Miseria intelectual

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El arte contemporáneo es un estilo que exige de la baja factura para su creación.

Ciudad de México.- Con la declaración demagógica de Beuys, de que el arte debería democratizarse y que cada hombre puede ser un artista, el arte se mediocrizó para dar lugar a todos los que se consideraban artistas. La única forma en que cada hombre sea un artista, es que el arte no tenga ni jerarquía de valores ni un sentido de la calidad. Es una realidad, crear arte es difícil, exige de tiempo y estudios. No es una promesa de éxito, se puede estudiar y trabajar sin llegar a crear una obra que pueda ser llamada arte. Hoy el arte es fácil, accesible y al alcance de cualquier individuo, con o sin talento. Lo que hizo Beuys no fue un acto democrático, fue un acto de caridad o de auto ayuda. Es la lástima y la conmiseración llevada a una sublimación vergonzosa. El arte contemporáneo, como lo conocemos hoy, surgió en las décadas de los sesentas y setentas, en una época que los movimientos sociales eran latentes. La masificación del arte compró a miles de aspirantes a intelectuales y a críticos del sistema. Hacerlos artistas y darles a todas sus expresiones nivel de arte, es la caridad que tranquiliza a la masa. Esto implicó que el arte se redujera a nada, a expresiones elementales y sin la menor dificultad, que no requerían de ningún tipo de talento ni de formación. Lo que el performance, el video, las obras conceptuales, instalaciones muestran en museos y galerías, es aceptado con una conmiseración tal, que pareciera que ha desaparecido la inteligencia. El arte contemporáneo es un estilo que exige de la baja factura para su creación, si alguna obra sale de este rango mínimo, se encasilla en otro estilo. El museo, las intuiciones culturales y la Academia apoyan esta mediocridad como si se tratara de un acto humanitario. Desde el premio Turner que se otorga a Martin Creed con una habitación en donde se prenden y se apagan las luces; o Documenta 13 Kessel con obras como la de Pierre Huyghe, que asesina de hambre a un perro y le pinta de color rosa las patas; hamacas colgadas de Apichatpong Weerasethakul y Chai Siri, y una sesión de psicología charlatana llamada Goodoo, el contrario al vudú para “curar la soledad y el miedo” de Pedro Reyes, son la expresión de la condescendencia para obras y artistas que no pueden tener más alcance intelectual. Se manifiesta en la explosión de eso como arte. Se aporta capital, infraestructura, burocracia y, además, planteamientos intelectuales y textos con intenciones filosóficas, y retóricas en un acto de proteccionismo y paternalismo. Las obras y los artistas están desprotegidos, indefensos, no tienen un solo recurso que los legitimen, y en un rapto de caridad, esta infraestructura se lanza a apoyarlos. La miseria intelectual, estética y ética chantajea, exige lástima, se exhibe para ser apadrinada, arropada, y el acto de llevar estas obras a bienales, de premiarlas y cotizarlas en precios estratosféricos es la máxima complacencia, la piedad a una inteligencia mutilada, a la mediocridad institucionalizada.

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Boris Tabaré Ayala Gándara

Es en escritos como éste donde queda mejor evidenciado el contenido elitista y discriminatorio del discurso de Avelina Lésper: el arte es para la práctica – y goce, acaso- exclusivo de los “elegidos”; sólo ellos pueden atender a sus necesidades expresivas y creativas. Y esos elegidos han de atenerse a los valores clásicos consagrados, y a los parámetros que del talento dicta el “buen gusto” y el “sentido común”.
Con ese aparato ideológico, ¿Cómo iba a poder mostrar simpatía alguna hacia la aventura plástica del siglo XX? ¿Que otra cosa podía Avelina hacer, sino denigrar y desdeñar, con infundios incluso, las Vanguardias y toda manifestación disidente? Toda otra forma de vocación creativa queda proscrita: ¡Adios Dadá, hasta nunca, Surrealismo! ¡Muera todo experimento con la materia -Tapies, Burri, Fautrier-! Arte Brut, arte Naif…¿para qué, si los locos y los inocentes nada tiene que expresar!.
Afirma con desdén -siempre, el desdén-“Hoy el arte es accesible, fácil y al alcance de cualquiera”; ojalá fuera cierto. “¡Eso es el fin del Verdadero Arte!!”. No lo creo, pero si sería parte de la salvación de una humanidad cada vez más enajenada y autodestructiva, el tener acceso a la libre e irrestricta creación. Mediocres incluidos, la felicidad de crear nos pertenece, aunque la mezquindad de Avelina Lésper pretenda que ello es ilegítimo.

P.D. Cien años antes que Joseph Beuys, Gustave Courbet clamaba por que cada hombre pudiese ser artista, cosa que seguramente también ignora Lésper.

Beatriz Aisenberh

En esta interpretacion, Avelina no comprende el sentido que Beuys pretendio darle añs frase: la idea democratica reside en el hecho de que cada persona encuentre su campo creativo y pueda desarrollar esos talentos .
Personalmente tengo una lista larga de reclamos a su corpus estetico/politico pero no es la idea de cada cual es un artista, que fue una idea originaria de Fluxus

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