El futuro ya no es como imaginábamos al comenzar este siglo XXI. Se esfumaron las certidumbres y la vertiginosa evolución de acontecimientos y tecnologías difumina los modelos previstos. El latín futûrus constata un imaginario que construyó la Humanidad y cuya acepción más fascinante, es: “Que está por venir y ha de suceder con el tiempo” nos dice la Real Academia Española.
Y es cierto, la historia confirma que las naciones, Estados, personas y organizaciones con visión del futuro alcanzan el éxito. Hoy, a la vanguardia mundial están los que identificaron sus fortalezas y debilidades para trazar una ruta propia en el tiempo y el espacio.
Así lo entendió Alfred Mahan, uno de los grandes geopolíticos (con el inglés Halford Mackinder y el alemán Karl Haushofer), que formuló la visión de futuro que llevó a Estados Unidos a la hegemonía mundial y sentó las bases de su política exterior, desde Theodore Roosevelt hasta George Bush, recuerda el académico José Ignacio López.
La geopolítica en el umbral de la primera veintena del siglo, se dibuja como una gran batalla imperial, una feroz pugna geoestratégica de la que nacerá un porvenir donde las grandes potencias se den un sistema multipolar.
Así, el mundo que emerge apunta al modelo multilateral lejos del existente, organizado alrededor del paradigma unipolar y neoconservador estadounidense. El modelo es Asia, la región económica más vibrante del planeta.
Lo que ahí sucede tiene repercusión geopolítica global y teje el gran entramado del futuro. Nadie duda que la integración Rusia-China es un giro geopolítico tan impactante que se considera la mayor maniobra estratégica de los últimos 100 años, sostiene el analista Pepe Escobar.
Todo apunta a un futuro con la alianza político-comercial Rusia-China-Alemania que, según el periodista de Asia Times, Pepe Escobar, desean ardientemente los industriales germanos “aunque los políticos de ese país aún no se dan cuenta”. La clave de ese tándem es la energía, con China como principal consumidor y Rusia como proveedor sustancial. Contra ese plan, que amenaza su hegemonía, Occidente escalará el conflicto contra Rusia.
Algunos atisban un futuro plural con Europa pues, aunque subordinada, buscará sus intereses estratégicos y apuntará hacia su soberanía. Tristemente, América Latina sigue fuera de la ecuación prospectiva y se condena a ser proveedora de materias primas. Ese subcontinente, como África, son víctimas de la profunda crisis civilizatoria del capitalismo corporativo agudizado con los efectos ambientales. Sus pobladores saben que ya llegó el límite que tiende a extinguir la vida en el planeta.
Un síntoma invisibilizado es el veloz cambio de propiedad en la tierra –con agua y otros recursos– en unos años. En la República Democrática del Congo se traspasaron 12,8 millones de hectáreas (mdh) a nuevos propietarios, en Sudáfrica 10 mdh pasaron a control de la agroindustria IDH, en Zambia dos mdh están bajo control extranjero y en Sudán 1,5 mdh.
De seguir ese ir y venir en el control de las tierras, en connivencia de instituciones financieras como el BM, FMI y gobiernos locales, ya no habrá tierras para cultivo independiente, advierte el analista holandés Wim Dierckxsens.
El mundo industrializado también enfrenta una amenaza inminente, un internet balcanizado, dividido en dos: uno, gestionado por Estados Unidos y sus aliados, y el otro por China; aunque la Unión Europea tendría su propia versión, según Eric Schmidt. En tal escenario, es ingenuo pensar que México no seguirá subordinado a su vecino del norte.
Ante esos desafíos del futuro, la Conferencia Mundial sobre Inteligencia Artificial (AI, por sus siglas en inglés) invitó a polemizar a Jack Ma de Alibaba, y Elon Musk de Tesla. El segundo hombre más rico de China se mostró optimista en cuanto a los efectos de la IA sobre los humanos; pero el físico Musk reviró: “No creo que así será”, reportaba la británica BBC World.
Según Ma, el desarrollo de la IA permitirá trabajar sólo cuatro horas en tres días por semana (aunque apoyó el polémico plan de laborar de nueve de la mañana a nueve de la noche por seis días: el sistema 996). En cambio, Musk ve el fin de la Humanidad y que la IA “sólo sea un punto de partida para un tipo de vida superior. Quizás el último trabajo será desarrollar la IA que, eventualmente, codificará su propio software”, vaticina el también fundador de SpaceX.
El futuro es la nueva Revolución tecnológica que impactará en nuestro pensamiento y físico, en lo político y en el entorno, indica el informe Un Nuevo Mundo, de la Comisión Mundial sobre Geopolítica y Transformación.
Hasta ahora, los líderes del rubro son la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés), Silicon Valley y el prestigiado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por las iniciales de su nombre en inglés). Ellos coinciden que, en el mundo por venir, la IA se vinculará con la geopolítica en ámbitos y alcances aún por definirse.
La mirada política del futuro vino del presidente ruso, Vladimir Putin, quien al inaugurar un curso escolar el 1 de septiembre de 2017 adelantaba: “La IA es el futuro, no sólo para Rusia, sino para toda la Humanidad. Quien lidere este ámbito gobernará el mundo”.
¿Y México cómo va? No del todo mal. Del 10 al 13 de este mes la Universidad Nacional Autónoma de México alojará el Congreso de la Federación Mundial de Estudios de Futuro (WFSF, en inglés), con miras a estudiar los futuros. Anticipar el futuro con todos los escenarios posibles y sus consecuencias a largo plazo es el propósito de la prospectiva, explica la vicepresidenta regional, la prestigiada doctora Guillermina Baena Paz.
A la par ven al futuro miembros del Centro de Investigación en Inteligencia Artificial, el Instituto Politécnico Nacional y la Sociedad Mexicana de IA, entre otros, con avances en control de transporte, monitoreo de pacientes médicos, software para la bancarización y otros sistemas inteligentes. Ellos, con mecatrónicos, astrofísicos, estrategas y geopolitólogos trazan el umbral de esa prospectiva, constatan la vigencia de la frase de Paul Válery: “El futuro ya no es lo que solía ser”.