La autorreflexión precaria y la red basal del cerebro

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La facultad de autorreflexión es un instrumento clave de la mente consciente y hemos visto que sus analistas más dedicados le conceden la mayor importancia para desarrollar un autoconocimiento más certero. Sin embargo, una autorreflexión crítica enfrenta problemas graves, porque la mente humana y su aparato cognoscitivo tienen deficiencias y trabas que impugnan la posibilidad del autoconocimiento como resultado de una introspección incidental. De entrada, los seres humanos tienen impedimentos y restricciones para detectar o para admitir hechos que repulsan su ego, es decir, que cuestionan la identidad asumida y preciada de sí mismos. Es necesario aceptar este inconveniente porque toda representación mental, como las imágenes mentales, las ensoñaciones, las representaciones lingüísticas, los modelos científicos y demás maquetas, parangones o actuaciones, no son duplicados o copias fieles de una realidad estable y trascendente. Toda representación es necesariamente parcial e incompleta y depende de múltiples factores que la limitan y pueden alterarla. Es probable que la representación de sí mismo sea una de las más endebles, pero también es posible que sea de las más perfectibles.

amor propio
La autorreflexión crítica se enfrenta a la sobrevaloración de la propia persona, confundida frecuentemente con el “amor propio” (imagen tomada de Pixabay).

Ahora bien, más allá de que el sujeto minimice, transforme o rechace todo aquello que cuestione su identidad personal asumida, existen otros obstáculos que dificultan una autorreflexión diáfana. En general las personas desconocen en gran medida su vida mental ordinaria y cotidiana; es decir, no están conscientes en todo momento de los pensamientos, imágenes o emociones que transcurren en su mente, aunque pueden tener acceso a ellos. El flujo de contenidos mentales se desarrolla en buena medida por sí mismo, impulsado por motivaciones, deseos, asociaciones y otros procesos que usualmente se encuentran fuera del alcance de la conciencia, transcurren en sus linderos, o no son de lleno explícitos. Sucede además que al hacerse conscientes del flujo de conciencia, del río de información y eventos que transcurre en la mente sin mayor contribución de la voluntad, los contenidos cambian, cesan o desaparecen. En efecto, en el momento en que el sujeto adquiere conciencia de sí mismo, por ejemplo, que está pensando o imaginando tal o cual cosa, este contenido se esfuma o se retiene conscientemente, con lo cual su flujo automático desaparece. Con frecuencia, cuando el sujeto se hace consciente de sus contenidos mentales, puede instalarse una autorreflexión crítica en pensamientos como “¿por qué estoy pensando esto?”, o bien: “esta fantasía me es ajena y abominable, ¿por qué surge en mí?”, o bien: “si sigo por este camino voy a terminar mal”, o bien “debo reflexionar sobre cuestiones relevantes, en vez de perder el tiempo en esto”, o bien: “me fastidia la repetición de esta tonada” y un interminable etcétera. Es importante notar que este tipo de reflexiones son en cierta forma infalibles, ya que el sujeto detecta clara y certeramente que tiene tales y cuales temas en su mente y reacciona a ellos de acuerdo con la representación que tiene de sí mismo, en especial con su paleta asumida de objetivos y valores. Son oportunidades para profundizar en la autorreflexión.

Otra zona nebulosa de la autoconciencia se refiere precisamente a las causas y razones que el sujeto tiene para realizar juicios morales, pues, si bien la persona aduce o recurre a ciertos valores para emitir tales juicios, no siempre puede fundamentar sus razones para sostenerlos. Para lograr justificar sus juicios, a veces recurre a códigos establecidos en su cultura y asumidos como propios, pero la manera como ha estructurado su identidad en referencia a estos códigos o normativas suele permanecer inadvertida o borrosa.

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Theodor Adorno (1903-1969) y otros miembros de la escuela de Frankfurt promovieron la autorreflexión crítica como instrumento de análisis y juicio de las realidades personales y sociales.

Dada la opacidad de los procesos que intervienen, es necesario aquilatar la auto-observación de la mente para implementar una introspección certera y llegar a procedimientos válidos de autorreflexión. Esto también es necesario para analizar una propuesta central de este libro en el sentido de que el yo corresponde a la autoconciencia o la representación que tiene un individuo de sí mismo, pues implica que esta auto-representación sería incompleta o, peor aún, sesgada o francamente falsa. La autorreflexión será entonces el instrumento exploratorio de esa realidad compleja e inmediata que es la constitución corporal, psicológica, social y moral que conforma la propia identidad. La depuración del instrumento de autorreflexión podrá redundar en una observación más clara y en una reconstrucción más segura. En este sentido es preciso reiterar que la autoconciencia, lejos de constituir un sistema diáfano y ordenado de nociones racionales sobre lo que es el individuo, es un proceso multifacético y dinámico que transcurre en el tiempo y las circunstancias en diferentes niveles de claridad y acceso. No parece existir un núcleo sólido o una identidad esencial con los que el sujeto pueda definirse y por esta causa la introspección autorreflexiva no resulta en el descubrimiento de una naturaleza personal bien definida e inmutable, aunque es posible detectar rasgos vigentes de su personalidad, tendencias, motivaciones o facultades útiles para tomar decisiones favorables e ir depurando la individualidad.

En un libro del 2016, el filósofo de la mente Ted Parent desglosó las opacidades de la mente humana que impiden o dificultan una autorreflexión válida, e intentó formular algunas estrategias para resolverlas. Por ejemplo, para conocer y juzgar aquellos contenidos de la mente que desea evaluar, el sujeto necesita detectar y determinar el pensamiento que debe juzgar o, lo que es lo mismo, saber cuál debe ser el contenido de su juicio. Además de esto debe saber cuál es la actitud que tiene hacia ese pensamiento o contenido, pues múltiples actitudes, como las derivadas del deseo, la duda o la negación, lo empañan o modifican. Este requisito remite a la epojé de la fenomenología de Husserl en el sentido de que el sujeto necesita conocer y marginar o poner entre paréntesis sus opiniones y consideraciones sobre el hecho que pondera para lograr un juicio más certero.

Ted Parent
El filósofo Ted Parent, autor del libro sobre autorreflexión para una mente opaca.

En el terreno específicamente cognoscitivo parece haber dos modelos de la autoconciencia que opera durante la introspección y la autorreflexión: (1) la autoconciencia implica una representación de la propia mente, un desdoblamiento y realización de jerarquía superior que observa y evalúa los propios procesos mentales; (2) existe un modo de procesamiento de la información que monitorea y conduce la reflexión por ciertos cauces de acuerdo a un conjunto de reglas aprendidas y aplicadas como eficientes. La neurociencia proporciona algunos datos sobre cómo el cerebro implementa los procesos de la autorreflexión que favorecen ambos modelos. Por ejemplo, cuando los voluntarios sometidos a estudios de imágenes cerebrales (resonancia magnética o tomografía de positrones) se encuentran sin realizar tarea alguna, relajados y con los ojos cerrados, es decir, cuando se desenganchan del mundo externo y ponen atención al propio flujo de conciencia, se activa una red de zonas cerebrales llamada default mode network en inglés, y que traduzco desde hace tiempo como red basal. Se ha comprobado que dos regiones de la red basal, la corteza prefrontal medial y la corteza parietal medial, se activan específicamente cuando la persona reflexiona sobre sí misma y también forman parte del llamado “cerebro social” involucrado en la representación de otras personas y relaciones del sujeto. La primera es la región más grande de la corteza prefrontal humana, está más profusamente conectada con otras zonas y tiene mayor densidad de espinas dendríticas que su equivalente en otros primates. Estas zonas podrían constituir un nodo fundamental para recibir información y para modular las operaciones cognitivas de otras zonas, con lo cual podrían desempeñar algunas funciones de la autoconciencia operativa, tanto de la reflexiva, como de la ejecutiva.

La corteza medial prefrontal
La corteza medial prefrontal en la parte anteror del cerebro y la corteza posterior del cíngulo en la parte posterior. Estas dos regiones de la red basal del cerebro se activan durante los estados de autorreflexión en humanos (tomada de Wikimedia).
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