Después de varios meses de no hacerlo decidí volver a ver el noticiero nocturno, lo hice para medir el tiempo que se dedica a la nota roja cada día. Ahora el noticiero dura un poco más de 30 minutos y en su formato no incluye notas deportivas, esto se hace en un programa posterior. Durante más de un mes cronometré el tiempo que se dedica a las noticias que relatan las diferentes formas de violencia en nuestro país y es en promedio de más del 80% de la duración del noticiero. Otras noticias nacionales y los graves problemas internacionales son tratados de manera breve para dar espacio a la nota roja. Estoy seguro que la selección de las noticias está hecha decidiendo entre lo más importante, lo más trascendente, lo más destacado y lo que le puede reportar mayor visión. La experiencia del conductor(a) y del grupo de noticieros está fuera de discusión y seguramente consigue sus objetivos.
La violencia es en opinión generalizada nuestro más grave problema, diferentes encuestas lo confirman, las fuentes formales confirman que los delitos de alto impacto se han venido incrementando,1 y que al ascenso de su incidencia de 2016 frente a 2015 fue notable.
A lo largo del mes en que observé el noticiero muchas fueron las noticias que parecen muy graves, asesinatos entre delincuentes, muertes de delincuentes a manos de las fuerzas del orden, homicidios de policías por delincuentes, asesinatos de mandos de la policía, de funcionarios de presidios, muertes, muchas, en las cárceles, fugas, asesinatos de periodistas y más; pero tres noticias fueron los que más me impresionaron, y aclaro que lo que a uno le impresiona es absolutamente subjetivo y por tanto personal. Un grupo de mujeres campesinas impidiendo a los militares a llegar a los campos en que se cultiva la heroína y lo consiguieron, las fuerzas del orden no pudieron pasar. Otra noticia, un grupo de habitantes de una pequeña población en Puebla que se opusieron a que los marinos entraran al pueblo a recoger el combustible robado y lo consiguieron, no pudieron requisar la gasolina sustraída. La tercera que me dejó perplejo, fue el relato de lo que era un simulacro de secuestro a plena luz del día, a mí me pareció que era la esquina de avenida Juárez y eje central, una mujer es secuestrada, en una simulación casi perfecta; lo grave surge cuando nadie la auxilia y quizá peor resulta al constatarse que sólo uno de los testigos llama a la policía, seguramente muchos de los presentes portaba un teléfono celular y no lo usó para comunicarse con las autoridades; esto fue un ejercicio hecho por una organización civil de acuerdo con instituciones de seguridad, los resultados son devastadores, la sociedad no participa en contra de la violencia.
Uno de los primeros problemas a los que se enfrenta el análisis de la violencia es que los registros de ella pueden ser controvertidos. Los secuestros son motivo de discusión entre las estadísticas oficiales y las que registran otras organizaciones civiles, agregando que puede existir un subregistro no medible por diversos motivos. Los robos también son motivo de discusión por razones parecidas. El número de fallecimientos por homicidio es menos discutible, porque es prácticamente inevitable el registro a través del acta y el certificado de defunción y el manejo de los datos está muy depurado. Puede ser mayor a lo registrado, porque parte de los que se han dado en llamar “desaparecidos”, en realidad pueden estar muertos y, de hecho, de tanto en tanto aparecen “fosas” con cuerpos de víctimas que entonces pasan ya a ser motivo de cuantificación, pero el número no puede ser menor a lo que se registra.
El número de fallecimientos por año lleva siendo muy alto en los últimos 20 años, pero en los últimos 10 se ha incrementado notablemente hasta llegar a ser en algunos de ellos tres veces superior a lo que sucedía en 2004 o 2005.2 Mucho se dice de ciertas áreas geográficas de nuestro país que son más violentas que otras, pero hay que decir a lo largo de estos años ‒algunos estados que parecían inmunes a la violencia, cuando menos de manera extrema, actualmente ya no lo son, y otros que lo eran han dejado de serlo, aunque sea de manera tan notable‒, es cierto que hay estados que mantienen índices de criminalidad constantemente bajos y otros que lo hacen constantemente altos.3
Pero, ¿qué hacer con la violencia?, el Estado parece no haber podido combatirla ni controlarla. Las críticas al respecto son múltiples y constantes, pero es posible que la sociedad en general no estemos participando de manera suficiente. Pareciera que lo destacado es hacer notar que los responsables gubernamentales no han podido combatir la violencia y que incluso ésta se ha incrementado, pero también puede resultar cierto que no cuenta con los instrumentos para ello. No ha habido una coordinación entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo, la interacción entre ellos no ha resultado la mejor, basta con hacer notar las dificultades para emitir leyes precisas respecto a la participación de las fuerzas armadas en el combate a la delincuencia; tampoco ha quedado precisado el mando de las policías, la controversia entre el mando municipal, estatal o federal no ha quedado plenamente esclarecido. El nuevo Código de Procedimientos Penales, recientemente firmemente establecido, que según los conocedores debiera facilitar el ejercicio de la Justicia, no parece haberlo logrado cuando menos de momento, hay funcionarios que incluso lo critican abiertamente, pero posiblemente lo que suceda es que muchas de las instituciones de la procuración de la justicia no hayan aprendido a manejarlo a plenitud, mientras que los litigantes lo dominen ya, y el conocimiento da ventajas.
Las organizaciones civiles parecen dedicadas a las críticas sin propuestas amplias o profundas para la solución de lo que parece nuestro principal problema. Las organizaciones académicas tienen estudios muy interesantes al respecto, pero sus resultados no parecen trascender.4 En muchos de ellos se hacen notar la complejidad de sus orígenes y las enormes dificultades para solucionarla. En ellos se rebate el posible origen unidireccional de la violencia, mucho se ha dicho que el narcotráfico es el único responsable, pero en contra de estas consideraciones se hace notar que durante muchos años el tráfico de estupefacientes se llevo a cabo sin violencia ‒cuando menos “extrema”‒, y como los grupos delincuenciales cambian de objetivo, del narcotráfico al secuestro, al cobro de derecho de piso, al robo de combustibles, etc., y de localización geográfica, algunos estados sin violencia súbitamente la tienen de manera extrema.
Pareciera que vamos todos en un barco en altamar que empieza a hacer agua, todos tenemos una opinión de las causas, pero sólo culpamos a la tripulación por no resolver la vía de agua. Sin colaborar para saber dónde está y qué podemos hacer para solucionarla y poder llegar a salvo a puerto. Un problema es que hay que solucionarla navegando, no nos podemos detener.
En este momento no se vislumbra una solución, hemos aceptado, todos, que las elecciones posponen la búsqueda de soluciones, aunque no los problemas. Pero sería absolutamente deseable que el nuevo poder ejecutivo y legislativo, cuyos miembros pronto serán elegidos, buscara una solución integral para ello. Se necesita un liderazgo fuerte que pueda conjuntar al Estado, incluidos los tres poderes y los tres niveles de gobierno, pero sobre todo a la sociedad, primero para estudiar el fenómeno y de ahí buscar soluciones que resuelvan lo que parece el máximo problema. Se requiere un liderazgo éticamente impecable que pueda controlar los protagonismos que siempre surgen.
Lecturas recomendadas:
Reporte de Incidencia de los delitos de alto impacto en México
http://www.inegi.org.mx/lib/olap/consulta/general_ver4/MDXQueryDatos.asp?c=
http://www.inegi.org.mx/lib/olap/consulta/general_ver4/MDXQueryDatos.asp?#Regreso&c=
Marcelo Bergman. La violencia en México: algunas aproximaciones académicas. Desacatos. 2012; 40:65-78.
Como en todo, el problema parecería ser ¿quienes tienen intereses en esto y por qué no hacen lo ncesario para resolverlo?.
Tiene toda la razón, y también concuerdo en que el problema (y la solución) es de toda la sociedad. También hay que aceptar que ha habido quienes sacan raja política, para hacer parecer al gobierno actual como ineficaz y apoyar el cambio que se viene asumiendo que en él está la solución; no conviene resolverlo ahora para que siga considerándose que el país se desmorona cada vez más pero ya llegarán los salvadores de la patria. Además de esto, hemos desarrollado una indiferencia, a la manera de la ceguera de taller,al grado que vamos considerando normal la violencia.
La violencia persiste, y seguirá persistiendo, mientras no disminuya la corrupción; ésta y las muertes por violencia van de la mano. A todos nos preocupa la violencia y sus consecuencias, sobre todo cuando se acercan a nuestro entorno, no siempre sin reparar que es una consecuencia de la corrupción. Los que matan no están en la cárcel porque consiguen sobornar al policía, al ministerio público, al juez y, si no, al custodio que abre la puerta para salirse a ejercer su oficio: matar para seguir viviendo. Sí, el problema está en nuestra cancha, en la cancha de la sociedad que debe darse tiempo para elegir a sus gobernantes con consciencia, para no cometer el más mínimo acto de corrupción, para que cuando sea necesario demandar se tenga la seguridad que se impartirá la justicia. Hasta entonces se acabará la violencia
CONFIANZA, es la palabra clave en este juego, y claro, las personas (politicos de sistema) que dirigen el Estado son las responsables, quien mas. Cuando el Estado genere CONFIANZA en sus gobernados, le prometo que la población denunciara todo.
Resulta altamente preocupante que la violencia se haya establecido en nuestro país y que cada vez se encuentre mas cerca de nosotros, tanto geograficamente como socialmente, cada vez es mas frecuente saber de alguien cercano que ha sido victima de la violencia. en cuanto a la sociedad se refiere, me parece que se encuentra fracturado el tejido social y una de las causas que alcanzo a ver es la reordenación de los valores, quedando como uno de los valores mas altos el económico, el monetario, por encima de la solidaridad, de la libertad, y del respeto a la vida humana; hay quien arriesga su libertad, quien asesina a otra persona por unos cuantos pesos en un transporte público, hay quien arriesga el destino y el bienestar de un país entero por “gratificaciones” millonarias a costillas de la población. la madurez moral de un pueblo es una situación multidimensional y como entes sociales que somos, su desarrollo, necesariamente tiene que ser colectivo, de poco o nada sirven los esfuerzos individuales y, en un sistema democratico como en el que vivimos, la sociedad tiene el derecho y la obligación de elegir a sus representantes, pero tambien es una obligación moral, exigir resultados a los representantes ya elegidos. como bien menciona se hace imperante un liderazgo ético para que desde ahí, permee este comportamiento ético hacia las diferentes capas del tejido social. Finalmente, como menciona Hobbes en el Leviatán, cedemos la monopolio de la fuerza pública al Estado ya que de lo contrario nos terminariamos matando unos a otros.