El legado intercultural de François Houtart

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François Houtart será recordado por su vasta obra en torno a la teología de la liberación y la sociología de la religión. El pasado 6 de junio falleció en Ecuador uno de los últimos vástagos del pensamiento católico latinoamericano, un hombre que legó una idea de interculturalidad entre los pueblos indígenas de la región. A Houtart se le reconoce entre otros actos, el de participar con el papa Juan XXIII como asesor de asuntos latinoamericanos durante el Concilio Vaticano II.

La trascendencia de su obra rebasa la fragmentación mundial que se suele dar entre las religiones. Su pensamiento se enfocaba en la idea de la interculturalidad, un axioma que postula a la ética como fundamento de toda convivencia armónica del ser humano, fundamentación que hace converger a las religiones y razas del orbe.

A diferencia de la transculturalidad, la cual se puede ejemplificar en nuestros tiempos como la inminente globalización, es decir, una convivencia que trasgrede los derechos, usos y costumbre de un pueblo distinto, la interculturalidad tiene el objetivo de salvaguardar la cultura y cosmovisión de todos los pueblos, ejerciendo una convivencia de respeto en común acuerdo para el intercambio y enriquecimiento cultural de todos los implicados.

François Houtart fue enfático en este punto. Su ideología marxista se contraponía de forma casi innata con las estructuras del capitalismo desvergonzado que va de la mano con la democracia. Apeló a un gobierno socialista en una época de tecnificación, no sólo del hombre en sí mismo, sino de la religión cristiana del cual era partícipe.

En esencia, la teología de la liberación es una corriente de pensamiento que predica los ideales de austeridad de una iglesia por y para el pueblo, lo anterior, inmerso en un discurso marxista que se opone a la noción de plusvalía y aboga por la dignificación del trabajo para contrarrestar los estragos de los mecanismos de dominación.

Percibir la interculturalidad como remedio a la devastación cultural que se da por parte de la globalización, aunque utópico, no deja de ser una idea de ensueño. Lamentablemente la sociedad se encuentra tan inmersa en un discurso de dominación del otro, que la idea del respeto a las ideas ajenas parece distante.

El legado de François Houtart versa sobre una ética universal que se aplique para todos los hombres, un constructo metafísico que no hable de una deidad, sino de la idea misma de que los hombres deben de respetarse unos a otros por el hecho de ser. Un discurso arriesgado no por su contenido, sino por su validez en la actualidad.

Con gran respeto y honorabilidad le dedico hoy este mensaje. Que el legado de interculturalidad de François Houtart impregne al resto del mundo moderno.

Samuel Podolsky

@sampodol

spodolsky@elsemanario.com

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Jose Aguilar

No conocía a este personaje, pero ciertamente no me sorprende mucho que la ide de la interculturalidad venga de el diálogo que desde el catolicismo, se emprendió por primera vez en siglos, con los pueblos latinoamericanos.

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