“Para reactivar la economía –y la educación– primero se debe controlar al virus”. Este axioma, una obviedad, ha sido repetido hasta el cansancio por organismos y líderes internacionales. Muchos países lo han tomado en serio (Corea, Vietnam, Japón, Alemania), otros no (EE.UU., Brasil, México).
La prioridad número uno del nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es precisamente controlar al virus (oh sorpresa). Vienen cambios radicales en la política sanitaria de aquel país, con impactos inevitables para México, algunos inmediatos, otros de más largo aliento.
Estados Unidos y México son dos de los países que peor han manejado la pandemia. Los vecinos del norte, con 4% de la población mundial representan 20% de las muertes. México, con 1.6% de la población reporta 7% de los decesos globales (esta cifra, como lo ha reconocido el Gobierno Federal, está sub-representada, incluso el INEGI apunta que podría ser hasta 44% mayor). Si sumamos los lamentables decesos en EE.UU., México y Brasil, estos representan 37% del total mundial por COVID-19.
Con Trump hubo un acuerdo tácito para mantener medidas laxas, un neoliberalismo epidemiológico: Dejar hacer, dejar pasar. Que la pandemia se autorregule, que se infecten los que se tengan que infectar. No hubo mandatos para usar cubrebocas –ni se predicó con el ejemplo– y el flujo aéreo entre ambos países se mantuvo sin grandes restricciones. En 2020, México fue el destino del 63% de todos los viajes internacionales de los estadounidenses. En contraste, Canadá representó sólo 6.6%. Asimismo, México fue el país con la menor reducción de visitantes a EE.UU., alrededor del 40% de los viajes se mantuvieron a pesar de la pandemia. El mal manejo de la pandemia en nuestro país ya agrava los impactos económicos: Canadá ya suspendió vuelos a México y probablemente EE.UU. haga lo mismo en breve. Serán muchos millones de dólares y miles de empleos perdidos, sobre todo para la industria turística, ya de por sí en agonía.
Hay vientos de cambio y esperanza en el vecino país del norte, pero no serán favorables para el actual gobierno federal. Atrás queda la irresponsabilidad de la era Trump. De entrada, Biden ya impuso 100 días de uso obligatorio de cubrebocas en instalaciones federales y ejercerá presión para que se generalice en los estados. Desde el 26 de enero, se exige una prueba negativa de COVID-19 a toda persona que viaje a Estados Unidos. Vienen muchas medidas adicionales.
Biden inicia su presidencia armado hasta los dientes contra el COVID-19, un cañonazo de 1.9 billones para enfrentar la crisis sanitaria y económica. El American Rescue Plan destinaría 400 mil millones para combatir la pandemia en varios frentes: el programa de vacunación nacional, que incluirá unidades móviles para llegar a regiones difíciles, recibirá una inversión de 20 mil millones y 50 mil millones más serán utilizados para la compra de pruebas rápidas, y la expansión de la capacidad de los laboratorios. Se contratarán 100 mil trabajadores de salud adicionales y se invertirá en campañas a favor de la vacunación y en investigación en secuencia genética para conocer la evolución del virus. Además, se utilizarán 130 mil millones para reabrir las escuelas de forma segura.
La llegada de Biden puede significar un cambio en el manejo de la pandemia en México. Hace unos días, en llamada telefónica con el presidente Andrés Manuel López Obrador, ambos mandatarios reconocieron la necesidad de trabajar una estrategia bilateral para enfrentar la grave crisis sanitaria. La cooperación en materia de brotes epidémicos y pandemias no es ajena para la relación. En 2007 se lanzó el Plan de América del Norte sobre la Influenza Aviar y Pandémica y, en 2012, se estableció el Plan de América Para la Influenza Animal y Pandémica que recogía también las lecciones aprendidas del manejo conjunto de la epidemia por H1N1 habida en la región en 2009 y, durante la cual, a diferencia la inmensa mayoría de los países en el mundo, Estados Unidos mantuvo el flujo aéreo con nuestro país, gracias a las políticas de coordinación.
Quizás después de dar positivo a COVID-19, el presidente mexicano dé un giro a la estrategia de su gobierno, tal como sucedió con el Primer Ministro de Reino Unido, Boris Johnson. Es difícil que esta cruzada pase inadvertida acá. Si el vecino controla la pandemia y México no, la presión para el gobierno mexicano no se hará esperar. Un primer paso sería la obligatoriedad del uso del cubrebocas, y también que se predique con el ejemplo. ¿Será mucho pedir?
También te puede interesar: Vacunas: Triunfo de la gobernanza, no de los gobiernos.