Muy pocos conocen las historias que narran los mapas: ésta es una de ellas. Por siglos, un pequeño punto en la cartografía marcó la más norteña frontera marítima de México: era la Isla Bermeja. Se la veía claramente arriba al oeste del arrecife Alacranes, al norte de la península de Yucatán en el Golfo de México; situada en los 22º 33’ latitud norte y los 91º, 22’ longitud oeste. Hoy, sin embargo, esa isla o desapareció o es un mito. En 1978 ya no se la consideró en la redacción del Tratado Sobre Límites Marítimos con Estados Unidos, aunque en el 2000 su existencia y ubicación sí se consideró clave en la negociación del Tratado sobre la Delimitación de la Plataforma Continental en la región occidental del Golfo de México.
Con la Bermeja como referencia, la geopolítica de México habría definido su frontera marítima más al norte y controlaría más territorio en los dos “Hoyos de dona” cuyos yacimientos transfronterizos alojan, se estima, unos 22 mil 500 millones de barriles de petróleo. Esos veneros de hidrocarburos submarinos se extienden –en los llamados polígonos‒ en mares territoriales de México, Estados Unidos y Cuba: el occidental, frente a costas de Tamaulipas y Texas y el oriental, frente a costas de Yucatán, Nueva Orleans y Cuba. Desafortunadamente, la Bermeja fue elusiva y no se dejó ver. Por ello, a México sólo le correspondieron yacimientos muy profundos (con tirantes de agua entre 1,200 m y 3,200 m). En cambio, Estados Unidos ganó acceso a petróleo en aguas someras.
En pleno siglo XXI la geopolítica del petróleo y el gas rediseñan la geografía y la política global. De ahí que la importancia estratégica de esa isla radicara en la riqueza energética que guarda el fondo del mar mexicano. Hace más de 12 años, se dio la feliz cofradía de académicos y legisladores nacionalistas con esta curiosa global, para seguir el rastro de la Bermeja. En esa pesquisa constaté que aparecía en mapas de navegantes y geógrafos de los siglos XVII al XX. Se la ve clara y rozagante en el mapa Amerique Septentrionale, de H. Iaillot (1694) cuyo original reposa en la Biblioteca Nacional de París; en el mapa de John Ogilby (1671) en Londres, en el Americae Sive Novi Orbis Nova Descripto de Abrahams Ortelio (1854), la vi en el mural del auditorio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, se enlista en el Atlas Geográfico de la República Mexicana de la Secretaría de Agricultura y Fomento (1919-1921), y en el Atlas Cartográfico del INEGI (1988) y en la Cartografía Histórica de las Islas Mexicanas (1992), entre muchos otros. ¡Múltiples referencias para un fantasma!
Sería inexacto afirmar que el Estado no ha buscado a la Bermeja. En septiembre de 1977 hubo una primera expedición para certificar su existencia, a bordo del buque japonés de investigación pesquera Onjuku y al mando del contralmirante C.G. Dem. Dtor. Néstor Yee Amador. En su informe al Subsecretario de Marina, el oficial refiere que “se hizo barrido hidroacústico con resultado negativo” en las coordenadas: latitud 22º 33’, longitud 91º 22’ oeste y latitud 24º 05’, con longitud 89º 40’. Sin embargo, admite que la capacidad tecnológica del navío no era suficiente para realizar con eficiencia la tarea asignada. En 2009, concluyeron sin éxito: una segunda expedición a bordo del buque Justo Sierra de la UNAM y meses después una tercera en el buque Río Tuxpan. Ese mismo año, estudios de los institutos de Geografía y de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM dictaminaron que no existía tal isla “en las coordenadas establecidas en cartas oceanográficas de los siglos XVI y XVIII”. No obstante, no descartaban que estuviese en otras coordenadas o que su desaparición se explicara por un deslizamiento geológico.
Si por su naturaleza coralífera la isla hubiese sido minada por el oleaje, y si en el subsuelo subsistieran algunos mojones o rastros, servirían para efectos del derecho internacional conforme a la III Conferencia sobre Derechos del Mar de Naciones Unidas. Mientras algunos académicos sostienen esa posibilidad para defender el interés de México, otros le niegan a la Bermeja hasta su carácter de isla y la han reducido a “islote” o “peñasco”. No faltan las teorías conspiratorias sobre esa porción de tierra; como que fue “dinamitada” por la Agencia Central de Inteligencia o que reapareció y se hundió. Pese a que para muchos es un lugar mítico y casi fantasmal, hoy la Bermeja es tan célebre que tiene su propia referencia en “Wikipedia”, cíclicamente científicos y medios extranjeros reviven su importancia al actualizar sus pesquisas con nuestros especialistas.
Tal vez ahora que la participación de firmas extranjeras en el sector energético mexicano ha localizado yacimientos que el Estado consideraba inexistentes o agotados, por ahí emerja algún mojón coralífero de la veleidosa Bermeja.
Esta información existe si no me falla, desde 1999 o 2000 y, a la fecha nuestro gobierno no ha hecho nada, esto marca que hubo un acuerdo politico, donde solamente se beneficiarón las altas esferas sociales y politicas de cada país.
Se queria mediante el tratado de libre comercio, unificar los tres paises México, E.U y Canada y manejar una sola moneda que se le demoniaria “Amero”.
Las grandes potencias siguen como en l epoca medieval, conquistando paises por sus recursos naturales, sin importar el daño ecológico que causen o humano.
Hola Paco, agradezco su atenta lectura y enriquecedor comentario. Efectivamente, entonces se planteaba la fórmula de Robert A. Pastor, de una Norteamérica integrada en un subcontinente. Por tanto, era fundamental que Estados Unidos y México definieran sus respectivos lindes en los yacimientos transfronterizos de crudo que comparten en el subsuelo del Golfo de México.