Para entender mejor el valor que juega la reputación en este momento de la historia nos ayudará saber que mientras que en el año de 1975 el valor de mercado de las grandes empresas asignaba 85% a los tangibles y sólo 15% a los intangibles –reputación entre ellos‒, a partir del 2015 se asigna a los intangibles 87% (www.oceantomo.com).
Es parte de la era digital en la que vivimos en la que la realidad física pierde valor o en el mejor de los casos lo tiene que compartir con la realidad virtual.
Es la era de la imagen donde las cosas valen más por lo que proyectan que por lo que físicamente son. Apple, la fabricante del iPhone y el iPad, la empresa que más vale en el mundo, tiene un valor de capitalización de 730,000 millones de dólares de acuerdo con datos de PwC, cifra que representa 60% del Producto Interno Bruto (PIB) de México que es de 1.2 billones de dólares.
La inmediata seguidora ‒plena de intangibles y con alta reputación también‒ es Google.
Los activos intangibles ordinariamente son imagen, know how, talento humano, licencias, marcas y patentes, cultura, y obviamente la reputación.
Es el nuevo lenguaje de la humanidad una práctica nueva que nos permite abordar la realidad de otro modo y tener una visión más rica y completa de la verdad. Estamos hablando de la medición de la reputación.
El Reputation Institute en su reciente Country RepTrak asegura que “la presidencia de Donald Trump está teniendo serias consecuencias para la reputación del país. Los Estados Unidos no sólo experimentan la peor pérdida de la reputación en términos de porcentaje, sino también en posiciones de índice de clasificación, pasando del lugar 28 en 2016 al 38 en 2017”.
“Mi reputación es en términos muy sencillos lo que los demás piensan de mí”. Es una ecuación de tres variables: identidad, comunicación y acción, es decir, quién soy, quien digo que soy y qué es lo que hago. Dicho de otro modo, la congruencia entre lo que soy, lo que digo y lo que hago.
La reputación al final del camino es siempre un detector de mentiras porque nadie, absolutamente nadie –por más experto que sea en la práctica de la comunicación‒, puede engañar por mucho tiempo a mucha gente. Al final del camino la verdad vence siempre a la mentira.
Según Mariela Pérez Chavarría, catedrática e investigadora del ITESM, 50% de los ejecutivos piensa que la gestión de la reputación no es vital para el negocio porque no es fuente de valor económico ni de atracción de talento.
Mientras que el sector empresarial en México avanza, aunque no a la velocidad que debiera en el tema de la medición de la reputación, el mundo político parece estacionado en este tema.
Queremos presentar ahora a los políticos mexicanos, dos probadas herramientas para medir su reputación.
Por un lado, está Social Intelligence de GoNetFPI de Mario Saldívar que busca, recopila, clasifica y analiza información en Redes Sociales y distintas fuentes de Internet con el objetivo de realizar el seguimiento de las publicaciones, perfiles y opiniones más relevantes en RRSS (influencers), así como gestionar la información y porcentaje de comentarios positivos o negativos (sentiment) de los distintos estratos sociales y geográficos de interés.
Otro camino ya recorrido en este sentido es la UM, se le llama unidad de medición o unidad Mier y es un método probado durante años que ayuda a cuantificar, de acuerdo a un criterio objetivo, definido y permanente, los mensajes difundidos en medios masivos, midiendo cada una de las notas mediante el software UM.
Sobre cada nota se mide en un esquema ponderado, audiencia, impacto social, impacto visual, influencia del medio, valor de la firma, ruido informativo, espacio y ubicación.
Este tipo de análisis nos permite medir de una forma real el efecto que tienen los mensajes que se difunden en los medios masivos de comunicación sobre la reputación de las personas o empresas.
El análisis nos proporciona una unidad estandarizada (UM) de cada impacto y nos permite medir, comparar, analizar y definir más certeramente acciones y estrategias.