Ellos se ríen de mí porque soy diferente,
yo me río de ellos porque todos son igualitos.
Anónimo.
Al final de la Segunda Guerra Mundial se firmó el Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y Comercio (GATT) a fin de liberalizar el comercio mundial y darle una base estable, previsible y no discriminatoria, que inspirara confianza para poder comerciar y realizar inversiones que contribuyeran al desarrollo económico mundial.
El Acuerdo firmado en octubre de 1947 entró en vigor el 1° de enero de 1948, tenía como objetivo final fomentar el comercio internacional y el empleo; para eso, los estados miembros renunciarían entre ellos a todas las protecciones que no fueran tarifarias, es decir, buscarían:
~ La eliminación de las barreras no arancelarias y
~ La reducción de aranceles basándose en la cláusula de la “Nación más favorecida”.
Posteriormente, con la creación de la Organización Mundial de Comercio en 1994, para lograr el incremento del intercambio de bienes y servicios se continuó fortaleciendo la reducción de los aranceles, la eliminación de las barreras no arancelarias y la eliminación del trato discriminatorio en el comercio, lo cual permitirá aumentar el empleo y el ingreso per cápita en el mundo.
Asimismo, se consideró fundamental favorecer la integración económica de los diversos miembros de la comunidad internacional buscando establecer normas y regulaciones que favorecieran el comercio y la cooperación económica entre dos países o un grupo de países, pues esto generaría un incremento del comercio entre los miembros de un grupo de integración económica, debido a que empezarían a concentrar sus esfuerzos en los bienes y servicios en los cuales poseen una ventaja comparativa y empezarían a realizar un intercambio más intenso, ya que la supresión de barreras comerciales entre estas naciones hace más barato comprar productos entre sus miembros y en la región.
Dentro de esta perspectiva, el GATT y, posteriormente la OMC, consideraron fundamental la conclusión de acuerdos comerciales regionales debido a que resulta más fácil lograr procesos parciales de integración por el reducido número de países que participan en ese proceso y por la proximidad geográfica de los mismos.
Esto dio origen a procesos de integración que a través de la creación y el fortalecimiento de bloques económicos dieron gran impulso al intercambio internacional, siendo los más importantes la Comunidad Económica Europea, cuyo positivo desarrollo se inició en el año de 1958 y que culminó con la creación de la Unión Europea; también fueron muy importantes los cambios políticos registrados en Europa del Este con un mercado potencial de más de 125 millones de habitantes, y abundancia de mano de obra calificada, así como la firma del TLC entre Canadá y Estados Unidos.
También lo fue la Cuenca del Pacífico que es un claro ejemplo de aprovechamiento de ventajas comparativas a través procesos de producción compartida transfronteriza, en los cuales hubo dotación de factores complementaria pues Japón, con procesos de producción de alta tecnología y abundancia de recursos financieros, se convirtió en importante abastecedor de componentes y de inversión para los nuevos países industrializados (NICs).
Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong y Singapur, con abundancia de mano de obra, empezaron a exportar al resto del mundo productos manufacturados con componentes y capital japonés, pero mucho más importante es que estos países, partiendo de una maquila básica, realizaron incorporación creciente de valor agregado a través de capacitación intensiva de la mano de obra; de la incorporación de tecnología japonesa y el desarrollo de tecnología nacional y, en esencia, desarrollaron procesos con mayor valor agregado abandonando las labores iniciales de ensamble básico que caracterizaban a la maquila.
Comentarios
México, después de haber realizado numerosas reformas en los 80 y principios de los 90, culminó su proceso de apertura e inserción en la globalización con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, teniendo como primer objetivo la integración comercial y productiva con Canadá y Estados Unidos; también se pretendía aprovechar las ventajas comparativas y el desarrollo de la tecnología para incrementar la competitividad; y captar mayores flujos de inversión extranjera directa con el fin último de generar empleos y elevar el nivel de vida de la población.
Esto lo convirtió en país muy competitivo, su comercio exterior mostró gran dinamismo y, en un principio, el objetivo de integración comercial y productiva entre Canadá, Estados Unidos y México se cumplió, pues la exportación mexicana a esos países se incrementó de 85.72% a 90.74% en el periodo 1993-2000, sin embargo, a partir de 2001, decreció hasta llegar en 2019 a 83.57%.
En el caso de la importación, hubo un proceso corto de crecimiento porque a partir de 1996 inició una pronunciada caída pasando de 77.43% a sólo 47.35% en 2019, generándose una tendencia inversa a lo que se suponía sucedería en un proceso lógico y natural de integración regional.
Parte importante de esta negativa distorsión fue generada por la pérdida de competitividad del marco sistémico mexicano, la carencia de una estrategia para aprovechar las supuestas ventajas negociadas en el TLCAN, la firma compulsiva de TLC’s con otros 52 países, y una apertura comercial indiscriminada basada en una desgravación unilateral totalmente incoherente.
Estas circunstancias generaron la migración de numerosas empresas manufactureras ubicadas en México y en Estados Unidos hacia el continente asiático, y el 30.06% en que se han reducido las importaciones procedentes de TLCAN, prácticamente se pasaron en el mismo porcentaje a Asia, pues del 10.62% que importábamos de Asia en 1995, pasamos al 36.53% en 2019.
Lo peor es que muchos de los productos e insumos que tradicionalmente importábamos de Estados Unidos, a partir de 1996 empezamos a importarlos de Asia, paradójicamente, fabricados por empresas norteamericanas que trasladaron sus procesos manufactureros a ese continente.
Apuntes finales
Este negativo proceso ha generado, en el caso de México, que el valor agregado en la exportación mexicana se haya reducido de 59% en 1993, a sólo 37% en 2019; y excluyendo al petróleo, este porcentaje se redujo a 31%; inclusive, en sectores que se presumen como los más importantes en nuestras ventas al exterior, el porcentaje de VAN se redujo, como es el caso del sector automotriz, mismo que en el año 2019 fue de 26%. En tanto que en el año 1993 era de 35%, es decir, el desarrollo de proveedores fue casi nulo y las cadenas de valor que tanto se ponderan en la actualidad, prácticamente se resquebrajaron y gran parte de la producción en nuestro país, se ha reducido a una función de ensamble, lo que también se manifiesta en la desaparición de aproximadamente 2,500 empresas exportadoras a partir del año 2001.
En el cuadro que se presenta, puede verse muy gráficamente que el proceso exportador, que debió haber sido fortalecido mediante una estrategia para penetrar y consolidar nuestra posición en el mercado de TLCAN con mayor volumen de intercambios bilaterales –excluyendo al sector agroindustrial–, se redujo a un esquema de creciente importación de insumos de otros orígenes fuera de la región, para ensamblar y reexportar a Estados Unidos, a Canadá y a los mercados cercanos con reducido valor agregado, a los que principalmente exportamos productos fabricados por empresas transnacionales radicadas en México, que a base de políticas corporativas muy exitosas, realizan operaciones intrafirma, y utilizan a nuestro territorio como un centro de costos.
Por eso, en el periodo 1993-2019, el número de países con los que hemos firmado TLC’s y registramos déficit que pasó de 29 a 34, con un incremento del mismo de -11,894 a -61,964 millones USD, para el periodo completo, el déficit fue con 38 países con un valor de -897,126 millones USD.
Con los países con los que no tenemos TLC, la situación es peor, ya que pasamos de 80 a 99 países con un monto de -496 a -113,062 millones USD, y para el periodo total fue de 113 países con -113,062 millones USD, situación fuertemente favorecida por la nula competitividad del marco sistémico mexicano y la desgravación unilateral mencionada que, paradójicamente, juega en contra de la inversión extranjera directa, pues para muchos países resulta más fácil y barato producir en su territorio que en el nuestro, el cual ha mostrado decreciente competitividad desde el año 2001.
Incluyendo a todos los países que integran a la comunidad internacional, el número pasó de 109 a 133, con un déficit de -12,390 a -175,026 millones en tanto que, para el periodo completo, el déficit fue de -2,200,173 millones USD con 151 países.
Los grandes ganadores de “nuestra política de comercio exterior” de apertura comercial basada en una ilógica desgravación unilateral, han sido los países asiáticos encabezados por China y, sin duda, la integración comercial y productiva. Por tanto, las cadenas de valor o productivas con nuestros socios del TLCAN han sido fallidas, motivo por el cual crecientemente importamos insumos para producir bienes destinados al mercado interno y al de exportación.
La deseada integración comercial y productiva con el TLCAN, que es el mercado más grande del mundo, el más cercano, el principal importador mundial con alto nivel de consumo y con el que somos muy complementarios, no se logró.
Por otro lado, la pésima estrategia de comercio exterior de México, basada en una apertura comercial con una desgravación unilateral totalmente ilógica, propició una muy negativa “integración comercial”, principalmente con Asia, que son países muy lejanos, más competitivos, que representan un mercado accesorio con bajo nivel de ingresos y competidores directos nuestros en muchos de los productos que antes fabricábamos y exportábamos, y que mucho ha dañado a la planta productiva nacional al crearle una competencia desleal.
Sin duda, mucho habrá que trabajar en materia de comercio exterior a fin de que este elemento, que en muchos países ha sido factor determinante para el desarrollo del país, cumpla en México con su función adecuadamente.
Nuestros altísimos funcionarios deberán prestar especial atención a las nuevas condiciones creadas por el T-MEC, pues si durante la vigencia del TLCAN, cuando nos encontrábamos en una zona de confort y gozábamos de condiciones muy favorables en la relación con Estados Unidos no lograron aprovechar los beneficios de un acceso preferencial, ni crear una integración comercial ni productiva, ahora que las condiciones serán más estrictas y restrictivas, será más difícil.
Para ello, será necesario que desplieguen toda su inteligencia y acaben con la simulación e improvisación que ha caracterizado esta actividad pero, sobre todo, definir una estrategia, con programas, proyectos y políticas públicas realistas.
Mucho agradezco a mi amiga, la Ing. Telma Bernárdez, catedrática de la Universidad Anáhuac, su invaluable ayuda para elaborar este documento.
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