Este 3 de mayo se ha conmemorado a nivel internacional –aunque de manera inédita debido la COVID-19–, el “Día Mundial de la Libertad de Prensa”, bajo el lema “por un periodismo valiente e imparcial”. Esta actividad ha buscado, desde sus inicios a través del impulso de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), convertirse en una plataforma de canalización y visibilizacion de los esfuerzos de los trabajadores de la información en la rutinaria tarea de proporcionar a las audiencias todos aquellos datos que les sirva en la toma de decisiones.
Para empezar, me parece que la libertad de prensa sólo se alcanza a través de la búsqueda de una concienciación global en torno a los beneficios que aporta a la sociedad su goce absoluto; es decir, al trabajar en entornos libres de violencia, intimidación y coacciones de cualquier naturaleza, los periodistas tendemos a desarrollar trabajos con un valor agregado, lo cual nos posibilita convertirnos en mediadores efectivos entre la realidad de la cual informamos –con sus actores y eventos informativos– y la formación de audiencias a la altura de los desafíos socio-históricos del momento.
A mi parecer, los desafíos de una prensa libre son mayores en democracias menos desarrolladas y consolidadas en tanto el imperio de la ley es trastocado por diversos grupos de interés que buscan, a través de la ejecución de acciones negativas en contubernio con una fragilidad institucional, coartar los principios básicos de la búsqueda y comunicación de información de interés público.
Por otra parte, los “vicios” de ciertas instituciones público-privadas de “trabajar” solamente con sectores de la prensa afines ideológicamente es uno de los obstáculos más acentuados, por ejemplo, en las democracias latinoamericanas, y se puede observar cuando colegas se han visto amenazados de cualquier manera y la respuesta es mayor o menormente rápida conforme la filiación ideológica-profesional de los comunicadores.
En ese sentido, creo que los actores estatales encargados de garantizar la protección de este derecho mediático-ciudadano, deben ser entes autónomos, con una lógica interdisciplinaria en sus miembros, lo cual a la postre fortalece las acciones que se tomen en la materia, producto de una continua especialización. Esto tiene que ver evidentemente con la desburocratización y agilidad de los procesos tendientes a hacer efectiva la libertad de prensa.
Ya lo señalaba el político mexicano Benito Juárez en el siglo XIX: “la emisión de las ideas por la prensa debe ser tan libre como es libre en el hombre la facultad de pensar”. Esto se debe incuestionablemente a que la labor de ésta es ejercida por personas de diversa estratificación social –en sus diferentes niveles de composición administrativa, empresarial y periodística–, y consecuentemente pluraliza la forma mediante la cual se hace una lectura de la realidad.
Sin embargo, el logro de ésta debería pasar por la reinvención de alianzas, mismas que van desde el sector educativo, los estratos políticos y los liderazgos sociales-empresariales bajo la égida de organizaciones como la UNESCO. Se me hace importante recalcar que la libertad de prensa pasa por el desprendimiento de los propios temores personales, hasta la gestión y conquista de espacios vedados por grupos fácticos de poder.
En definitiva, el ejercicio de la libertad de prensa debe estar precedida y motivada por valores como la tolerancia, solidaridad, amor por la verdad y su búsqueda libre de atropellos para el avance de la civilización. Esto pasa por la corresponsabilidad de todos, tanto desde el ciudadano que consume contenidos al elegir uno u otro soporte de prensa, como desde las autoridades de Estado en el compromiso firme con el trabajo periodístico.
Posdata: El Día Mundial de la Libertad de Prensa fue establecido desde 1993 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, observando el precedente de la Declaración de Windhoek sobre el pluralismo y la independencia de los medios de comunicación, trabajada en 1991 por los periodistas africanos.
De acuerdo con la clasificación en materia de Libertad de Prensa elaborada por la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), en 2020 México ocupa la posición 143, mientras que Honduras el lugar 148 entre los países en donde hace falta mucho más para avanzar en este tema. Noruega es el país mejor calificado.
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Muy interesante el artículo porque para nosotros la prensa debe ser libre y dar voz de muchas personas que no pueden .
Felicitaciones a todos los Periodistas
Felicidades por tan acertado artículo.