Lenguaje, imaginación y conocimiento son expresiones que se acercan tanto como luz, radiación y calor. Eso se debe a que tienen el mismo origen: las primeras son expresión de nuestra capacidad simbólica; las segundas son originadas por el sol. Boris Cyrulnik nos dice que para generar resiliencia en una persona que ha sufrido una profunda herida es necesario cambiar el significado de dicho suceso. Una violación o una muerte prematura de un cuidador serán atentados y heridas que siempre acompañarán a la persona. Es iluso pensar en borrarlas, pero sí es posible cambiar el impacto en la vida de esa persona si el significado de ese evento cobra una posición distinta en la constelación de su vida. Comprender el mundo de los significados es la llave para gestionar vidas, marcas, sucesos. Gestionar significados es el paso a la transformación. El significado es el equivalente al espíritu y a la esencia. Mi amigo Eduardo Caccia siempre ha dicho que si algo quiere es “Significar”.
A finales del siglo XIX Hellen Keller experimentaría la importancia de la capacidad simbólica. Mujer que a los 19 meses de edad se quedara sorda y ciega, se apalancó del tacto para poder asir el mundo. Como ella misma lo expresaría, antes de comprender el símbolo era una No persona. Con toques autistas y temor al contacto, estaba alejada de la conexión social y de la cercanía con la red de símbolos y objetos que llamamos cultura. Keller tuvo una traductora y una instructora: Anne Sullivan, ella le presentó una mecanismo que la hizo no sólo comprender el mundo; Keller terminó siendo escritora y una luchadora social. El desconcierto que provocó la historia de Keller en el psicólogo Henry James giraba en torno al impacto que podía tener la instrucción en una persona; sí, la instrucción fue el camino hacia la conciencia, fue una llave que la pasó de NO ser a Ser. Lenguaje e instrucción fueron las bases para que Keller pudiera llevar una vida digna, llena de significado.
Esas mismas bases llevaron a que en 1997 el estado de Hidalgo fuera reconocido con el premio NOMA, otorgado por la UNESCO. El genio detrás de la alfabetización de 200 mil adultos fue el maestro Ricardo Vargas Zepeda. Ricardo, previo a esa incursión en el mundo del adulto, había confeccionado un método que se fundamenta en el lenguaje y lo había practicado con ciegos, niños superdotados y con niños indígenas de diversas comunidades en Sonora, Guerrero y Puebla. La base del método consiste en el lenguaje y su estructura. Para Ricardo la enseñanza de la lecto-escritura y de las matemáticas tiene una profunda base lingüística. Comprender su método de enseñanza sin reconocer las profundas bases del lenguaje es disminuir toda una filosofía a una técnica. Sin lo que Ricardo hizo para instruir a muchos instructores, esos miles de adultos no hubieran encontrado una mejora a su calidad de vida.
Pero la historia de Ricardo es además una lección sobre resiliencia social. Surgido de una familia de nivel medio bajo de Tacubaya, salido de las barrancas, rodeado de violencia y delincuencia, el profesor encontró una salida a ese mundo en el deporte. Era un gran corredor y un pésimo estudiante. Sus veloces piernas lo llevaron a estudiar en la Universidad Estatal de California, en donde conoció a Jane Howard y se introdujo a la filosofía del lenguaje y por accidente comprendió la importancia de la instrucción directa y el lenguaje.
Como ejemplo de sus nuevas reflexiones en torno al lenguaje se encuentra la manera en la que está enseñando el mundo de las fracciones a niños de cuatro y cinco años. Con una profunda puesta en duda y critica a nociones de educación añejas, Ricardo demuestra que gran parte de la incomprensión de la fracciones en matemáticas se deben a una mala comprensión en la expresión del símbolo y a mecanizar operaciones. La multiplicación de fracciones como 2/4 x ½ regularmente nos hacen pensar que ese “por” representa “más” de algo, como cuando multiplicamos 2×3, el número sería mayor. Pero en fracciones ese “por” es a la vez una “división”, y Ricardo dice que debería existir un “multidivi”. En el lenguaje está la comprensión del número. Al igual que Keller comprendió el símbolo como abstracción y de ahí se desató su poder, Ricardo nos permite a muchos comprender las matemáticas y el español, nos permite tangibilizar la abstracción “dos octavos”. A muchos, a pesar de saber mecánicamente sacar el resultado de la multiplicación de 2/4 “por” ½, nos hace falta comprender el significado detrás de esa fracción. Al pensar las matemáticas con el método del profesor Vargas, la imagen mental de la mitad de dos cuartos se vuelve asequible, y así una abstracción se hace tangible.
Un caso claro de resiliencia social es el trabajo que ha hecho en algunas de las comunidades más pobres del país. Ricardo ha trabajado con poblaciones indígenas y con maestros de diversas regiones. Le escucho hablar orgulloso y con coraje. No presume, la humildad de las barrancas de donde surgió lo hace gritar y buscar esperanza en una lucha desde las bases. Gracias a su método de enseñanza y aprendizaje y a su humanismo, hoy, según su propia opinión, esas comunidades tienen niveles de lectura y de matemáticas superiores a los de los mejores centros educativos de Polanco o las Lomas en la Ciudad de México. Lugares aquellos, rodeados de violencia y mucha carencia que, con la instrucción adecuada, serán ejemplo de lo que México puede. Los sin nombre, los excluidos, esos que no son, de la mano de la instrucción adecuada toman voz; la educación vuelve a cobrar significado. Su significado debe ser resiliencia social y no excelencia como muchos pregonan.
Para Roger Bartra, la cultura es la prótesis que completa al cerebro y a la capacidad lingüística: es un exocerebro. Los sistemas que creamos nos ayudan a mejorar, a desarrollarnos y a evolucionar, son herramientas. Una reforma educativa que piensa en las evaluaciones como punta de lanza, no plantea los fundamentos. La evaluación es una señal de mejora, pero es insuficiente. La excelencia es una señal de éxito pero no el sistema para llegar a ésta. EI sistema que Ricardo Vargas abandera es un símbolo de transformación, tiene fondo y forma, es un cómo y un porqué.