Ha cobrado relevancia y atraído la atención la ola de enfrentamientos que desde hace varias semanas suceden muy cerca de la línea divisoria. Es la frontera norte de México, en donde se han registrado eventos de gran violencia por parte de grupos fuertemente armados.
No resulta extraño que contingentes de la delincuencia organizada se enfrenten con las fuerzas de seguridad o con grupos contrarios, tampoco es novedoso el alto índice de criminalidad en determinadas regiones del norte del país tradicionalmente identificadas con actividades ilegales dada su ubicación geográfica.
Lo que sí resulta sorprendente es la cercanía de los últimos eventos, la inexplicable motivación, la perversidad mostrada en los ataques y la capacidad de fuego que han exhibido los sicarios.
Indudablemente, el caso más monstruoso que se ha registrado es el artero crimen en contra de los integrantes de la familia LeBarón que ha generado no sólo el natural repudio social a la brutalidad, sino que ha condicionado temas de la relación bilateral con el gobierno estadounidense y ha puesto sobre la mesa, de manera preocupante, el tema del terrorismo. Los eventos violentos que se han presentado en Nuevo Laredo entre criminales y fuerzas del orden no difieren mucho de otros que se han registrado en diferentes entidades, pero, tanto el doloroso caso de Bavispe, Sonora, como el más reciente sucedido en Villa Unión, Coahuila, no acaban de encuadrarse plenamente en el perfil de otros ataques, a los que parece, nos hemos venido acostumbrando.
En el caso de Bavispe, la agresión que aún hoy se especula, a pesar de la evidencia, si fue confusión estuvo dirigida sobre mujeres y niños con terrible saña. En el asunto de Villa Unión, una pequeña población con unos pocos miles de habitantes, el ataque poderosamente armado, fue dirigido ostensiblemente contra el edificio municipal sin importar que en el inmueble hubiera civiles. En ambos casos existen, más que certidumbres, lucubraciones, suposiciones que atribuyen la posibilidad de represalias o de la intención de tomar el control en zonas específicas para favorecer sus actividades delictivas, dada la cercanía con la frontera.
Sin embargo, la naturaleza de ambos sucesos mueve a la suspicacia y de alguna manera refuta esta interpretación, toda vez que, si ésa fuera la intencionalidad, lo menos que buscarían los criminales sería “calentar el área” y atraer sobre sí la atención de la autoridad con la lógica respuesta para saturar la zona con efectivos militares o policiales, amén de la cooperación de autoridades norteamericanas.
La característica común de los recientes eventos es precisamente la cercanía con la frontera norte, la espectacularidad de las acciones y el poder del armamento empleado. Se va haciendo común la utilización de ametralladoras antiaéreas y fusiles de francotirador de calibres .50”, propias de las fuerzas armadas, así como de vehículos acondicionados con blindajes diversos de los que disponen las bandas delictivas que fueron evidentes desde el culiacanazo.
La temporalidad de los acontecimientos en la frontera coincide con la posición que ha expresado el gobierno de Estados Unidos con respecto a la situación de la inseguridad y la violencia en México. El país vecino ha ofrecido tanto colaboración como el envío de tropas, lo que ha despertado ámpula y ha sido rechazado abiertamente por el gobierno mexicano pero, evidentemente, no pueden desestimarse las declaraciones del mandatario norteamericano sobre la posibilidad de incorporar a los cárteles del narcotráfico mexicanos en su lista de grupos terroristas.
No sabemos si es coincidencia, la doctrina enseña que los grandes conflictos entre naciones vecinas se han producido a partir de incidentes fronterizos que, en muchas ocasiones, no tiene mayor trascendencia.
No resultaría ocioso dedicar un buen tiempo a la reflexión y poner atención prioritaria a la observación y cuidado de ese espacio común que nos une y divide.
Las fronteras son simultáneamente puntos de encuentro y zonas de conflicto, con gran envergadura y repercusión en todos los temas de la Seguridad Nacional.