Cada vez que escucho “It´s a man´s, man´s, man´s world” de James Brown me parece un hecho fuera de serie de la cultura popular.
La voz prodigiosa del Padrino del Soul cuenta una historia donde se venera a la mujer en un tiempo donde se quería reconocer a este género con otras luces.
“Man made the cars… man made the trains… man made electric light… man made the boat for the water…” afirma Brown con una voz rota. En abril de 1966 se lanzó esta canción por la radio y acompañó la lucha estadounidense, en la casa y en las calles, de millones de mujeres para reconfigurar su posición social.
Ésta era una batalla de poder y perspectiva; se hizo evidente la contraposición entre las expectativas de los hombres y las mujeres sobre lo femenino. Pero no sólo se ponían en pugna los géneros, sino a todas las hijas, hermanas, esposas, novias, madres, abuelas, maestras entre sí; algunas querían seguir las viejas reglas, otras escapar a las nuevas en proceso de gestación, unas cuantas quedarse a esperar cómo se movía la corriente.

El hombre, al llevar siglos en el control y la ejecución de la vida social, fue capaz de introyectar en las mujeres su visión sobre ellas; con esta prerrogativa, las disputas no llevaron a las mujeres a mirarse sin el dominio de los hombres sino a la lucha contra la autoimposición de esquemas masculinos en mentes femeninas.
Brown termina la canción: “This is a man’s world. But it wouldn’t be nothing, nothing without a woman or a girl”. Años después se hicieron públicos los problemas de violencia doméstica y adicciones del cantante; le explotó en sus manos la carga cultural y repitió los esquemas de poder más crueles contra su esposa.
El Padrino del Soul escribió el tema como un piropo de un hombre bien bragado para una mujer pero, en el contexto histórico, “It´s a man´s, man´s, man´s world” es un ícono de la condición femenina y su metamorfosis en la década de los sesenta en Estados Unidos. Estoy seguro que la línea “It wouldn´t be nothing, nothing without a woman or a girl” se escuchó en una radio mexicana por el mismo tiempo.
Y aquí, en las ciudades de este país, la liberación femenina se dio con otros matices, velocidades y prioridades. Sin embargo la pugna entre mujeres generada por la autoimposición surgió con características similares. En el 2013, no sé qué tanto se haya avanzado en la quema de títulos y deseos autoimpuestos pero esta campaña aún no llega a su fin, ni ha conquistado todas las tierras que quiere conquistar.
No había encontrado un montaje mexicano tan claro en las ideas sobre la condición femenina como las encontré en “Feliz nuevo siglo, Doktor Freud”. En el texto, toda la lucha femenina por conseguir autenticidad es congruente y suficiente con nuestra realidad social. Sabina Berman, su autora, escribe un texto audaz donde desmitifica la figura de Sigmund Freud al tratar uno de sus casos más celebres, Dora.
Aquí Sigmund Freud es James Brown. La teoría psicoanalítica parece inquebrantable ante roles masculinos y modelos femeninos establecidos desde la masculinidad, hasta el análisis de una joven con problemas de sexualidad y desempeño social que Freud simboliza con el nombre de Dora. El juego dramático es extremo porque lo que está en conflicto es la visión de hombres y mujeres sobre la feminidad.


La infidelidad de su padre, las presiones en el cortejo masculino, la dinámica familiar y una escasa figura materna hacen que Dora entre en una crisis sobre sus deseos y necesidades. Como paciente de Freud, esta mujer emprende un viaje interior para librarse de las exigencias culturales y de los autocastigos.
La visión de Freud (su “It´s a man´s, man´s, man´s world”) se siente amenazada por los resultados de los análisis de Dora. El doctor se confronta como doctor y persona. Replantea sus objetivos como profesional y se autocastiga en un estilo idéntico como lo hace su paciente que desea escapar de un ambiente asfixiante.
El montaje de Alberto Lomnitz permite darle una profundidad exquisita a cada parlamento. Los trazos escénicos son funcionales para representar la progresión temporal y mantener tensión dramática en cada una de las escenas. Los rompimientos en comedia son efectivos porque dan tridimensionalidad a los personajes y preparan un clímax inesperado.
Con pocos elementos escenográficos el trabajo actoral luce en la voz y el cuerpo. Existe un estilo en la corporalidad que hace verosímil la última parte del siglo XIX donde surge el conflicto. El manejo del ritmo y del tempo es preciso. Se crea una atmósfera llena de significado e interés.
El texto de Berman y la dirección de Lomnitz tienen eco en las palabras de Brown. “Man made the cars… man made the trains…”. Ahora se puede escuchar en la radio “It´s a man´s, man´s, man´s world” y acompaña la lucha de las mujeres para escaparse de la autoimposición que aún no termina.
“Man made electric light…”. Tal vez Freud y Brown se parecían por su fascinación ante las mujeres y su imposibilidad de saber leerlas, comprenderlas. “This is a man´s world”. Con “Feliz nuevo siglo, Doktor Freud” se lanzan un sinfín de preguntas sin contestar: unas con respuestas timoratas y algunas cuantas con contestaciones aventuradas. Otras bien entendidas.
“But it wouldn´t nothing…”, cuando se cerró el telón sólo pensé en la necesidad de nuevas casas y nuevas formas; pensé en más preguntas y más preguntas: “It wouldn´t be nothing, nothing without a woman or a girl”. ¿Qué tanto se ha quemado la autoimposición? ¿Cómo el hombre se ha modificado a partir del cambio de las mujeres? ¿Cuál es lucha de la mujer en la casa y en las calles cuando se escucha “It wouldn´t be nothing, nothing without a woman or a girl”?
“Feliz nuevo siglo, Doktor Freud”
De: Sabina Berman
Dirección: Alberto Lomnitz
Teatro Xola Julio Prieto (Eje 4 Sur Xola 809 esq. Nicolás San Juan)
Lunes 20: 30 hrs.