Inmunizar la esperanza

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Las noticias provenientes de diversas partes del planeta relativo a la evolución en el desarrollo de vacunas inmunizadoras contra la COVID-19 se ha esparcido como “reguero de pólvora”, y ha inoculado y avivado en una humanidad indefensa la esperanza en la cercana producción en tiempo récord de una inyección que prevenga los daños causados por el coronavirus SARS-CoV-2. De acuerdo a datos de estos días, hay 18 vacunas que están siendo probadas en seres humanos, entre las cuales se destacan tres: vacuna experimental Sinovac Biotech (China), vacuna ChAdOx1 nCoV-19 (Universidad de Oxford), y la vacuna de la compañía Moderna (Estados Unidos).

No cabe duda de que los sobresaltos causados por la actual pandemia, al mismo tiempo que ha abierto el camino para que un fabricante inscriba su nombre en la historia a través del desarrollo y producción de una vacuna “eficaz y segura” anti-covid-19, ha posibilitado que desde la comunidad científica se haga un trabajo colaborativo, anteponiendo los intereses generales sobre ciertos intereses particulares en pro de la comunidad global. De hecho, varias de las compañías inmersas en la carrera por alcanzar la meta han prometido “precios al costo” de estas potenciales herramientas inmunizadoras en favor de la humanidad.

vacuna covid-19
Ilustración: Paul Garland.

Al concierto retórico se ha unido la federación rusa, cuyas autoridades, con cierta cautela, afirman que en septiembre u octubre tendrán la vacuna contra la enfermedad. Pienso que la principal ventaja de la ciencia actual es que ya conoce una amplia gama de detalles para algo imprevisible y desorientador al principio de la pandemia (desde la secuenciación genética del virus hasta una mayor delimitación de las formas mediante las cuales se diseminan los contagios). Lo que sí se ha hecho evidente en esta lucha es que, a pesar del avance de la biotecnología y la sofisticación de los métodos sanitario-científicos, hay en el orbe ciertos vacíos a través de los cuales –y por descuido de los sistemas locales de vigilancia epidemiológica– se pueden “colar” microbios como el que ha confinado a medio mundo en el 2020.

Ahora bien, aunque en este contexto se ha visto cierta crudeza verbal en torno a la comprensión de la crisis sanitaria entre potencias hegemónicas contemporáneas como Estados Unidos y China, las lecciones aprendidas nos indican que es precisamente en estos procesos de gestión de la sanidad pública global donde se reinstalan los discursos del biopoder.

Por una parte, a través de la implantación en los imaginarios populares de ciertas lógicas de terror a lo desconocido; y, por otra parte, a través de la búsqueda de reivindicación de los valores y principios nacionales por sobre los foráneos, lo cual evidentemente se traduce en la consolidación de la conocida “marca país”.  

vacuna covid-19
Ilusstración: Olga Tsay.

En un mundo golpeado por la incertidumbre –debido al temor a lo desconocido– y que ha tomado forma en el cuerpo social a través de draconianas medidas de distanciamiento social, se hace necesaria entonces la deconstrucción de términos básicos de interacción social como la empatía, pues esta pandemia ha provocado que ya no solamente sea imperioso el reencuentro postpandémico en el entendimiento interpersonal a lo interno de las comunidades (romper los muros de la sana distancia a través de la recuperación de acciones humanas tan básicas como los saludos convencionales); sino también la necesidad de saber reinterpretar y comprender la irrupción en los espacios geográficos locales de masas humanas foráneas desesperadas por sobrevivir, que aun antes de la pandemia han vivido en condiciones casi infrahumanas en países subdesarrollados –por ejemplo, los del triángulo norte centroamericano–, y es entonces cuando la xenofobia tiende a agravarse debido al componente sanitario actual.      

P.D. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) afirman que hay tres fases que debe superar una vacuna para llegar a la ciudadanía. En la primera fase la vacuna se prueba en grupos de entre 20 a 100 personas saludables (a fin de confirmar que no represente una amenaza para la salud). Entretanto, en la segunda fase se realiza un estudio a mayor escala en cuanto al número de personas (se analizan efectos secundarios y reacciones del sistema inmune ante la vacuna). Finalmente, en la tercera fase se lleva a cabo un ensayo con miles de voluntarios (a fin de comparar evolución de personas vacunadas respecto a aquellas que no; recolectar datos estadísticos acerca de la efectividad y seguridad de la vacuna; e identificar posibles efectos secundarios que no hayan surgido en la fase anterior.
No obstante, antes de entrar a estas fases, los CDC sostienen que la vacuna candidata debe superar una “fase 0 o preclínica”, misma que incluye pruebas in vitro y en animales.


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