este ofrecimiento fue, en general y originalmente, mal interpretado, asociándosele a que el BCE compraría de manera masiva bonos de España e Italia, casi bajo el carácter prestamista de última instancia (lender of last resort).
En primer lugar, la consecuencia lógica del anuncio de tal acción fue la expectativa de reducción de la tasa de los bonos soberanos de esos países, tal como aconteció pero sólo de manera inicial. En segundo lugar, era de esperarse que las bolsas reaccionaran positivamente ante la caída de la prima de riesgo de la deuda soberana, especialmente de la zona del euro; efecto que no aconteció.
Tales resultados cuestionan, una vez más, la pertinencia de las medidas que se siguen implementando para afrontar la crisis financiera y bancaria europea, sin negar que con ellas se gana tiempo para lograr una solución sostenible y duradera, al menos de mediano plazo.
En efecto, el miércoles pasado el BCE en subasta prestó € 489,000 millones a 523 bancos de manera extraordinaria, a una tasa de 1% en el primer año de un período de tres, para quitarle presión al sistema financiero de la zona euro ante la crisis de la deuda soberana. Esta ha sido la mayor inyección de recursos proporcionados por el BCE en toda la historia del euro, sobrepasando los € 442 mil millones otorgados en 2009, para paliar los efectos globales adversos de la quiebra de Lehman Brothers.
Con la primera de dos subastas extraordinarias del BCE –la segunda la realizará en el mes de febrero- se beneficiaron prácticamente el 100% de los bancos que componen el Eurosistema, sobrepasando toda expectativa de requerimientos de fondos por parte de los bancos, por lo que se estima que accedieron a tales recursos inclusive bancos que no los requerían. Esto porque la diferencia entre la tasa de cobro del BCE sería de 1% el primer año, frente a una tasa de los bonos soberanos mayor, con lo que el negocio para las instituciones beneficiadas está plenamente garantizada.
Con el fondeo del BCE se espera estimular el crédito, particularmente a las empresas, en un entorno en el que se piensa que la zona euro sufrirá en los primeros meses de 2012 al menos una recesión leve. Así, el objetivo último del BCE ha sido inyectar liquidez al sistema bancario para que fluya el crédito y se atempere la presión de la deuda soberana, primordialmente con la baja de su prima de riesgo. Este objetivo sobradamente podría haberse logrado si se hubiera aceptado que el BCE asumiera su papel de prestamista de última estancia y emitiera eurobonos que garantizaran la deuda soberana.
Pero como Draghi ha insistido en la últimas semana, el BCE nunca haría ninguna acción a la que se opusiera Alemania, por lo que no compraría extensivamente deuda de España e Italia, ni financiaría directamente a ningún gobierno europeo (NYT, 22 de Diciembre de 2011).
A pesar de tal posición, con la inyección de liquidez, el BCE ha actuado indirectamente como garante de la deuda soberana, al aceptar como colateral sus bonos, así como deuda bancaria de las pequeñas y medianas empresas y deuda reestructurada de dudosa recuperación.
El mismo mecanismo de inyección de liquidez, asumido como artilugio para que Draghi honre su posición institucional y se apegue a los principios estatutarios del BCE, no garantiza necesaria y suficientemente el objetivo perseguido con la inyección de liquidez, ni ataca el fondo del problema bancario, que es el de su capitalización.
Así, los fondos de BCE servirán en una parte para el refinanciamiento de vencimientos, por lo que sólo el remanente de entre € 200 y 250,000 millones, podría destinarse a nuevos créditos. De destinarse estos recursos a créditos, que necesariamente tendrían riesgo, obligaría a incrementar el capital con el que cuentan actualmente los bancos, al menos en un 8% por cada euro prestado.
En la misma línea de argumentación, los fondos del BCE podrían terminar siendo usados para comprar nueva deuda soberana, al menos por lo que hace al año que entra, con la ventaja de que teóricamente al no tener oficialmente riesgo no implicaría aumentar los requerimientos de capital de los bancos.
Esos mismos bonos soberanos podrían ser usados por los bancos una vez más para garantizar un nuevo fondeo vía el BCE, tantas veces como el propio banco central lo aceptara. Por tal razón, es altamente probable que la inyección de liquidez del BCE termine siendo una vía para financiar deuda soberana, situación que no debe sorprender a nadie.
La inyección de liquidez no suple la necesidad de capitalización que enfrentan en el muy corto plazo los bancos, que se estima sea al menos de € 115 mil millones. Tal monto de recursos no es fácil que sea aportado por los inversionistas o accionistas de los bancos, dado que en la actualidad el riesgo se ha incrementado, aumentando, por lo tanto, la aversión con respecto a los bancos (THE ASSOCIATED PRESS, 21 de diciembre, 2012).
Sin embargo, de ser los recursos del BCE usados por los bancos para adquirir deuda soberana y dado el diferencial de tasas de préstamo y de rendimiento, podrían en el período de los tres años del préstamo idealmente generar pingues utilidades que podrían ayudar a capitalizar a las instituciones crediticias.
Por lo que con la inyección de liquidez se habría ganado tiempo para la capitalización de los bancos, pero quedando pendiente aún el problema de los montos de deuda de los países de la zona euro y, más importante, el financiamiento para poner de nuevo en marcha la economía europea. Retos, estos últimos, que se antojan, no insalvables, pero si difíciles de ser solventados en el corto plazo.
Bien ha dicho este jueves Sir Mervyn King, Vice Presidente del Consejo Europeo de Riesgo Sistémico y Gobernador del Banco de Inglaterra, que se debe urgir a los bancos a cumplir con estrictos requerimientos de capital, pagando menos en bonos a los gerentes y dividendos a los accionistas, en lugar de reducir los préstamos a la economía real, es decir la relacionada directamente con la producción y el empleo. A esto se agrega la opinión de algunos analistas de que la acción del BCE salvó algunas de las dificultades del fondeo de los bancos, sin atender realmente la crisis de la deuda soberana que es la raíz de los problemas de liquidez.
Finalmente, a pesar de la enorme inyección de recursos por el BCE, los mercados reaccionaron sin entusiasmo y la prima de riesgo de España e Italia volvió a subir, en una ambiente en el que los Estados Unidos han emitido deuda con tasa de interés cero, a pesar de la amenaza de las calificadoras de degradar de nuevo su calificación, aunque no sea antes del 2013 (The Guardian, 21 de Diciembre de 2011).
La diferencia entre la UE y EU ha radicado en la oportunidad, profundidad y marco institucional vigente para atender la crisis bancaria, con confianza y seguridad al instrumentar nuevas ideas, nuevas visiones, con el menor costo fiscal posible. Al final, a pesar del tiempo ganado, el BCE podría quedarse con bonos chatarra, hoy catalogados como soberanos, cuyos costos terminarían asumidos por la sociedad europea, ya de por sí gravemente castigada económica y moralmente. Tales serían los costos de atacar los síntomas y no la enfermedad.
FELIZ NAVIDAD