Los problemas económicos y financieros en Europa se han agravado después de julio pasado, cuando la Unión Europea (UE) se comprometió a implementar un nuevo programa de rescate para Grecia. Tal programa fue ampliamente considerado positivo y visionario. Declarativamente se centraba en atender el problema de la deuda griega por la vía de su financiamiento, el abatimiento de su riesgo, la capitalización de ciertos bancos europeos y el apoyo para que la economía helénica volviera a crecer.
Tales buenas intenciones se han quedado en la esfera de propósitos compasivos y no de realizaciones concretas, mientras Italia parece haber sido financieramente contagiada, haciéndose evidentes sus problemas estructurales de vieja data.
Originalmente, se estimó que el peligro del contagio griego hacia otras economías era altamente probable, especialmente para el caso de España, sin dejar de ser considerada Italia e inclusive atrevidamente Francia. Así, en un entorno de dificultades políticas y de deuda por parte del gobierno americano, la fragilidad financiera europea se acrecentó, especialmente en el ámbito de la liquidez y la solvencia de los bancos europeos, así como de otras instituciones financieras expuestas a la deuda soberana de países de ese continente.
Ante esta situación, nuevas medidas económicas han sido acordadas, mientras otras siguen pendientes desde hace un año, como el último tramo de ayuda a Grecia por 8,000 millones de euros (mde), a la par que se han generalizado más las recetas recesivas o deflacionarias agravando los problemas de solvencia de la deuda pública, ante el regocijo de los mercados financieros y de deuda.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que hombres de Estado no hayan podido tomar las medidas pertinentes para evitar el agravamiento de la deuda y la solvencia europea? ¿Hasta cuándo se seguirá transitando por un camino que lleva a más problemas? ¿Solicitará Italia pronto un programa de rescate?
Las preguntas parecen obvias, pero las respuestas se antojan un reto en el mar de un ruido explicativo que se puede juzgar insustancial o al menos redundante de las visiones convencionales. Bajo esta consideración, y el hecho de que la memoria siempre se hace corta, al menos para lo que no se desea recordar, hay que comenzar por el caso y después abordar la esfera de lo general.
Aún cuando Italia fue país fundador de lo que hoy es la UE con la suscripción, en los 50 del siglo pasado, de los Tratados de Roma sobre el mercado del carbón y el acero, sorprendentemente entró a la zona del Euro en condiciones financieras y de deuda pública de manera controvertida. En primer lugar, igual que Grecia antes de que Yorgos Papandreu tomará el gobierno, Italia cocinó (cooking)sus reportes sobre deuda pública para que pudiera cumplir con las condiciones del bloque europeo para entrar a la zona del euro. Tal hecho era sabido, o al menos se hizo totalmente público cuando estalló la quiebra del fondo americano Long-Term Capital Management (LTCM) 1, que obligó en 1998 al gobierno norteamericano su rescate, con el apoyo de los grandes bancos de inversión estadounidenses.
Ante tal situación, la UE y específicamente el Banco Central Europeo (BCE) debieron haber seguido de cerca el comportamiento gubernamental italiano, la aplicación de las medidas de integración y armonización económica hacia la Unión por parte de ese país mediterráneo y la evolución de su deuda pública. Tal vigilancia se debió haber acrecentado ante el regreso al gobierno del cavaliereSilvio Berlusconi, personaje harto conocido por sus triquiñuelas políticas y judiciales, y cuyos resultados económicos han significado que Italia haya tenido un magro crecimiento en los últimos años. Hoy parece ser Berlusconi el único culpable de la debacle italiana, por su falta de credibilidad e incumplimiento de los compromisos con la UE. No sea que el nuevo gobierno italiano encuentre en el clóset un muerto con los bolsillos llenos de deudas por pagar.
La evidente lentitud de la UE para aplicar medidas anunciadas y no aplicadas ha hecho que los mercados sean mayormente manejados por los especuladores. Esto ha provocado que la prima de riesgo de la deuda Italiana haya llegado a situarse por arriba de los cinco puntos sobre el bono alemán a diez años. Tal encarecimiento del financiamiento ha terminado por imponer mayores costos fiscales, abultando la deuda pública y generándole problemas de liquidez que se pueden tornar en el corto plazo en problemas de solvencia, como ha sucedido antes en los casos de Irlanda, Portugal y Grecia.
Por otra parte, el empecinamiento de la UE por no darle plena seguridad y liquidez a los mercados de deuda soberana de los países europeos, con la operación del BCE como autentico banco central y prestamista de última instancia (lender of last resort), ha hecho que los precios de los bonos caigan y los rendimientos esperados suban. Tal resultado ha afectado adversamente la exposición de deuda de los bancos, obligándoles a capitalizarse perversamente por la vía de la propia UE, auto-imponiéndose ésta, pasmosamente, mayores obligaciones y necesidades de fondeo. Este fondeo cada vez que se incrementa debe ser autorizado por todos los miembros de la zona del euro; Proceso institucionalmente lento.
No menos importante para explicar el vaticinio de crisis que la UE ha ido haciendo realidad es la prescripción la conjetura de que con menos crecimiento y más desempleo se sanean las deficitarias cuentas públicas y se mejoran los negocios de los bancos, evitándose con ello la especulación financiera y sentándose las bases para el progreso económico sostenido. En el absurdo, se parte del supuesto de que sin crecer se pueden pagar deudas crecientes. Ya vendrá el tiempo, se asume, que el caballo aprenda a no comer y estar
más sano.
Denodada y sistemáticamente la UE se ha ido imponiendo cargas financieras que cada vez son más difíciles de solventar, desgastando su capacidad monetaria y política hasta llegar al riesgo extremo de agotar su poder institucional. Con Italia, la UE corre el riesgo de acabar no sólo con el proyecto del euro, sino también destruir el sueño integracionista continental de Jean Monet, Robert Schuman,Winston Churchill, Konrad Adenauer y millones de europeos más2.
Capitalizar a los bancos europeos ahora, según se ha oficializado, ronda los 120,000 mde, aplicar el paquete de rescate futuro de Grecia conlleva otro tanto, y la recompra de deuda soberana ha significado que Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) disponga de recursos del orden de 440,000 mde más. Sin embargo, algunas fuentes estiman que la recapitalización real de los bancos, aun sin la afectación por la situación Italiana, podría requerir el equivalente del fondo original de estabilización. En ese escenario, el billón de euros prometido para enfrentar la falta de credibilidad y la especulación de los mercados estaría agotado.
Italia es la tercera economía de Europa, con un mercado de bonos de alrededor de dos billones de euros, siendo el tercer mercado en la materia después de EU y Japón (NY TIMES, November 10). Además, Italia enfrenta una situación de deterioro creciente de su solvencia financiera, con una tasa de interés de los bonos públicos que ha llegado a 7%. Así, la prima de riesgo de sus bonos con respecto a los bonos alemanes a 10 años ha llegado a estar arriba de los 500 puntos base (Cuadro 1), que es el nivel alcanzado cuando Grecia, Irlanda y Portugal tuvieron que ser rescatados por la UE (El País, 10 de noviembre).
Sin haber presentado en apariencia mayores problemas previamente, la deuda pública Italiana es un poco más del 120% de su Producto Interno Bruto (PIB), porcentaje menor al griego, pero teniendo una deuda total de alrededor de 2.7 billones de euros, superior a la deuda francesa, y casi siete veces la deuda del país helénico (Cuadro 2). Dada su importancia económica y la magnitud de sus indicadores financieros y de deuda, Italia no sólo es un riesgo en sí, sino un riesgo para la supervivencia inmediata del euro y consecuentemente de la UE. Aún más, el mismo BCE podría correr el riesgo de ser insolvente si para rescatar a Italia la UE tratara de aplicar las mismas medidas hasta hoy empleadas para salvar a Irlanda, Portugal y Grecia.
Bien enfatizó el ex presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, en entrevista al diario español El País, “Dije en julio que el euro estaba al borde del abismo. Lamento haber tenido razón”.
Europa no tiene tiempo para deliberar si llama o no a los bomberos para que apaguen el incendio italiano; las alarmas, los extinguidores, las rutas de escape sirven cuando ya ha estallado el fuego, no para prevenirlo. Son las ideas y sus acciones, no las buenas intenciones, las que deben cambiar, no hacerlo ya sería desastroso y costoso para todos, incluidos Francia y Alemania.
1/ En el Board del LTCM participaban Myron Scholes y Robert C. Merton quienes compartieron en 1997 el Premio Nobel de Economía.
2/ Winston Churchill es considerado como uno de los padres de la Unión Europea, a pesar del fuerte sentimiento
antieuropeo de integración por parte del Reino Unido.