Debo empezar por decir que, proporción guardada, son problemas sociales a los que une la intolerancia de los que se oponen.
Soy hijo del exilio español y desde siempre escuché a la derecha y la izquierda, tratándose de las posiciones políticas de diferentes personajes. Es verdad que casi siempre refiriéndose como buenas a las de izquierda y como malas a las de derecha; pronto mi padre me explicó el origen de las posiciones derecha-izquierda apuntando a la Asamblea francesa. Él era un republicano claro y convencido con algún toque socialista, prácticamente sin reflejos comunistas y que perdió al ir apareciendo evidencia sobre el totalitarismo soviético. Yo discutía y discuto que hay sistemas gubernamentales buenos por ser eficientes, y malos por ineficaces y, a veces, totalitarios. Desde entonces proponía que no se podía imaginar como un sistema lineal, aunque así había nacido con la Asamblea postrevolucionaria.
Yo lo imagino como un sistema circular, colocando a lo que ahora es la social-democracia en la posición del número tres de la carátula de un reloj, y al neoliberalismo en el nueve, y de ahí van surgiendo variantes. Pensemos que a las tres le corresponde un traje grana y oro, y a las nueve uno azul pavo y oro. Si en el caso del grana vamos subiendo de color hasta llegar a la posición de las doce, podríamos encontrar rioja y oro, nazareno y oro, obispo y oro, berenjena y oro, hasta llegar al negro, incluso con bordados en azabache. Por el lado de las nueve podríamos subir a azul marino y oro azul marino con bordados en negro, negro y oro, y llegar otra vez al negro y azabache. Al bajar de las tres podríamos encontrar al rosa mexicano y oro, malva y oro, palo de rosa y oro, blanco y oro, hasta llegar al blanco y plata a las seis; al bajar de las nueve encontramos al azul purísima y oro, el azul añil y oro, hasta llegar a los blancos a las seis.
Tenemos en la actualidad regímenes vestidos de negro y azabache que partieron de las tres para llegar a las doce en punto como la larguísima dictadura cubana, el régimen venezolano y el norcoreano. Hace no mucho hubo otros con traje negro que partieron de las nueve como el régimen chileno de Pinochet y el argentino nacido de la dictadura militar. A las seis hay pocos regímenes, pero algunos existen en los países nórdicos y ahora en otras zonas de Europa existen dos tendencias al respecto que parecen crecientes: la de Macron en Francia y la del partido político Ciudadanos en España. El primero parte de las tres y el segundo de las nueve, pero intentan gobernar vestidos de blanco, uno con mayores posibilidades que el otro; esta tendencia ha sido llamada Liberalismo Progresista, término que viene desde el siglo XIX y se caracteriza por sensibilidad social, eficiencia económica y democracia liberal. El partido de la Sra. Le Pen ya va vestido de azul marino y creo que quiere vestirse de negro, lo mismo podríamos decir de Podemos en España, de Jean-Luc Mélenchon en Francia y quizá de Morena entre nosotros, que yendo de obispo o de berenjena quieren vestirse de negro cuando lleguen a la plaza grande.
Pero al toro. Muy grave fue que una iniciativa del Poder Ejecutivo no llegara ni a ser discutida en las Cámaras ante la oposición de un grupo extremo que lo impidió. El primer error creo que fue llamarle Matrimonios Igualitarios, siendo que debió llamarse de Matrimonios del Mismo Sexo. Este grupo intolerante sin comprender ni aceptar la diversidad sexual, se opuso esgrimiendo argumentos morales válidos sólo desde su punto de vista y sin entender que los grupos diversos tienen los mismos derechos. Nadie les pedía que ellos se casaran con personas del mismo sexo, sino que se reglamentará que los que así lo desearan lo pudieran hacer, pero vestidos de negro y azabache lo impidieron, partiendo desde las nueve.
Una corriente de animalistas se oponen a la fiesta de toros sin analizar que se trata de una actividad que acarrea múltiples beneficios, económicos, sociales, ecológicos y que, sobre todo, es del gusto de un grupo que si bien minoritario es numeroso. Nadie les pide que asistan a la plaza de toros, sólo que dejen asistir a los que quieran hacerlo, pero partiendo de las tres intentan vestidos de negro acabar con la tauromaquia, con argumentos facilones y chabacanos que no pueden desvirtuar, repito, los beneficios económicos, sociales y ecológicos, inclusive, para el toro de lidia, que se supone es al que defienden.
En una muy reciente entrevista a Mario Vargas Llosa se le preguntó que si “con estos movimientos animalistas la tauromaquia estaba en peligro”. Y respondió que no, que lo que estaba en riesgo era la libertad.